Tiene 25 años, creció en Rancagua, y hace pocos días volvió desde París, donde fue uno de los tres ganadores de Labscene, un concurso internacional para diseñadores emergentes. Feliz, Martín Luttecke explica a “La Segunda” que el premio consiste en apoyo comercial durante un año para establecerse en la industria francesa. Es decir, como si su hada madrina lo llevara volando para desarrollar su carrera en una de las grandes capitales de la moda.

La invitación le había llegado a través de Frederic Maus, —CEO del grupo WSN Development, que organiza las ferias de moda más importantes de Europa— quien estuvo en Santiago en un showroom de nuevos talentos creado por ProChile. “Fue aquí en donde me invitó a participar de la primera edición del concurso, diciéndome que había altas probabilidades de que fuera seleccionado”. De todos los postulantes, eligieron a diez, que debieron presentarse ante un exigente jurado.

—¿Cómo fue ese paso?

—Me presenté con mi última colección “Transposición” (fotos aparecen en esta página) y fue una experiencia increíble, la primera vez teniendo un feedback internacional sobre mi trabajo. Los jurados fueron críticos, y más que halagos me dieron comentarios enfocados en cómo poder mejorar y crecer con mi marca. Haber ganado fue completamente surreal, no me lo esperaba.

Lo moderno y lo incorrecto

—Eres diseñador titulado en la Universidad Católica, ¿aprendiste también a coser, cortar, patronaje?

—Estudié en la Católica, pero mis conocimientos técnicos los desarrollé en paralelo. Estudié costura y corte con Rosario Soto, la mamá del diseñador Paulo Méndez, a mi gusto la mejor costurera de Chile. El patronaje lo aprendí durante un año en clases junto a Ignacio Lechuga, uno de los pocos expertos en patronaje y sastrería que, para la suerte de muchos, actualmente se dedica a la educación.

—Después viajaste a Europa ¿cómo influyó tu pasantía con Wales Bonner en Londres?

—Fue una experiencia muy dura. Te das cuenta que los practicantes de una marca tienen que hacer un trabajo muy duro. En respuesta a esa experiencia decidí que cuando yo tuviese practicantes iba a haber un buen trato y algún aporte económico dentro de lo posible.

—¿Y Haider Ackermann?

—Esa práctica fue increíble, de otro mundo. Trabajé en el departamento de diseño. Como practicantes desarrollamos las investigaciones para las nuevas colecciones, hacíamos las gráficas para las telas y nos llevaban a París durante una semana para trabajar en los desfiles; vistiendo a las modelos y ayudando en todo lo que se necesitara. Fue realmente un sueño.

—La moda es un límite entre lo comercial y el arte, dijiste en una oportunidad, ¿cómo te equilibras en ese límite?

—En el concurso en París, uno de los jueces me comentó que mi marca tiene un problema ya que está entre un lenguaje comercial y otro más de alta costura. Pero para mí eso no es un problema; creo que es atractivo poder mezclar prendas muy usables con otras más complejas.

—¿Qué buscaste en esta colección?

Busqué plasmar a la juventud latinoamericana actual, saliendo del cliché de lo que se piensa de Chile en el extranjero. Quise mostrar contrastes de siluetas y color, un casting de modelos diversas y un entorno nocturno de fiesta. Quise perder el control del proceso creativo, jugar con el límite del mal gusto, mezclar prendas que a simple vista se vieran mal juntas, pero que funcionan de manera interesante.

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