Abogado y psicólogo, Bruno Vidal, chapa literaria de José Díaz, es conocido en las letras nacionales por ser un poeta incómodo, radical y transgresor; autor de libros celebrados por la crítica como “Rompan filas” (UDP, 2016), que se despliega a contramano de la corrección política, dándole voz al coro agonizante del golpe militar, trabajando con voces contradictorias —las de torturadores y víctimas—, conformando una especie de Informe Rettig poético.

Hijo de un obrero que trabajaba en una fábrica de Recoleta, criado en el barrio La Chimba, alumno de un liceo de “tercera división”, exalumno de Derecho en la Universidad de Chile, profesor de leyes, admirado por intelectuales como Enrique Lihn, militante de izquierda hasta 1988, detractor acérrimo de la transición, confiesa que viene desde abajo socialmente y sostiene que el estallido social se ha transformado en un diálogo de sordos modulado por una masa que repite consignas con el aplomo de la ignorancia.

—Como abogado, ¿cuál es tu opinión sobre el plebiscito para crear una nueva Constitución?

—El llamado plebiscito del 26 de abril es una de las irresponsabilidades más grandes de la clase política. La Constitución hay que modificarla, reformarla, pero con cierto tiempo, con cierta maduración. ¿Cómo es posible que los senadores y diputados en ejercicio, entre gallos y medianoche, hayan llegado a este acuerdo tan dañino para la vida republicana? Yo lo rechazo profundamente. La Carta Fundamental es un fruto del país, pero hay que cuidarlo, conversarlo, porque no se trata de decir, de un día para otro, “hagamos un plebiscito”. Me parece que, cada vez más, en Chile hay sectores de la ciudadanía que son analfabetos en materia política.

—¿Vas a votar Sí o No?

—Voy a votar por un No rotundo, nacido del alma. Y no porque desconozca las demandas ciudadanas legítimas, sino porque este proceso constituyente es un malentendido gigantesco. Llevamos más de dos meses realizando asambleas constituyentes que funcionan todos los viernes en Santiago, con la informalidad característica de la turba. Pero estos procesos jurídicos hay que tomárselos con calma y diálogo. Lamentablemente, pienso que el diálogo que está instalado en la sociedad chilena es un diálogo de sordos.

El pacto del PC

—¿Qué piensas sobre el proceder de la oposición durante esta crisis?

—Toda la casta dirigente de izquierda es la culpable de lo que estamos viviendo. ¿Por qué? Porque se alejaron de las demandas sociales y algunos de los senadores y diputados de oposición están sacando provecho político. Son gente que, a la cabeza de Ricardo Lagos Escobar, legitimaron la Constitución de 1980 en 2005. Entonces, la verdad, es que fueron ellos mismos quienes usufructuaron del país durante más de 30 años, muchas veces a través del poder gubernamental, engañando a las masas. La Concertación y el Partido Comunista legitimaron el sistema político cuando Joaquín Lavín estuvo a punto de ganarle a Ricardo Lagos Escobar. Lagos recurrió al PC y eso significó que muchos comunistas incorporaron su militancia a la burocracia pública. Después, lo único que hizo la izquierda fue seguir gestionando el sistema neoliberal con felonía. Una de las peores cosas de esta actual crisis política ha sido ver cómo muchos de estos izquierdistas, cínicos e hipócritas, se sumaron al clamor popular para profitar políticamente.

—En la nueva izquierda hay dos políticos que han tenido alta figuración: Daniel Jadue y Gabriel Boric. ¿Valoras su aporte?

—El señor Jadue no es comunista y Boric no es de izquierda. Ambos son caciques populistas que se han aprovechado de las aflicciones del proletariado. Particularmente, Daniel Jadue, que se enquistó en una municipalidad popular y desde ahí ha instaurado un régimen de activismo político en función de llegar a ser Presidente a como dé lugar. Y Boric fue un incongruente, y ya ves lo que le pasó. Me dio una pena increíble que fuera ultrajado de esa manera, pero creo que, políticamente, se equivocó.

—Las acusaciones constitucionales suman y siguen. Ahora le toca al intendente Felipe Guevara. ¿Crees que se abusa de esta herramienta?

—La acusación constitucional contra el señor Guevara y contra todas las autoridades han sido parte de un aprovechamiento político mezquino y cobarde por parte de la oposición. Son procedimientos que están en la ley, pero obedecen al intento por derribar al Gobierno. No sé si Guevara lo hizo bien o mal, pero él estaba cumpliendo su labor como intendente. Quizás, con mayor rigor que sus antecesores. Por otra parte, pienso que las acusaciones constitucionales tienen un lado positivo, porque son mecanismos que, como dijo el ministro Ignacio Briones, brindan una oportunidad para dar explicaciones satisfactorias a un poder del Estado. En ese sentido, creo que es valioso lo que está sucediendo en Chile, porque es una prueba de que el Estado de Derecho funciona. Vivimos en una democracia liberal y esto no sucede en otros países del mundo donde se producen procesos tiránicos.

—El Gobierno permitió que organismos internacionales de derechos humanos realizaran un informe de lo que estaba pasando en Chile. Todos han sido muy críticos con la actuación policial.

—Mira, cuando se produjo el estado de emergencia, con la intervención de las Fuerzas Armadas en la vía pública, una de las facultades que tenía el Presidente era suspender el derecho de reunión. Y, sin embargo, el Poder Ejecutivo sacó a las FF.AA., pero permitió que se pudieran reunir casi 1.200.000 personas en la calle. ¿De qué estado de excepción estamos hablando?

—Se ha puesto de moda resignificar los lugares. El puente Pío Nono es llamado Gustavo Gatica y está el caso de la Plaza de la Dignidad. ¿Estarías de acuerdo en llamarlos así?

—Renombrar los lugares públicos es propio de personas que desconocen la historia. Por de pronto, eso no conduce a ninguna parte. Hay que respetar esos lugares. La guerra del Pacífico es una de las grandes ignorancias del pueblo chileno, tanto por parte de los patricios como de los plebeyos; es uno de los más grandes tesoros espirituales que tiene Chile y gracias a ella ganamos el salitre, el cobre y el litio, fundamentales para nuestra sobrevivencia como país. Por eso pienso que el sacrificio de todos los chilenos que triunfaron en esa guerra tiene una magnífica expresión simbólica en la Plaza Baquedano. ¿Cómo quieren que se llame Plaza de la Dignidad? Al colocarle ese nombre, demuestran que ellos no tienen ningún tipo de dignidad con el crédito social.

Rebelión adolescente

—¿Qué pulsión crees que lleva a los manifestantes a destruir, saquear y quemar?

—Yo diría que los protagonistas de este estallido social son en casi un 90 por ciento jóvenes adolescentes. Y desde el punto de vista psicológico, sabemos lo que es la adolescencia: un estallido de hormonas en el cuerpo de alguien que aún no sabe quién es. La evolución del adolescente coloca al individuo en un lugar de inseguridad extrema y por eso tiene que buscar válvulas de escape. Sumado a esto, no hay padres de familia que contengan a estos adolescentes y eso produce una chispa social que desata una serie de pulsiones adolescentes. No pienso como Carlos Peña —que todo lo cifra en un problema generacional—, pero sí creo que la clave es la conducta adolescente, que no tiene una firmeza en su yo y que es irresponsable, porque está entregada a sus energías libidinosas. Lo curioso y patológico es que a esta adolescencia se le agreguen adolescentes que tienen 30, 40 o 50 años.

—¿Por qué crees que los entusiastas del estallido estigmatizan a Carabineros como los malos de la película?

—Es gente imprudente y ociosa que no sabe distinguir y creen que todos los pacos son fascistas. Y no, pues, la yuta (expresión para referirse a la policía) es proletaria. Si se detuvieran por un momento a leer las planillas con los sueldos de los carabineros de Chile se darían cuenta de su error. Los manifestantes son clasistas, y sobre todas las cosas, ignorantes. No respetan al proletariado policial. La masa raya las paredes con consignas contra las AFP, pero no se detienen a revisar la lista con los nombres de los directorios de las empresas. ¡A esos deberían pedirles cuentas! No a un pobre paco que gana 600 lucas y que hace una pega difícil. Esta gente no sabe identificar al enemigo.

—Has escrito mucho sobre el lumpen en tus libros. ¿Cómo definirías al que se manifiesta en las protestas?

—La que concurre a la Plaza Italia es una mezcla, pero la manifestación expresiva es ‘lumpenesca' y eso es fregado, porque el lumpen destruye, aniquila y cogotea. Pero, cuidado, que cuando digo lumpen, lo digo como concepto sociológico, y eso no tiene que ver con la condición social, porque existe un lumpen que tiene plata. De hecho, ese lumpen que actúa en las manifestaciones es, muchas veces, hijo del lumpen de las colusiones.

—¿Cómo piensas que ha sido la actuación de los militares en este proceso?

—Cuando los militares fueron llamados por el Presidente hubo una situación impecable desde el punto de vista democrático. La señal que dieron las Fuerzas Armadas, particularmente el Ejército de Chile, fue de un respeto absoluto por la democracia. Por ejemplo, el comandante Javier Iturriaga dijo que no estaba en guerra con nadie. Si los militares hubiesen sido estrictos y represivos con el toque de queda, habría muchos muertos, pero, sin embargo, salieron a cuidar el orden público pacíficamente.

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