En una ciudad conocida como Santiago de Chile, en el planeta Tierra, a Francisco Labbé le hacen siempre la misma pregunta, cada vez que aterriza a ver a su parentela desde su hogar en Inglaterra, donde vive hace más de cuarenta años.

—¿Usted es pariente del alcalde Labbé?

Él arruga la nariz y mueve la cabeza de un lado al otro en actitud de rechazo.

“No soy nada de esa persona. ¿Qué es de él ahora? Acá siempre me preguntan si tengo algo que ver con él y la respuesta es no”, dice en un español correcto que se tupe con el acento británico que, valga decir, entona con tono enérgico y claro. Muy british.

Estamos sentados en un café de Providencia. Francisco Labbé quiere saber qué ha sido del excolaborador de la dictadura y le informo de su condena judicial. Mueve de nuevo la cabeza de un lado al otro y mira a su alrededor: parece el protagonista de su propia película, el visitante de otro mundo que trata de asir lo que puede de este Chile que desde el 18 de octubre pasado está crispado y agitado, con un ambiente que no cabe en la frase “estallido social”. Y eso me dice.

—Esto parece ser más que un estallido social.

A pesar de que su vida está concentrada en su familia —su mujer, también chilena, y sus dos hijas, con las que vive en el Reino Unido— y en su carrera en el cine, compartiendo escena con Penélope Cruz, Anne Hathaway y en nuevos proyectos como la serie basada en el videojuego Halo, Francisco Labbé no ha perdido el contacto con su Chile natal.

¿Dónde naciste?

En Santa Cruz, Curicó. Mis dos papás estaban muy metidos en la educación durante el gobierno de Allende. Mi padre, Francisco Javier Labbé Norambuena, estaba en ese proyecto en el cual la gente trabajaba la tierra y podía aprender a leer y escribir. Era un gran profesor.

¿Está vivo?

No, falleció en un choque en Inglaterra, cuando yo tenía 8 años. Fue devastador.

Tras el Golpe de Estado de 1973, la familia Labbé se exilió en Inglaterra. Francisco creció como un niño inmigrante más, amando el fútbol y escuchando de fondo sobre un Chile lejano y casi mitológico. En algunas ocasiones regresó de vacaciones, y siempre con la misma sensación: el peso de la desigualdad social.

¿Qué te molestaba?

Cuando venía de visita no podía entender que hubiera tanto homeless en la calle. Yo les daba plata, no sé, a los doce años. Y luego andaban diciendo que yo era un gringo loco que regalaba la plata así nomás.

¿Nunca quisiste volver?

Mi mamá quiso regresar a Chile para el plebiscito del 88 y yo me vine con ella. Pero duré un año nomás.

¿No te acostumbraste?

La verdad es que lo pasé muy bien. Recuerdo que fui al colegio Winterhill en Viña. Tenía unos 15 años. Y fui a puro hacer bromas y travesuras. A puro huevear. Entonces pensé que era mejor volver a Inglaterra. Ahora sí me gustaría estar más en Chile, tratar de hacer películas acá me encantaría. Pero no entiendo cómo funciona, no hay agentes, los casting directors manejan todo... No sé, estoy aprendiendo.

¿Es verdad que nunca pensaste en ser actor?

¡Nunca, jaja! Estudié economía política y mis primeros trabajos fueron en recursos humanos. Me fue muy bien, después de dos años y medio compré mi casa. Y cuando tenía esa base estable, me fui de ahí y me puse a pensar en el futuro. Quería ser agente de fútbol, de la FIFA. Un verano me fui para mi pueblo —Norwich, que está como a dos horas de Londres... su team de fútbol ahora subió y está en la Premier League— para pensar qué chucha hacer. Y me junté con uno de mis mejores amigos y me dijo: “¿Por qué no eres actor? Siempre has sido diferente, hasta cantaste es una banda de rock”. Y empecé a intentarlo.

Y te fue bien.

Bueno, volví a Londres, postulé para una película de bajo presupuesto, y saqué el protagónico. Se llama Triads, Yardies & Onion Bhajees! Y resulta que esa película fue seleccionada en Cannes en 2003, gané premios, cogí un agente y conseguí un papel pequeño en Munich, de Spielberg. Lamentablemente sacaron mi parte. Luego, en 2006 aparecí como parte de los guerrilleros en Children of Men, de Alfonso Cuarón. Después de 2006 se puso un poco lento. Veía a todos mis amigos comprando casa, teniendo familia, y yo trabajando casi nada. Volví a los recursos humanos, armé mi propia empresa y trabajé en eso hasta 2017.

¿Y por qué decidiste volver a intentarlo tantos años después?

Fue por una escena muy curiosa que te voy a contar, y que pasó hace pocos años en mi vida. Fui a una fiesta en Notting Hill, y de camino a casa con mi esposa y unos amigos recordábamos mis días de filmación con Alfonso Cuarón. Yo era de los pocos que hablaban español en el set, entonces me contaba sus cosas. Y hablaba como lo hacemos los latinos, muy expresivamente. Entonces la productora, que era americana, me preguntaba: “¿Él está bien?”, pensando que le molestaba algo. Yo le contestaba que sí, que hablábamos de cosas aparte de la filmación. Estaba yo contándole esa anécdota a mis amigos, y también recordando que Alfonso vive en Notting Hill. ¿Y me vas a creer que en ese instante, justo delante de nosotros, a la una de la mañana y con las calles vacías se baja el mismo Alfonso Cuarón de un taxi? Nos reconocimos, lo felicité por su Oscar en Gravity, y cuando me preguntó por mi vida le conté que había dejado el cine. Me dijo: “Bueno, tienes que volver a la actuación”. Así que le escribí a mi agente al día siguiente: “Nancy, ¿cómo has estado? Hace 11 años que no hablo contigo, esto pasó. ¿Qué te parece, intentamos de nuevo?”.

¿Y Nancy respondió?

Se demoró una semana completa, pero luego me citó para una reunión. Así que volví, pero sin expectativas. Y los últimos dos años han sido locos. Me salió la serie McMafia con la BBC, y Breeders, una teleserie. Trabajé recién con Anne Hathaway y Rebel Wilson en The Hustle, en Hollywood. Y soy el esposo de Penélope (Cruz) en la comedia de espías 355, que se estrena el próximo año. Ahora acabo de rodar en Hungría con Otto (Bathurst), el director de Peaky Blinders —qué genial es esa serie—, la adaptación de Halo para Showtime, que también se estrena en 2021. Una superproducción impresionante donde interpreto a David Agnoli: Ministro de las Colonias en esta historia de ciencia ficción (de hecho su trailer tenía ese nombre para identificarlo: David Agnoli).

Volviste con todo.

No sé por qué el universo me da esta vuelta. Quizás antes era muy ingenuo. Pero ahora lo tomé muy en serio. Quiero papeles más serios, me entrego, escribo el cuento de un personaje, qué tipo de música le gusta, qué tipo de comida, ¿me entiendes? Porque estoy trabajando con gente que entrega todo.

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