Dice que las causas del estallido social las viene denunciando desde hace más de una década. Y no deja de tener razón. Hace doce años Leonardo Farkas Klein (52), ingeniero comercial de la Usach, exmúsico y ahora empresario minero retirado, fue el primero de sus colegas que públicamente prometió pagar un sueldo ético.

En 2007, dos años después de retornar a Chile desde Estados Unidos para hacerse cargo de la empresa de su padre, Minera Santa Bárbara, y cuando el salario mínimo era de $144 mil brutos, puso como piso $250 mil para sus trabajadores directos e indirectos. En esa oportunidad envió su primer dardo al empresariado chileno, cuando se resistían a igualarlo: “Son perfectamente capaces de pagar eso como mínimo; es cuestión de voluntad”, dijo a LUN.

De allí en adelante, no ha trepidado en tildar a los empresarios chilenos de “tacaños”. “No soy como los típicos millonarios chilenos que andan en el auto viejo y dejan el nuevo en la casa y se las dan de pobres”, dijo a revista Paula ese mismo año.

Hoy sus críticas continúan, aunque las amplía al Estado, a los gobiernos y a los parlamentarios. El pasado 4 de noviembre hizo su diagnóstico de la crisis en Twitter: “El 70% de los chilenos viven endeudados, estresados y con depresión. La usura en Chile es legal. Tasa máxima convencional 36% al año... hasta la Biblia lo prohíbe. Ningún gobierno ha hecho lo suficiente”.

Farkas, quien hoy reaparece en las encuestas como presidenciable, concedió esta entrevista, la primera en dos años, a “La Segunda” desde Miami vía e-mail con una condición: que sus respuestas no fueran cortadas.

—¿Lo tomó por sorpresa la crisis?

—No, para nada. Lo vengo diciendo desde que llegué a Chile el 2005, y me di cuenta de la situación. Hay muchos videos míos en redes sociales sobre estos mismos temas: pensiones, remedios, transporte, tasas usureras, políticos controlados por el 0,1%. Desde el 2005 hasta que me fui el 2012, lo repetí muchas veces: “Este país está controlado por un par de pelagatos que solo quieren ser más ricos y que los pobres sigan igual”. Y eso no ha cambiado, ni va a cambiar. Se reían de mí y solo logré enemigos y amenazas. Por algo me fui de Chile.

—Para usted, ¿quiénes son los que protestan? ¿Los mismos que saquean?

—No me gusta opinar de lo que no sé, ya que no vivo en Chile (vive en Estados Unidos), pero creo que hay de todo. La gran mayoría y con muchísima razón, protesta pacíficamente. La minoría se aprovecha para hacer el mal, especialmente cuando se dan cuenta de que el orden público no está funcionando. En 2010, cuando fui al sur a dar comida, carpas, frazadas, etc. a los que sufrieron el maremoto, junto a las personas que se estaban muriendo de hambre y frío, también había inescrupulosos que le robaban a la gente lo que yo les daba y lo iban a vender. En Haití, después del terremoto, robaban el agua que yo daba para venderla. En todo el mundo hay gente mala: ricos, pobres y de todos lados políticos y religiosos; por algo está la justicia.

—¿Cuál cree que es la razón de fondo de este estallido?

—Corrupción, corrupción y más corrupción.

Aunque no profundiza en dónde cree que está enquistada la corrupción, más adelante da pistas de sus sospechas.

“La gente que paga impuestos es la clase media”

—En Wall Street Journal, 24 de noviembre, usted hace una severa crítica a la élite chilena: la considera tacaña.

—Esa crítica es muy antigua. No se lo dije al periodista. Eso lo vio en una entrevista que di al New York Times el 2010.

—¿Cómo se ilustra esa tacañería?

—He dicho muchas veces que los ricos son tacaños en Chile con la filantropía (antes no se hablaba de esa palabra), con los sueldos de los trabajadores, con las propinas de los garzones, de los taxistas, etc. Yo estuve 20 años en Estados Unidos, donde es otra cosa, ya que es gente que está al mismo nivel que el rico americano. En 2007, fui el primer empresario que establecí un “sueldo ético” de $250 mil, cuando el mínimo, creo, era de $150 mil, y me criticaron todos como loco. Luego, fui al Congreso y a La Moneda a luchar por una ley de donaciones, y así, conseguir que alguien por lo menos donara algo a alguien, transparentemente, y tampoco me resultó. Le ofrecí $1.000 millones al gobierno como incentivo para poner internet en comunas pobres y solo me usaron para la foto. Y me cansé, porque me di cuenta de que los grupos de poder seguían manejando a todos los gobiernos de izquierda y de derecha.

—El presidente de la CPC, Alfonso Swett, dijo que los empresarios debían meterse la mano al bolsillo hasta que duela. ¿Qué le parece?

—Jeje, un poco tarde. La gente que está protestando ve que no será algo del corazón, si no para tratar de no quedar mal. Desgraciadamente, meten a todos los empresarios al mismo canasto, lo que es ridículo. Durante todos estos años, muchísimos empresarios han cambiado sus políticas de empresa y de personal, tal como mucha gente de dinero ha cambiado su visión respecto de la pobreza. Así que no le echen la culpa de todo a los empresarios. Entre ellos hay pymes y jóvenes emprendedores que recién comienzan y sueñan con generar empleos dignos. Pero muchísimos pueden pagar más a sus trabajadores, ya que el sueldo sí es gasto para la empresa y las mejores condiciones de trabajo, comida, planes de salud, trato, etc., también.

—El presidente de la Sofofa, Bernardo Larraín, plantea que para enfrentar esta crisis, “hay que profesionalizar y multiplicar la filantropía”.

—Eso no tiene nada que ver con la crisis. ¡Eso es una obligación! Ya que si Dios (o el destino para los no creyentes) les da más a unos que a otros, es un deber moral, social o como se le quiera llamar, de hacerlo, y siempre. Con o sin crisis, y como se hace en países donde existe gente correcta. A mí me criticaban por hacerlo y decían que lo hacía para hacerme famoso, jeje.

—¿Es muy difícil donar en Chile?

—Son las mismas pésimas leyes, hechas corruptamente, que castigan las donaciones con un gasto rechazado de 35%. A mí me llegaban multas por dar donaciones a las monjitas, ya que la empresa se tenía que dedicar a producir hierro y no a ayudar a la gente pobre. Si una compañía tiene un socio extranjero y no tiene utilidades durante años mientras invierte, le es casi imposible poder ayudar a alguien. Es muy raro que nadie haya cambiado esa ley.

—En concreto, ¿qué significa esa ley para usted al hacer una donación?

—Para ayudar, yo debía sacar utilidades personales y pagar el 40% de impuesto, y con ese dinero donar al que yo quisiera. En estricto rigor, me terminaba costando casi un 70% más de cada donación, exactamente un 68% más. Es decir, para dar $1.000 millones, debía sacar $1.668 millones para pagar el impuesto al Estado, para que se lo gaste ayudando a ¿…?, y me quedaran $1.000 millones para poder donarlos. Entonces, yo me decía: ¿Cómo diablos va a hacer esto la gente y las empresas? On top of that (más encima), el Estado iba donde la gente que yo le donaba a cobrarle el 25% de impuesto a la donación, siendo que muchas veces, por ejemplo, (el gimnasta) Tomás González no recibió dinero en efectivo, sino elementos. Entonces, yo dije públicamente que si el gobierno le va a confiscar las cosas que le di, costándome un 70% más del valor en impuestos, sería para meter a todos los políticos presos…y menos mal que no lo tocaron. Pero a muchos otros sí. Así que el Estado se queda con mi 70%, más un 25%, jeje. ¿Y quién controla qué pasa con ese dinero?

—Existe la creencia de que la donación es finalmente una elusión de impuestos. ¿Usted dona para eludir?

—Hay que aclarar el mito de que uno dona para ahorrar impuestos, eso es falso. Ya sea en forma personal o como empresa, el que dona, descontando o no impuestos, siempre termina con menos de lo que tendría sin haber donado. Pero el incentivo de que una compañía o persona natural pueda descontar impuesto, como en países desarrollados (como lo que dicen es Chile), logra que sí se realicen donaciones y así existe mucha más transparencia para quien recibe esa donación (deporte, cultura, educación, innovación, pobreza, investigación, tecnología, etc.). Ya que si le dejamos eso a los políticos —especialmente con todo lo que hemos visto— al final del día, y está comprobado y recomprobado, el resultado es muchísimo peor, ya que el dinero se termina gastando en administraciones, “burrocracias”, coimas y nexos a partidos políticos, etc., que no tienen que ver con lo que he mencionado, y que son para el desarrollo del país.

—Usted ha sido conocido por sus aportes directos a deportistas o a enfermos que requieren ayuda. ¿Cree que la caridad es la manera en que los empresarios deben actuar? ¿Se le ocurre otra?

—Muchas otras. Lógicamente. Dejando que los políticos legislen lo que se debe legislar y no como todos estos años, ya que muchísimo es conflicto de interés con las empresas. Aclaro que nunca financié la campaña de ningún político.

—En EE.UU., varios billonarios enviaron una carta abierta en la que solicitaban que les cobraran más impuestos. ¿Usted podría hacer lo mismo?

—Yo no tengo ninguna utilidad, terminé todas mis empresas hace siete años. Ahora solo hago filantropía y con mis ahorros. Como dije antes, siempre pagué el 40% que era el máximo, y habiendo siempre cientos de personas con mucho más dinero que yo en Chile. Mis tributaristas me decían que yo era una de las personas que más impuestos pagaba en Chile, ya que la mayoría de los dueños de empresas no saca grandes sueldos ni retira utilidades, sino que reinvierte comprando más empresas. Y al final del día, la gente que paga impuestos es la de clase media.

—¿Le parece que la filantropía es mejor camino que los impuestos?

—No opino de cosas que no manejo. Hay varios impuestos: personales, corporativos, de herencia, a las donaciones, etc., y cada país funciona distinto, con subidas y bajadas, y si hay corrupción, es mucho peor. Hay países que subieron bastante y les fue bien, y otros que se les fueron las compañías a otros países y no hay empleo, y están quebrados. Hay otros que bajaron los impuestos y no tienen suficiente para pagar educación y el empleo no subió.

—En Estados Unidos, a Trump parece que le resultó la baja de impuestos.

—En Estados Unidos, contra todas las predicciones internacionales, al bajar los impuestos, aumentó mucho el empleo, regresaron fábricas que habían salido, hay más exportación y la recaudación estatal subió en vez de bajar. Es decir, no puedo opinar si en Chile se mejorará la crisis al subir los impuestos a las empresas o la gente que gana más de cierta cantidad de ingresos, ya que no sería serio al hacerlo, sin tener mucha información. Si sé cosas puntuales y qué hay que hacer para mejorar. Muchas las he dicho hace años, y tienen que ver más con el tema que involucra a la corrupción y la política con los grupos de poder, que no pasan leyes por conflictos de interés y que afectan a la gente.

—Su vida ha sido el llamado sueño americano, un hombre orquesta se transforma en millonario. ¿Qué falta en Chile para que haya más Farkas?

—Oportunidades. Y para eso, se debe comenzar inmediatamente a invertir, pero invertir realmente, no unos bonos por acá y por allá. Primero, en educación y segundo, en tecnología. Y lógico, acabar de raíz con la corrupción, como lo hizo Singapur. Hay que entender que la palabra corrupción es muy amplia. Mi padre, que descanse en paz, me decía que cuando llegó a Chile en 1939 se dio cuenta de que todos los extranjeros que llegaron de cualquier país del mundo y con muchas ganas de salir adelante, a todos les fue bien, no por ser más inteligentes, sino que porque había muchas oportunidades.

—En las encuestas de opinión nuevamente ha aparecido su nombre como posible candidato presidencial. En Activa tiene un 3% y en Criteria, 2%. ¿Le interesa una candidatura?

—No sirvo para eso. Detesto la política y a los políticos.

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