Entre Aysén y Magallanes no hay más de 500 ovejeros magallánicos. El cálculo lo hace César González, veterinario, doctor en Ecología e investigador de la U. Bernardo O´Higgins, y uno de los científicos que estudian a este tipo de perros que viven en la Patagonia chilena.

Junto con investigadores de la U. Austral, la U. de San Sebastián de Puerto Montt y el National Institutes of Health de Estados Unidos, González trabaja desde 2017 en este proyecto.

“Aunque en el imaginario colectivo se sabe que este perro tiene ciertas características, ninguna institución oficial lo reconoce como raza. Por eso surgió la idea de empezar a estudiarlo, ver de dónde viene, cómo se originó y cómo se ha mantenido en el sur de Chile”, dice González, quien también es investigador del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad (Capes).

Lo primero fue estudiar la morfología del ovejero magallánico. “Se vio que había una homogeneidad del grupo, es decir, que son bastante parecidos entre sí”. Se trata de perros de talla mediana y “chascones”.

Luego postularon a dos proyectos Conicyt (hoy ANID) para ver la genómica y compararlo con otras razas del mundo.

Para eso recorrieron toda la zona de Aysén y Magallanes buscando perros con estas características que no estuvieran emparentados entre sí, para hacerles un examen de sangre.

Colonos

“Nuestra teoría es que este perro llegó a fines de 1800 a Magallanes. Sus ancestros son perros de trabajo del Reino Unido. En esa época no había razas propiamente tales. Este perro llegó con los colonos europeos, con los ovinos. Y desde esa época se han mantenido en esa zona”.

Distinta suerte corrieron los perros que les dieron origen, dice González, que con el paso de los años se extinguieron.

El ovejero magallánico tiene un rol claro: trabajar en las estancias y manejar grandes rebaños de ovejas. “Al ser un perro de trabajo, tiene la particularidad de tener una relación súper íntima con los ovejeros, crean un lazo fuerte entre ellos. Y son particularmente fieles a sus dueños. Además, pueden pasar varios días caminando largas distancias; tienen alta tolerancia al dolor. Esto lo vimos en terreno: soportan las patadas de ovejas y espinas en los pies. Y son sumisos, se entregan sin problema para sacarles las muestras de sangre, por ejemplo”, agrega.

Toda la información recabada lleva a González a una sola conclusión. “Con los datos que tenemos, ya podemos decir que es una raza. Ya sabemos su origen y que es un grupo bastante homogéneo que ha tenido una selección natural para estar en la Patagonia, sometido a condiciones climáticas extremas, de frío, viento. Y los propios ovejeros han ido seleccionando los perros para trabajar según su comportamiento. Entonces hay un proceso de selección por más de 100 años, tanto natural como artificial, que nos da pie para decir que es una raza”.

Eso sí, aún falta analizar datos genéticos. “Últimamente han llegado, sobre todo a Aysén, border collies y kelpies australianos y se ha visto cierto grado de mezcla. Pero la gran mayoría, sobre todo en Tierra del Fuego (Magallanes), tienen un pool genético homogéneo. Los resultados preliminares muestran que no tienen gran aporte de otras razas”.

Para González y los demás investigadores es importante que el ovejero magallánico sea valorado como raza chilena.

“Poder conocer algo te permite conservarlo y, en este caso, conservar un patrimonio genético, que aunque venga de afuera, se desarrolló por varios años en la Patagonia. Quizás tenga genes particulares que sea útil conocer”.

Pero también es clave conservarlo, advierte, porque ya es parte de la cultura de la zona. “Hay una fuerte asociación con los ovejeros en el sur. Es parte de la cultura de la Patagonia. Entonces es importante conocerlo para poder apreciarlo”.

LEER MÁS
 
Más Información

Gracias a las antenas del observatorio astronómico Alma, en el norte chileno, investigadores del Instituto de Astrofísica de la U. Católica y del Centro de Astrofísica y Tecnologías Afines (CATA) lograron captar la imagen más nítida de una colisión de galaxias lograda hasta ahora.

En la hazaña, que será presentada hoy durante la reunión de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia, en Hawái (EE.UU.), los científicos analizaron la estructura de gas frío que se liberó durante la fusión que dio origen a una nueva galaxia conocida como NGC 6240. Esta es una suerte de “adelanto” de lo que ocurrirá con la Vía Láctea cuando se fusione con su vecina Andrómeda, en unos 5 mil millones de años.

LEER MÁS
 

El consumo de alimentos hechos a base de cannabis supone importantes riesgos para la salud.

Así lo índica un artículo publicado ayer en la revista de la Asociación Médica Canadiense, en el cual un grupo de médicos de la Universidad de Toronto alerta sobre los peligros de consumir productos hechos con la planta, conocida por ser una droga depresora del sistema nervioso.

Desde hace algunos años que estos productos se han ido popularizando en varias partes del mundo, a medida que avanzan los debates sobre la legalización del consumo de cannabis.

En Chile, por ejemplo, es posible encontrar vendedores ambulantes que ofrecen galletas, queques y hasta brownies preparados con la planta y que contienen THC, su principal constituyente psicoactivo.

Según el texto publicado ayer, estos comestibles tardan en promedio cuatro horas más en producir sus efectos en comparación con el cannabis inhalado, lo que aumenta el riesgo de que las personas caigan en un consumo excesivo en la búsqueda de sensaciones inmediatas.

Los autores también advierten que el cannabis produce un efecto más prolongado —de hasta 12 horas — cuando se come, de manera que los individuos están expuestos durante más tiempo al deterioro de su sistema nervioso.

“Es bien sabido que la marihuana (hojas y flores del cannabis), consumida principalmente en dosis altas y por tiempo prolongado, va provocando daño cerebral y alteraciones, principalmente cognitivas, como la capacidad para tomar decisiones y de interactuar con otras personas, y todo eso se produce tanto al fumarla como al comerla”, comenta Nicolás Zamorano, psiquiatra de la Facultad de Medicina UC, quien ha estudiado el tema.

“En mayores de 30 años, los estudios son contradictorios, pero antes de esa edad los efectos están bien descritos”, aclara.

Zamorano agrega que estos alimentos también pueden producir intoxicaciones graves.

“Pueden ocurrir infartos agudos al miocardio debido a intoxicaciones por cannabis y esto es un riesgo alto que se corre en Chile, donde muchas veces no es posible saber cuánto de la planta tiene un queque, por ejemplo”, comenta el médico.

En el nuevo artículo también se menciona que este tipo de alimentos puede producir síndromes gástricos, según la cantidad que se ingiera.

Es una situación que la doctora Ana María Madrid, jefa de la unidad de endoscopía del Hospital Clínico de la Universidad de Chile, dice ver con regularidad.

“Es algo muy común ver personas entre 30 y 40 años con dolores abdominales muy fuertes producto del consumo excesivo de cannabis”, asegura Madrid.

“Algunos de sus compuestos producen aumento del nivel plasmático y eso puede provocar un problema de comunicación entre cerebro e intestino, lo que ocasiona los fuertes dolores”, explica la doctora, quien asegura que actualmente no existen definiciones sobre el consumo seguro de alimentos con cannabis.

LEER MÁS