Un broche amargo le dio el Senado anoche a las cuatro décadas de carrera política de Andrés Chadwick. Quien se caracterizó estos últimos años por ser de los pocos capaces de encauzar las energías presidenciales y desplegar en todo su potencial negociador la simpatía personal que comparten muchos miembros de la familia Chadwick, esta vez no pudo doblegar la decisión política de la oposición: identificar un responsable político de los excesos ocurridos después del 18 de octubre.

La misma política veleidosa que hoy lo saca de escena, impide asegurar que repita el camino de otros UDI emblemáticos que se vieron obligados a dejar la primera línea (Pablo Longueira o Jovino Novoa). Pero al menos marca un hito más en una larga trayectoria, que al revisitarse demuestra cómo los actores políticos van adaptándose a las nuevas realidades, pues estamos ante un político que partió su vida pública asociado a la izquierda, para luego adscribir al mundo que fundó el ideario del gobierno militar, en torno a la figura de Jaime Guzmán. Y que con el tiempo terminó modificando sus creencias, e incluso haciendo mea culpas en aspectos claves de nuestra historia, como los DD.HH.

Una larga historia donde muy pocas veces mostró su faceta más privada —como es el caso de su depresión, de la cual habló muy poco tras recuperarse—, y que le permitió armar una densa y plural red de relaciones personales que facilitaron muchas veces su labor política, pero que en el momento decisivo, ayer, no le sirvió para cruzar los límites ideológicos.

Su paso por las comisiones legislativas

Cuando juró como diputado, el 11 de marzo de 1990, Chadwick tenía solo 34 años pero ya contaba con experiencia como legislador: entre el 4 de marzo de 1986 y 14 de septiembre de 1989 fue miembro de la Tercera Comisión Legislativa de la Junta de Gobierno de Pinochet. Presidida por el entonces director de Carabineros, Rodolfo Stange, la instancia se dedicaba a materias relacionadas con Agricultura, Obras Públicas y Bienes Nacionales, además de Vivienda y Urbanismo.

El abogado Vivian Bullemore —quien también participó en esa comisión— recuerda que “era muy entusiasta y cooperaba mucho con la labor legislativa”. “Era muy estudioso, un muy buen aporte” agrega el ex supremo.

Transición y Pinocheques

El primer año del retorno a la democracia estuvo marcado por la fragilidad de las relaciones entre el gobierno y FF.AA.

En su libro “La Historia oculta de la transición: memoria de una época 1990-1998”, Ascanio Cavallo cuenta que las primeras fricciones fueron por el llamado “comité asesor” de Pinochet, integrado por el último equipo Segpres del gobierno militar.

A comienzos de agosto el presidente de la Cámara de Diputados, el PPD José Antonio Viera-Gallo, le plantea a su cuñado y diputado de la UDI Andrés Chadwick la necesidad de que los parlamentarios de Gobierno tengan algún vínculo con el Ejército. La situación está muy tensa y el abismo no ayuda en nada. Chadwick ofrece entablar el contacto”, relata Cavallo en su libro.

En octubre de 1990 las cosas empeoran porque diversos medios de prensa publican fotocopias de tres cheques girados por el Ejército —por un total de $ 971.940.401— a nombre de Augusto Pinochet Hiriart, el hijo mayor del general.

Esto llevó a la creación de una comisión investigadora de la Cámara de Diputados que se abocó al caso Pinocheques. La instancia generó preocupación en el Ejército por las citaciones que podrían hacer a los funcionarios públicos, incluidos militares, que además no podían negarse. “El general Jorge Ballerino consigue que Chadwick invite a Schaulsohn (presidente de la comisión investigadora) a un desayuno con ambos, pero el encuentro se limita a acordar que las citaciones sean reservadas” se narra en libro de Cavallo.

El exdiputado Jorge Schaulsohn asegura que si bien “en los primeros años Andrés fue —junto con la UDI y Jaime Guzmán— el guardián del legado de Pinochet, luego ayudó a estabilizar la transición al igual que Guzmán, pero siempre desde una visión pinochetista dura”.

Los temores de los militares se confirman, más aún cuando fueron sorprendidos por una publicación de La Segunda —el 19 de diciembre de 1990— con el testimonio del brigadier Luis Arangua sobre el caso. Ahí se produce el denominado “ejercicio de enlace”, que es como se justificó el inusitado acuartelamiento.

Según Cavallo, uno de los protagonistas para evitar que el movimiento escalara fue Chadwick quien sirvió de puente entre el general Jorge Ballerino y el gobierno. Y Schaulsohn destaca que en el caso de los Pinocheques “participó muy activamente en la investigación al igual que (Alberto) Espina y nunca lo vi tratando de impedir el esclarecimiento de la verdad”.

Pero no es lo único. De acuerdo a Rafael Otano, periodista y autor de “Crónica de la Transición”, Chadwick en esos años ya era una persona que sorprendía por su moderación: “Siempre lo he visto como una persona altamente política, de más bajo perfil que Longueira y Novoa, pero era el que tenía más sentido político”.

Otano lo entrevistó en 1992 “y me llamó la atención lo moderado que era y lo dialogante. Le pregunté qué modelo de transición le parecía mejor y me dijo que veía interesante el proceso que había hecho España que en ese momento estaba con Felipe González”.

“Me arrepiento de la violación brutal de DD.HH.”

Años después, el domingo 10 de junio de 2012 (y justo cuando la Corporación 11 de septiembre homenajeaba a Augusto Pinochet en el Teatro Caupolicán) Chadwick era ministro portavoz del primer gobierno de Sebastián Piñera y confesó estar profundamente arrepentido de haber apoyado al gobierno militar.

“En la perspectiva del tiempo, de la madurez política que uno va aprendiendo y de los conocimientos que va adquiriendo, hay una situación de la que sí me arrepiento, que es la violación brutal de los derechos humanos que se efectuó en el gobierno militar, y de eso tengo un profundo arrepentimiento de haber sido parte de un gobierno, haber sido partidario de un gobierno donde esos hechos sucedían”, confesó Chadwick en la Entrevista del Domingo de TVN, que había sido grabada en la víspera.

No era el primero en hacer una reflexión similar (ya lo habían hecho Joaquín Lavín y Pablo Longueira), pero sí fue quien pagó más costos al interior de la UDI. Sus dichos captaron la atención del comité político en La Moneda del día siguiente; también fueron tema en la mesa gremialista y el entonces timonel, Patricio Melero, precisó que las declaraciones de Chadwick eran “a título personal”.

Finalmente, a la salida del citado comité, el mismo Chadwick matizó sus dichos: “Siendo partidario de ese gobierno, me arrepiento, como partidario, de no haber hecho algo más, de no haber levantado una voz, no haber tenido una mayor preocupación y atención para haber tratado de evitar una situación que no me gusta y condeno con toda mi fuerza, como fueron esas violaciones a los derechos humanos”. También indicó que hubo “aspectos que fueron muy positivos” del régimen, como también “sombras muy fuertes” y “aspectos negativos”.

“Lo de Chadwick genera un quiebre con las sensibilidades más pinochetistas que entonces eran representadas por José Antonio Kast y Gonzalo Rojas, que es un cuadro que nunca tuvo cargos, pero sí era muy relevante para la cultura política UDI-gremialista”, plantea Víctor Muñoz Tamayo, autor del libro “Historia de la UDI. Generaciones y cultura política”:

Pero puntualiza que la confesión de Chadwick no evitó que terminara convertido en “el rostro de la dureza” cuando, como ministro del Interior de este gobierno, se hizo cargo de los temas de seguridad tras el estallido social.

A las nuevas generaciones no les importa la lectura histórica que hizo Chadwick, pero sí que tengan que salir a marchar con antiparras porque les pueden volar los ojos. Por eso para estas generaciones Chadwick es rostro de la represión”, acota el historiador.

A lo que se suma el caso del comunero mapuche Camilo Catrillanca, quien murió en Temucuicui de un disparo en la cabeza, a manos de carabineros, el 14 de noviembre de 2018. Hecho por la cual también se promovió una acusación constitucional que finalmente no prosperó luego de la renuncia del exintendente de la Araucanía, Luis Mayol, quien asumió la responsabilidad política en los sucesos. En palabras de la exautoridad (El Mercurio, 25 de noviembre), este era el escenario: “Le dije: Presidente, esta gente está pidiendo la cabeza del ministro del Interior, mi cabeza y no sé qué otras más, y esto a usted le va a causar mucho problema y a mí lo que me interesa es que siga fluyendo lo que estaba pasando aquí en la Araucanía”.

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“Estaba en el último año de colegio en el Verbo Divino y era simpatizante del MAPU. Era de los poquísimos partidarios del gobierno que había en el colegio”, recordó Andrés Chadwick en el libro “Miedo en Chile”, de Patricia Politzer (1985), al hablar de la época en que fue partidario de la Unidad Popular que encabezaba Salvador Allende. “Me enteré del golpe por la radio, como todo el mundo. No me acuerdo bien cómo fue, solo recuerdo que esa mañana fui a misa y que allí supe de la muerte de Allende. Sentí pena”, manifestó, y contó que en el patio de su casa quemó libros y otras cosas: “Fue un quiebre violento y psicológicamente me hice como un paréntesis, porque el final del colegio lo tengo en blanco. Estaba entre desamparado y desilusionado”, sostuvo. Luego, en Derecho de la UC, conoció al ideólogo de la UDI Jaime Guzmán y tuvo un tránsito político debido a la influencia del asesinado senador. En el libro dijo: “Mi transformación fue producto de la razón”.

Ese cambio lo llevó a los 21 años a ser uno de los 77 jóvenes que participaron el 9 de julio de 1977 en el simbólico acto del cerro Chacarillas, organizado por el régimen militar, donde —antorcha en mano— cada uno de ellos representaba a los soldados caídos en la Batalla de La Concepción, en 1882, durante la Guerra del Pacífico, que no se rindieron ante fuerzas superiores y que dio origen al Día del Juramento a la Bandera. Cada hecho de dicha ceremonia —cuya primera expresión databa de 1975— era un cuidado símbolo, lo que Víctor Muñoz Tamayo, en su libro “Historia de la UDI”, atribuye a una puesta en escena de Vittorio Di Girolamo: “El acto constituía una liturgia”, dijo, citando al arquitecto italiano. La importancia de Chacarillas fue que Pinochet lanzó allí el itinerario institucional con el que la Junta Militar llegaría a la Constitución de 1980.

Al recordarlo hoy, Muñoz Tamayo dice que “era un acto que organizaba el frente juvenil de unidad nacional, que es el organismo que organizan los gremialistas en respaldo a la dictadura. Y que forma Jaime Guzmán, quien por varios años se mantiene como líder”.

En 2012, Chadwick —como vocero del primer gobierno de Piñera— dijo estar arrepentido de haber apoyado a Pinochet.

El 9 de julio de 1977, el exministro estuvo en el simbólico acto de Chacarillas.

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