“A mi edad no me tiembla la mano”, afirma José Miguel Insulza (76), orgulloso por no derramar ni una gota del café que él mismo preparó. “Cuando el pulso me falle, entonces ahí me jubilo”, agrega el “Pánzer” —apodo que ganó por su fuerza para encarar tiempos difíciles— de buen humor. Eso pese a estar viviendo algunos de sus momentos más complejos a partir del 18 de octubre.

En la calle, el senador por Arica y Parinacota ha experimentado odiosidad, una carga anímica que ha golpeado con fuerza al sector político —particularmente a los parlamentarios—. Tampoco se ha salvado de las funas. En noviembre, a poco más de un mes del estallido, un grupo de manifestantes le gritaron “Pánzer traidor”, a la salida de una actividad en Arica, a propósito de una entrevista que dio en radio Duna en los primeros días de la crisis y donde llamó a “reprimir con energía” a quienes se saltaban los torniquetes. El senador se defendió diciendo que lo habían sacado de contexto.

“Hay odiosidad, exasperación, pero no estamos en una situación preliminar a nada, aún estamos a tiempo de arreglar las cosas”, admite señalando que está por una nueva Constitución con comisión constituyente y no mixta (como decía antes), “porque hay que entregar una nueva carta pronto y eso requiere de un trabajo y entrega full time. Alguien tiene que gobernar y hacer el trabajo legislativo”.

Exministro de Patricio Aylwin, Eduardo Frei y Ricardo Lagos y exsecretario general de la OEA (2005-2015), como probable candidato presidencial su historia ha estado marcada por anuncios, intentos y fracasos. En agosto del 2019 fue la última vez que se proclamó disponible. Hoy se toma las cosas con humor. “Pensar a estas alturas en candidaturas presidenciales es como planificar un viaje a Venus cuando están todos concentrados en ir a Marte (ríe). Entonces mejor ni hablo de eso, la verdad es que ni se me ha pasado por la mente en estos meses…”

—¿No será que ya pasó su última oportunidad?

—Las cosas nunca están cerradas pero (la candidatura) es inexistente por ahora. Me tomaré por lo menos un año. Porque efectivamente, no solo debo reconsiderar si todavía quiero, sino también la fuerza, la capacidad para conducir un país en un momento como este.

Relación quebrada

Uno de los conflictos de mayor tensión para Insulza, tanto a nivel político como personal, fue la aprobación —el pasado 11 de diciembre— de la acusación constitucional contra el exministro del Interior Andrés Chadwick. Su voto, decisivo para consolidar fuerzas a favor del libelo, “condenó” al fundador de la UDI a cinco años impedido de ejercer cargos públicos.

Amigo de toda la vida de José Antonio Viera-Gallo (PS) y de su mujer, María Teresa Chadwick —hermana del exjefe de gabinete—, fueron camaradas en el MAPU para luego vivir juntos el exilio en Roma, ciudad que los unió por cerca de una década.

Hoy, reconoce Insulza, la relación está quebrada y no han vuelto a tomar contacto.

“Si quiere saber si siento tristeza, claro. Pero más que nada estoy molesto. Aquí se dijeron muchas cosas que no son ciertas”, asume reiterando su famoso tic con la nariz, como si una alergia constante lo acuciara.

—Se entendió su decisión como una especie de “traición”, considerando que usted no solo era amigo del matrimonio, sino que también muy cercano al extitular del Interior.

—Para que vea cómo son las cosas: yo nunca he sido amigo de Andrés Chadwick; lo conozco, es una buena persona, me cae bien, pero en los medios lo han puesto poco menos que fuimos compañeros de colegio y eso no es así… La verdad es que me parece un poquito exagerado todo esto.

—Por lo que se sabe, él habría jugado un rol clave cuando en 1981, tras la muerte de su padre, usted pudo dejar momentáneamente el exilio y asistir al funeral...

—Pero eso es absolutamente… A ver, déjeme contarle. Yo el 81 volvía a Chile, no porque me conseguí el permiso con Andrés Chadwick, ¡por favor! Fue gracias a unos cardenales en Roma. Y sabiendo que vendría a Santiago, como nadie sabía lo que podía pasarme, mi amiga (María Teresa) le pidió a su hermano Andrés que fuera a buscarme al aeropuerto. Eso es todo. Yo no conocía a Andrés Chadwick en ese momento. Por eso digo que se están exagerando las cosas, todas estas fantasías que se han inventado y que han salido en la prensa...

Molesto, prosigue:

—Eso de la casa en la playa… —afirma ahora, en referencia a un artículo de La Tercera donde se afirmaba que el exministro le facilitó su residencia de veraneo en Peñuelas en 2019— . A mí él no me prestó nada. Mi amiga (dice nuevamente por María Teresa Chadwick) estaba de cumpleaños y manejé desde mi casa (en Santiago) hasta la suya (en Los Vilos); recorrí más de 300 kilómetros partiendo de la base que me iban a alojar… Es lo menos que se puede esperar ¿o no? Pero estaba todo ocupado, tenía que manejar 300 km de vuelta, así que me ubicaron en una casa en Peñuelas, de un conjunto de casas que tiene la familia, y que resultó ser de Andrés Chadwick. Dormimos ahí con mi señora y al otro día nos fuimos. Pero de que me prestó la casa para veranear, como salió publicado, francamente me parece ridículo.

—Entiendo que días antes de que se viera la acusación constitucional, las hermanas de Chadwick le enviaron una carta para recordarle su cercanía a la familia y pedirle que no respaldara el libelo que venía de la Cámara de Diputados.

—Sí. No citaré el contenido porque es privado pero contesté que lo sentía mucho, que entendía perfectamente su inquietud, pero que estaba perfectamente tranquilo respecto de lo que tenía que hacer.

Días de alta tensión

Admite que pensó en inhabilitarse. “Pero en una acusación constitucional no hay excepciones; es obligación que participen todos los parlamentarios… Tampoco tenía ninguna razón para hacerlo. De haberse tratado de José Antonio (Viera-Gallo,) mi amigo de toda la vida, habría buscado la manera. Pero no era el caso”.

Agrega:

“Yo tenía todo el derecho (de aprobar la acusación contra Chadwick), como también la autoridad y la independencia. Voté muy en conciencia. Por supuesto que no era fácil, fue triste, pero no me eligieron senador por ser amigo de nadie. Además que estábamos votando un tema de DD.HH. muy complicado. Esta acusación era la única oportunidad para enjuiciar al Gobierno. Yo no sé si la decisión la tomó Piñera o si fue Chadwick, o Carabineros, pero lo que ocurrió fue muy grave. Se podrían haber controlado los incidentes de una manera firme y clara, pero no usando algunos de los recursos a los que se recurrió.

—Entonces votó convencido de que el exministro validó la violación de los DD.HH.

—Sí. Por supuesto que para él en términos personales era una situación tremendamente difícil, pero yo fui presidente de una organización (la OEA) donde uno de sus temas fundamentales son los DD.HH. Nuestra conducta (en Chile) siempre fue muy bien valorada, con algunas críticas, cómo no, por la brutalidad policial que siempre fue un signo de interrogación. Pero cuando (tras el estallido) diversos organismos de DD.HH. empezaron a venir para evaluar la situación, cuatro de ellos validando que afectivamente ha habido violaciones, fue terrible. Porque efectivamente ha habido actos de violencia totalmente indebida.

El Pánzer vuelve a su tic habitual. Sin tocar el café, evalúa:

—Es primera vez que me toca algo así. He tenido amigos de todos los partidos, pero eso no significa que puedan esperar que vote contrariamente a lo que pienso, ¡por favor! Para mí esto no tiene que ver con los valores sino con la conducta que se espera de las personas. Usted no espera que un socialista salga al rescate de otra persona con la cual uno ha tenido buenas relaciones, incluso un buen diálogo, pero en trincheras opuestas durante muchos años… Entonces, que vengan ahora a romper lanzas, ¿por qué? No podía actuar de otra forma. Voté absolutamente convencido.

—¿Cree que vuelvan a ser amigos con los Viera-Gallo Chadwick?

—No lo sé. No tengo idea…

Mirando fijo, sostiene:

—La verdad es que he vivido cosas peores en la vida. Esto ya irá a pasar; no es un divorcio, tampoco estamos casados. Estoy tranquilo e hice lo que tenía que hacer. Los que quieran hablar conmigo saben que los voy a querer siempre y, si no, los voy a querer igual.

—¿Quedó muy afectada su histórica imagen como mediador entre un mundo y otro?

—Hay varios senadores de la UDI que antes iban a mi oficina para hablar de cualquier cosa y ahora ni siquiera me saludan. No son muchos, en todo caso…

Y como si hablara para sí mismo, agrega:

—Problema de ellos, ya se les pasará. Pero no esperen que sea yo (quien dé el paso) porque no voy a ir a pedirles nada. ¡Soy yo el que debiera darme por ofendido!

—Lo cierto es que este episodio reafirmó su imagen de político en extremo pragmático.

—Siempre he dicho que el mejor pragmatismo en política son los principios. Eso lo aprendí de un gran estadista, George F. Kennan, padre de la Guerra Fría. Dijo: ‘Cuando las cosas se ponen verdaderamente complejas hay que atenerse a los principios'. Lo repetí cuando apoyé al Presidente Lagos en la decisión de no ir a Irak y lo mantengo.

—Es duro pero, ¿se siente vigente en política considerando cuánto han cambiado las cosas? Da la impresión que toda su generación debiera pasar a retiro...

—Eso siempre pasa. En todo momento crucial de la vida de un país unos creen que los viejos se van a tener que ir y los viejos creen que los jóvenes no están maduros. Pero es normal, no lo veo como una sentencia. Además, sería antidemocrático.

—¿Entonces pretende seguir en política hasta los 90 años?

—No sé si tanto, pero me siento cómodo en la política.

Se queda pensando:

—Es raro encontrar a algún amigo que alguna vez no haya dicho ‘me aburrí, voy a dejar esto y me voy a dedicar a otra cosa'. Todos lo dicen, pero yo jamás lo he pensado.

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