El mercado asiático se sigue superando a sí mismo con los años, especialmente en materia de falsificación de ropa y libros. Las nuevas tecnologías que utilizan y los métodos y trucos que han adoptado para eludir la aduana, han hecho que réplicas de mayor calidad entren con fuerza en el mercado nacional.

El subprefecto Marco León, jefe de la Brigada Investigadora de Delitos de Propiedad Intelectual (Bridepi), explica que han llevado el negocio a un nuevo nivel. “En las incautaciones podemos ver cómo las prendas ingresan bajo una etiqueta de ‘registro genérico'. Entran en un container que viene especificado con ‘solo zapatillas', como si fuesen productos sin marca. Y en realidad están ingresando mercadería falsa Nike, Puma o Vans”, cuenta.

La manufactura luego se vende en el mercado ambulante o ilegal y pasa a ser un delito marcario, es decir que se está vendiendo algo como si fuese de marca cuando en realidad es una réplica. Las nuevas tecnologías han hecho que se perfeccione la confección y que el precio no cambie.

El riesgo del delito marcario es alto. Un contenedor traído desde Asia repleto de mercancía de marca puede llegar a costar entre cuatro y cinco millones de pesos. A esto se le suma otro millón de pesos por el embarque. Entonces, en caso de que la aduana descubra esto, la inversión se pierde y el delito solo se pena con una multa.

Para evitar el riesgo de desperdiciar los productos y la inversión, los comerciantes piratas han optado por una alternativa, que se cataloga como “delito industrial”. “Traen ropa sin marca, genérica. Polerones, parkas y otras prendas. No se arriesgan con la propiedad intelectual. Ingresan la ropa a talleres clandestinos donde tienen bordados, etiquetas y máquinas que copian la marca. No la calidad del polerón”, añade el jefe de la Bridepi.

Bajas multas

Los riesgos penales varían para cada delito. Luis Olmedo, socio de Marinovic y Cía Abogados, experto en propiedad intelectual, hace la diferencia. “La infracción marcaria o delito marcario tiene una multa que va de 25 a 1.000 UTM (de $1.241.825 a $49.673.000), que no va en favor del titular de la marca, pero sí del Estado. Es una cifra muy baja considerando que se ingresan 5 mil o 10 mil pares de zapatillas. En cambio, la ley de propiedad intelectual conlleva una multa y presidio en su grado mínimo. Además, contempla acción pública para poder denunciar los delitos”, explica Olmedo.

Hay dos formas de llevar a cabo las denuncias. Cuando los servicios aduaneros creen haber interceptado un cargamento de productos falsificados, cuentan con 10 días para retenerlo e informar a la marca perjudicada (la llamada “medida frontera”). La segunda, cuando el titular de la marca detecta al local o individuo que está vendiendo productos falsificados. En este caso, se procede a denunciar directamente, ya que tiene carácter de delito de propiedad intelectual, ante el Ministerio Público, Carabineros o PDI. Siempre debe haber una denuncia previa para que las policías puedan hacer la investigación o descubrir el delito por flagrancia. Siempre y cuando el local donde se estén vendiendo productos falsos no sea un domicilio particular, ya que en estos casos no se puede hacer el ingreso.

Cabe destacar que las prendas cuya marca es cambiada en Chile son de muy baja calidad en comparación con las réplicas asiáticas. Son ropas que tienen un costo aproximado entre $200 y $400. Pero al sumarles un bordado de marca, se pueden llegar a vender por unos 20 mil pesos.

Baradit, el más falsificado

Las políticas de exportaciones asiáticas tampoco ayudan a que disminuya el ingreso de falsificaciones, especialmente en China. “Ellos no tienen restricción, solo les importa lo que puedan exportar, de eso subsiste el país. Deben ser los países de destino, los que con leyes y normas, prohíban el ingreso de estos productos”, aclara el subprefecto León. En los mismos puertos asiáticos es donde se hacen los trucos para poder disfrazar lo que se está embarcando. Por ejemplo, con las etiquetas genéricas.

Hay una situación similar con la venta de libros falsificados. Las nuevas tecnologías han hecho que las réplicas den un salto de calidad. Incluso vienen con marcalibros personalizados por quienes lo imprimen. El mismo comisario asegura que solo un experto podría hacer el intento de diferenciar una copia de un producto original. Lo que cambia en el caso de los libros, es que la producción de las falsificaciones es de industria nacional. Estos falsificadores también han optado por disminuir el volumen de las impresiones, pero de mejor calidad. Así también baja el riesgo de perder la inversión.

Un 40% de los libros pirateados son títulos publicados originalmente por el grupo Penguin Random House. Sebastián Rodríguez-Peña, director general de la editorial y presidente de la Corporación del Libro y la Lectura, señala: “En relación a los aspectos técnicos, desarrollamos aplicaciones y terminaciones especiales sobre portadas e interiores de los libros que son difíciles de reproducir por las impresiones falsificadas. El público lo puede detectar a simple vista. Además, todos nuestros libros incluyen la reserva de derechos a favor de sus titulares. En el aspecto legal, presentamos denuncias y querellas por infracciones a las leyes de Propiedad Intelectual y de Propiedad Industrial”.

Los vendedores ambulantes o “paños” (locales donde se venden productos piratas) optan por el riesgo/recompensa. Por ejemplo, producir una copia del libro más falsificado en el país, “Historia secreta de Chile”, de Jorge Baradit, cuesta unos $600. Un vendedor ambulante lo adquiere por $1.500 al por mayor y lo vende en $6.000. La ganancia es grande y el riesgo es poco. “Si llegan a ser detenidos, lo que prima es la irreprochable conducta anterior, en menos de 12 horas están libres. Lamentablemente, vuelven a las calles a hacer lo mismo”, comenta el subprefecto León.

“Es un tema cultural, todos perdemos con esto. Hay menos impuestos, las municipalidades pueden invertir menos en plazas o parques y la industria local se ve afectada. Nuestro trabajo también es educar”, agrega León.

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