Desde fines de 2017, Salomé Martínez (47) sumó a su agitada agenda académica —que incluye una larga lista de proyectos en el Centro de Modelamiento Matemático de la Universidad de Chile, donde dirige a un equipo de más de 30 personas—, un desafío importante: evaluar el sistema único de admisión a las universidades, como parte del comité de expertas convocado por el CRUCh. Junto a las académicas Alejandra Mizala, Verónica Santelices y Rebecca Zwick estuvo un año reuniéndose con el consejo para exponer la exhaustiva revisión que hicieron de la PSU.

El resultado fue un extenso informe presentado hace nueve meses, que identifica problemas en las pruebas de matemáticas, lenguaje y ciencias, y propone modificaciones en favor de un examen más igualitario y que entregue más información del perfil del estudiante. Lo principal: dividir la prueba de matemáticas en una básica y una avanzada; eliminar las secciones de conectores y plan de redacción e incluir una prueba de escritura en lenguaje; informar la disciplina de contenido avanzado (química, física o biología) escogida por el estudiante en la prueba de Ciencias, y especificar el puntaje obtenido en esos ítems específicos. De todo esto, el CRUCh solo consideró la incorporación del examen de escritura —de cuyo avance no hay novedades—, asegurando que para lo demás eran necesarios mayores análisis. Un argumento cuestionado por la propia directora del Demre —organismo encargado de desarrollar y aplicar la prueba— y las expertas, ya que muchas de estas recomendaciones llevaban años evidenciándose.

“Desde que comenzó la PSU, el sistema de educación se ha expandido enormemente. Hoy se invierten importantes recursos en gratuidad y tenemos la obligación de que se hagan bien, que los estudiantes cumplan con sus expectativas de entrar a una carrera que van a poder terminar. Frente a esto, el Consejo de Rectores ha sido muy lento en reaccionar. Y esa lentitud es preocupante, porque son cambios necesarios”, afirma Salomé, que también ha sido parte del consejo del Demre.

¿Cómo evalúas lo que ocurrió esta semana? ¿Fue una buena decisión seguir con el proceso en el contexto que vive el país?

Lo que pasó me parece grave, porque los chiquillos terminaron afectando a sus propios compañeros. Ahora, el momento actual es muy excepcional y si bien hay muchas críticas a la prueba —yo también las tengo—, esto va más allá. En este sentido, me pareció muy valioso haber optado por seguir con el proceso porque hay muchos jóvenes que se habían preparado, porque su posibilidad de optar a una carrera depende de esto. El sistema universitario necesita seguir funcionando, tenemos que seleccionar a los estudiantes de la mejor manera posible y resguardar su derecho a rendir la prueba para participar del proceso de admisión.

Dices que también tienes críticas. ¿Cuáles son?

Cuando me sumé al comité empecé a mirar la prueba desde un punto de vista más global. Nunca había reflexionado con gran profundidad, por ejemplo, respecto de lo injusta que era para los chiquillos del técnico profesional, porque la prueba mide un currículo que no tienen la posibilidad de aprender. Este punto es crucial, sobre todo en un momento en que la gente exige igualdad de oportunidades. Más específicamente, la prueba de matemáticas tiene un problema grave: en promedio, sacar 500 puntos representan muy pocas respuestas correctas por sobre contestarla al azar, y esto preocupa porque la prueba no solo sirve para seleccionar sino que también para entender qué es lo que sabe el estudiante. Si casi todos los que entran a la carrera lo hacen contestando correctamente el equivalente a 500 puntos y esto difiere tan poco de quien contesta al azar, es difícil distinguir, y eso es complicado. Lo mismo con la prueba de lenguaje, no tiene sentido que trate de evaluar la escritura de manera indirecta.

¿Entonces la solución es pasar a otro sistema completamente diferente, como muchos exigen?

El sistema de admisión actual tiene un valor por ser único. ¿En qué sentido? Las universidades son transparentes en sus requisitos: los criterios de selección están publicados, el estudiante postula conociéndolos, hay una prueba que es conocida por ellos porque existen ejemplos, ensayos, etc. La gente piensa que hacer pruebas es fácil, pero no lo es, y tener un equipo país capaz de administrar pruebas de selección, con las reglas claras, es algo que no muchos tienen. Deberíamos trabajar por mejorar y fortalecer el sistema para que no determine a los estudiantes por su origen, además de medir distintas cosas, porque el instrumento puede evolucionar según los cambios de la sociedad.

Se ha vuelto a hablar de que es una prueba demasiado centrada en los conocimientos. ¿Qué opinas de esto?

Desde hace un tiempo, el currículo escolar hace un gran énfasis en el desarrollo de habilidades de pensamiento. Estas últimas son muy importantes para acceder al mundo del conocimiento. Entonces hay que tener pruebas que midan competencias básicas que tienen menos que ver con los contenidos exactos y más con la capacidad de razonar, de representar un concepto o de resolver un problema. Deberíamos transitar hacia un modelo que mida habilidades y el mundo ha avanzado en la generación de instrumentos que las miden mejor. Una mezcla de las dos cosas sería interesante y si bien son cambios que llevan tiempo, se pueden dar pasos en esa dirección.

En 2013, el Mineduc y el CRUCh acordaron revisar la PSU a través de una evaluación internacional que dio paso al informe Pearson. Cuando llegan ustedes, ¿se habían incorporado sus recomendaciones?

Había algunas mejoras, pero pocas. Hacer cambios en la PSU es un proceso largo. El Demre puede solicitarlos y entregar antecedentes, pero tienen que ser aprobados por el CRUCh, y eso es lento. Es bueno analizar las modificaciones en detalle, porque no queremos un sistema inestable, pero necesitamos definir un camino de cambios. En este sentido, a mi parecer se perdieron muchas oportunidades de mostrar voluntad en esa dirección. Lo que sentí fue resistencia. Las cosas no iban a suceder de un día para otro, pero se podría haber armado una comisión técnica, haber dado una señal. Nosotros lo dijimos en todos los tonos, hicimos todo lo posible. Y ahora, después de todo lo que pasó, los cambios son inevitables. Y eso es una oportunidad.

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