En Chiloé, algunos castreños y gente venida de afuera hacen lo contrario. Vemos que muchos salen al rescate de antiguos inmuebles, galpones, tejuelas, utensilios domésticos y, sobre todo, de las puertas de impronta neoclásica que venían desde comienzos del siglo XX.

Alejandra Massa —de Nercón— muestra muy orgullosa una puerta verde nilo que encontró tirada en la calle San Martín, tras un incendio. “No pude dejarla allí. La vi desde niña durante mi vida escolar. Sin darme cuenta, cuando tras un incendio la reconocí entre los escombros, los recuerdos me inundaron: tuve que recogerla… Ahora la restauro para mi casa”.

Nelly Alarcón, célebre diseñadora de vestuario y cuyas creaciones recogieron los colores, texturas y, sobre todo, las líneas de la iconografía chilota, reproduce en sus prendas una gran cantidad de figuras y proporciones que se reconocen en las puertas de la ciudad.

“Es que allí están los colores y temas que vi durante mi vida. Es lo mismo que los tintes para teñir, que por tenerlos en las plantas y árboles que te rodean son los que dan color a las lanas con que fabricas las prendas. Al fin, es un proceso inconsciente. Uno no se da cuenta, es pura identidad”, nos dice.

También muchos afuerinos que llegaron a la ciudad y construyeron casas o pequeños negocios, cafés, hospedajes… adoptaron las puertas castreñas por su belleza. Recicladas, puestas en valor, no se ven como reliquias folclóricas, ni hallazgos exóticos; vuelven a hacerse parte del paisaje urbano. La nueva arquitectura chilota lo permite pues no borró la de cuño local, clásica, sino que se desarrolló desde sus mismos volúmenes, formas, materialidad y, por eso, es que estas puertas se ven como recién construidas. Lo que se valora.

Sus orígenes

La celebrada puerta castreña no puede separarse de la arquitectura chilota clásica, nacida en Ancud tras la década del 60 del siglo XIX y llegada a Castro a comienzos del siglo XX. Es una de tipo residencial cuyos modelos no estaban en la estilística hispana sino en las casas que comenzaron a nacer en Puerto Montt (desde 1850), Valdivia y Osorno… traídas por los colonos alemanes e internalizadas y reproducidas a su modo por los carpinteros chilotes, que nunca temieron “copiar” ni reinterpretar la novedad.

En 1913 se puede fechar —según el historiador Rodolfo Urbina— una de las primeras casas “cultas” en Castro; es decir, con puerta de buena carpintería. Y hecha por un artesano. Su modelo fue la estilística de moda en Europa: el neoclásico.

En lo práctico y en una puerta esto significa proporción, simetría, equilibrio compositivo y motivos que en la fachada de una casa y sus elementos debían solucionarse con pilastras, molduras, coronaciones, frontones (triangulares y curvos) y un variado repertorio de figuritas circulares, romboidales…, ornamentos que en Valdivia era importados desde la industria metalúrgica y aquí se hicieron en madera. Sin sabérselo, en Castro, al modo local, se hacía arquitectura universal.

Hacia 1919 ya había varias casas en Castro y ¡con puertas neoclásicas!

Los artesanos chilotes, desde el aprendizaje con los maestros alemanes, sus propios viajes a Osorno, su desprejuicio y valentía ante el material, ya sabían hacerlo.

La puerta doméstica

Para un chilote, la casa es su logro y su bien más preciado. Desde ella se identifica ante el mundo y, por lo mismo, la quiere ver bella.

Extrovertida; una casa chilota siempre se muestra. Un gran o mediano volumen ordena su fachada desde la puerta. Ventanas, una altura armónica, tingle o tejuelas bien delineadas aún reproducen la composición de aquel lejano estilo que les dibujó el primer rostro.

Una puerta, aquí, no es cualquier cosa: es lo que llama y recoge al entorno para que entre a la casa y con nobleza.

No tiene muy larga historia la puerta chilota. Si aparecieron tras la primera década del siglo XX, la mayoría sucumbió entre 1936 y 1940, años de grandes incendios. Si alguna quedó, se fue en el terremoto/tsunami/incendios de 1960. Tambaleó el neoclásico, pero no los carpinteros chilotes que siguieron recordando y reinterpretando tal iconografía, aunque ya en el palillaje de las puertas, sus marcos, las pilastras y sus motivos plásticos se expresa que el estilo europeo se había hecho totalmente chilote.

Además, en esta artesanía por lo general era el dueño de casa quien hacía la puerta. Su puerta. No hacía otra. Los chilotes, aunque todos sean carpinteros, hasta los años 60 no son maestros de puertas sino autores de su puerta, la de su casa.

En el proceso de esta crónica, conocimos a las nietas de Igor Díaz.

Nos mostraron páginas del cuaderno en el que el maestro anotaba muchas cosas y entre ellas, la copia minuciosa de algunas puertas de Castro y otras que se le ocurrían. Va entre 1960 y 1978. Sus nietas dicen que construyó muchas. Verificamos algunas y, con sorpresa, vimos que varias aún existen.

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