CESAR SILVA

Ayer, a los 85 años, falleció tras una larga enfermedad en el Hospital Salvador Germán Marín, uno de los grandes escritores chilenos.

Su obra, donde escarbaba zonas oscuras del país y las personas que lo habitan, es un imprescindible en el imaginario colectivo nacional de las últimas décadas. El mismo se reconocía como un “escritor de nicho”.

Tal vez por eso nunca se amargó porque, pese a ser nominado varias veces, nunca haya recibido el Premio Nacional de Literatura que merecía con creces.

Como lo despidió hoy Carlos Peña en una columna en El Mercurio, “murió sin recibir los reconocimientos mayores que su obra merecía; pero ello no le produjo decepción ni tristeza. Apenas le permitió confirmar el suave escepticismo que la experiencia le enseñó en el transcurrir de sus días”.

Insolente, inteligente y divertido

“Fue un gran amigo mío, de muchos años y por eso le tengo mucho cariño”, señala el poeta y editor Matías Rivas. “Me parecía un tipo entrañable, insolente, inteligente, divertido, con una memoria gigantesca, con una intuición igual de enorme y con una capacidad para ver la realidad desde un punto de vista personal a veces oscuro, a veces melancólico. Es un gran escritor, uno de los más grandes escritores que ha tenido este país, al nivel de Manuel Rojas, de Donoso. Me da mucha pena que se haya muerto y que le haya tocado vivir en el exilio, como los apremios en los tiempos de dictadura. Escribió parte importante de nuestra historia y no fue mínimamente acogido por algún tipo de premiación, por algún reconocimiento de parte de la cultura institucional. Creo que fueron mezquinos con él, porque no le perdonaron no acatar la cultura del silencio, la cultura de agachar la cabeza”.

“En general, la gente fue mezquina con Germán, tengo la sensación de que en un tiempo más va a tener una amplia repercusión afuera de este país. Es un escritor universal, que ha sido escasamente leído, porque estamos en un país con muy pocos lectores”, agrega Rivas.

“Además, Germán fue un gran editor, un tipo con el que muchos novelistas y autores publicaron sus primeros libros. Hay muy pocos escritores que están lejos de él”.

“Marcó un antes y después en la literatura chilena”

En conversación con La Tercera, Raúl Zurita señaló que “hoy me avergüenzo de ser Premio Nacional en una lista que sin él es espuria y torpe”.

Y el escritor Roberto Merino está de acuerdo. “Haberle mezquinado el Premio Nacional es una pelotudez histórica”, señala a La Segunda. “Para mí, marcó un antes y después en la literatura chilena. Hay un mundo chileno profundo, semi oculto, ubicado en los intersticios del tejido social, que Marín se empeñó en explorar. La fascinación que producen sus textos se da en la medida en que muestran ese mundo al lector”.

“Marín disfrutaba enredando la realidad y la ficción, hacía lo mismo con lo serio y lo cómico”, agrega Merino. “Tengo muchas anécdotas con él. Él podía contar una historia terrible de algún conocido con extrema seriedad, pero las pausas que hacía y la mirada fija en los ojos de uno producían risa. Y luego exclamaba «pero este señor es un canalla, ¡cómo puede reírse del dolor ajeno!»”.

“Al final lo vi menos”, se lamenta. “Fue ausentándose de los lugares habituales. No nos llamamos. Me parece que estuvo bien así. A veces no visitar a los amigos enfermos es una forma de cariño. Habíamos hablado muchas veces de ese tema, de las demandantes visitas que debe soportar el enfermo”.

“Esta es una oportunidad para que se lo empiecen a leer, habla de la idiosincrasia de los chilenos, la mala leche, la traición, cosa que no queremos ver, pero están en nosotros mismos. Es un hombre denso, complejo y con gran sentido del humor”, añade Rivas.

“Durante mucho tiempo no estuvieron a la altura para leer sus libros, que requerían de concentración, esperaban que uno como lector sucumbiera en ello y tuviera una experiencia”.

El Padre Hurtado, Pinochet y Ava Gardner

La vida de Germán Marín, como una novela, tiene capítulos increíbles.

Estudiando en el San Ignacio, tuvo como confesor al Padre Hurtado, “una bellísima persona, realizaba el acto de la confesión caminando por los pasillos del colegio y me daba como penitencia, ante la ligereza de mis pecados, recomendaciones como tener un acto de bondad al día”, reconoció.

En la adolescencia, tuvo como oficial instructor en la Escuela Militar a Pinochet —“un hacedor de pesadillas”— y, luego, recibió clases de literatura inglesa de Jorge Luis Borges en la Universidad de Buenos Aires.

En Argentina, como pinchadiscos en el Rendez Vous de Buenos Aires, se produjo lo que él definió como su “momento epifánico” cuando una noche, sin previo aviso, apareció la actriz Ava Gardner, tal vez la mayor estrella hollywoodense de los 50. Y no sólo eso, sino que lo sacó a bailar. “Sentí que me moría, el mejor de mi vida”.

Al final se licenció en ciencias de la comunicación y junto a Enrique Lihn, fundó la revista “Cormorán” a comienzos de los 60. A Lihn, su amigo y alma gemela, lo acompañó como padrino en un duelo a muerte por un lío de faldas contra Jorge Teillier en la Quinta Normal, en 1963. “A pesar de las aprehensiones, tenía cierta curiosidad en observar qué ocurriría”, rememoró. El lance nunca se produjo, y ambas partes optaron por una retirada honrosa.

Su opera prima, “Fuegos Artificiales”, salió de circulación tras el Golpe Militar; era miembro del Partido Comunista, aunque muchos camaradas lo tildaron como “traidor” por su afinidad a las ideas del régimen chino.

En el exilio, en México fue una especie de escritor fantasma de García Márquez, a quien conoció gracias a Hortensia Bussi. Le escribía algunas entrevistas e incluso le dio su opinión sobre ciertas novelas. “Me resultó fácil trabajar con él”, reconoció.

En 1992 volvió a Chile y, comenzando con “Historia de una absolución familiar” dos años después, dio forma a su obra más reconocida, una trilogía donde según sus palabras, realiza una especie de “ajuste de cuentas” con el pasado.

Un pasado que ya es historia, y que desde ahora vivirá por siempre en sus lectores. Los fieles, y los que por fin empezarán a conocerlo.

Roberto Merino, escritor y amigo.

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