Charlotte Gainsbourg acumula reconoci-

mientos:

dos César franceses y el premio a la Mejor Actriz en el Festival de Cannes en 2009.

Esbelta y larga, de chasquilla cerrada sobre sus ojos dormidos y rostro anguloso, la única hija de la actriz británica Jane Birkin —ícono de los 60 y 70— y del cantante y compositor francés Serge Gainsbourg, ha hecho una carrera actoral sin aspavientos, marcada por su talento. A sus 48 años Charlotte Gainsbourg acumula una lista de reconocimientos en el cine mundial: dos César franceses obtenidos en 1985 y 1999; el premio a la Mejor Actriz en el Festival de Cannes en 2009 y el Robert Altman que ganó en 2007 en el Independent Spirit Awards. Por su performance ha sido nominada múltiples veces en competencias, incluyendo cinco veces al César de su país.

Criada en París y formada en la escuela bilingüe Jeannine Manuel y luego en un exclusivo colegio en Suiza, esta actriz —quien también es cantante— ha hecho su carrera sostenida en su lengua francesa nativa y en un inglés casi perfecto, que ha facilitado su ruta.

Su debut en el cine fue a los trece años y la decisión le costó. Fue su madre quien le sugirió asistir al casting de “Paroles et musique”, en 1984: Charlotte era tímida y nunca pensó seguir la senda de sus padres, que le costó un duro precio en su infancia. Pero despuntando en la adolescencia, Charlotte saltó desde su rol en “Paroles et musique” a la pantalla grande, desde donde nunca más salió. Con su figura de enfant terrible —a veces en jeans y desgreñada; otras, en minifalda de lentejuelas y zuecos con plataforma en la pasarela de algún festival internacional— no pudo sustraerse ya de los ojos de los directores, para quien se transformó en el símbolo del talento heredado por derecho natural.

Desde mediados de los años 80 hasta hoy, esta artista franco-inglesa ha tenido roles como protagonista o actriz secundaria en más de 60 películas, algunas de notoriedad mundial como “21 gramos”, donde trabajó con Sean Penn, Naomi Watts y Benicio del Toro en 2003. Ha actuado con Catherine Deneuve, Gael García Bernal, el germano-irlandés Michael Fassbender y ha sido dirigida varias veces por el cineasta danés Lars von Trier.

Pero Charlotte se hizo grande con dureza.

Mientras su carrera avanzaba, Gainsbourg tuvo que enfrentar varias tragedias familiares que la fortalecieron y la hicieron madurar. La principal tuvo que ver con su padre, al que adoró sin condiciones desde su infancia y quien le legó su pasión y su talento por la música. Al mismo tiempo que, en el cine, 1984 marcó su debut musical: con 13 años recién cumplidos acompañó a Serge en la grabación de “Lemon incest”, una polémica canción sobre una relación entre padre e hija que causó controversia en Europa porque muchos la juzgaron con ribetes autobiográficos. Ella siempre negó esta mirada, recordando que era apenas una niña e iba al colegio en la época: para ella no pasó de la aventura de trabajar en un estudio de grabación con su papá.

Con media decena de álbumes grabados entre 1986 y 2017, Gainsbourg ha proseguido su carrera musical en recuerdo de Serge.

Su repentina muerte, en marzo de 1991 por un infarto cardíaco, puso un velo de tristeza en la existencia de esta actriz cuando iba a cumplir veinte años. A punta de madurez y su pasión por la actuación, había logrado superar su sensación de abandono, soledad y desconcierto frente al alcoholismo de su madre, Jane Birkin, y el desparpajo muchas veces público de Serge Gainsbourg, un artista cuyas provocaciones se hicieron célebres. La muerte de este la devolvió a su dolor. Con el tiempo tuvo que pasar más pruebas.

En 2013 su media hermana, Kate Barry —hija mayor de Birkin y con quien creció Charlotte—, fue encontrada muerta en la calle frente a su elegante edificio en el distrito XVI de París: esta exitosa fotógrafa tenía a su haber una larga historia de alcoholismo y drogas y se habló de un posible suicidio a sus 46 años.

Un perro llamado Estúpido

La estela de tristezas en la vida de Charlotte Gainsbourg ha tenido su contraparte emocional. Quien la ha equilibrado en sus emociones y acompañado en sus decisiones durante los últimos 28 años es el cineasta y documentalista franco-israelí Yvan Attal, quien nació en Tel Aviv y se instaló en Francia desde joven. De la mano de Attal, con quien nunca se ha casado: en 2013 el realizador le pidió públicamente matrimonio en una ceremonia en la cual recibió la Orden al Mérito de Francia, pero su Charlotte declinó. La pareja tiene tres hijos: Ben de 22 años, Alice de 17 y Joe de 8 años. Delante y detrás de la cámara cinematográfica forman una dupla casi imbatible en el cine europeo de calidad.

Ahora —y junto a su hijo mayor, Ben Attal, quien actúa junto a sus padres en este estreno— director y musa llegan a Chile con “Mi perro Estúpido”, que el Festival de Cine Wikén exhibirá el próximo sábado 11 de enero en el Parque Bicentenario de Vitacura. La historia es una adaptación de la novela del escritor estadounidense John Fante e inspiró un filme con ribetes de drama psicológico, comedia negra y película familiar.

En él se desmenuza, dirigida por Yvan Attal, la historia de un novelista algo fracasado de mediana edad que culpa a su bullanguera familia (mujer aburrida y varios niños disruptivos) de su vida opaca que parece haber perdido la chispa. De paso, está enrabiado con el mundo. Todo parece encaminarse hacia el conflicto, cuando, en forma inesperada, aparece un gran perro amistoso que se instala en la familia y que es bautizado como Estúpido. Su presencia es un catalizador existencial y contribuirá al desenlace del filme.

El director Attal se desdobla para dirigir a sus actores y, de paso, encarnar al escritor que patea piedras y se interna en un rosario de situaciones que, a veces, arranca risas cáusticas. Su mujer en el filme —Cécile— y sus cuatro hijos —uno de ellos, Raphaël, es interpretado por Ben Attal— logran poner, con éxito interpretativo, en la pantalla grande a más de la mitad de la familia Attal.

Los críticos han creído ver en esta nueva propuesta del cineasta franco-israelí, quien cumplirá 55 años la próxima semana, el cierre de una trilogía que se inició en 2002 con “Mi mujer es una actriz” y continuó en 2004 con “…Y vivieron juntos para siempre”. Los cuentos del escritor frustrado Henri, su mujer Cécile y su nuevo perro ‘Estúpido', serían el fin de una saga fílmica que —dicen los observadores— retrataría los vaivenes existenciales de los propios Yvan Attal y Charlotte Gainsbourg.

Ellos, por supuesto, lo niegan a brazo partido.

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