Alejandro San Francisco

La efervescencia revolucionaria de la década de 1960 encontró en las universidades un lugar especial, donde existía pasión por el cambio, una juventud decidida y un contexto que facilitaba su acción política. Se trataba de un movimiento generacional y mundial, incluía a universidades diversas y también a los distintos continentes: tenía expresiones en Estados Unidos y en Europa, y por cierto América Latina no quedaba fuera de la movilización juvenil.

A nivel internacional, el momento más espectacular y visible fue el famoso Mayo francés, cuando los estudiantes de París pusieron en jaque al gobierno del general De Gaulle, aunque finalmente no lograron derribarlo. En Chile, no cabe duda que la toma de la Universidad Católica en Santiago, el 11 de agosto de 1967, fue la expresión más clara del signo contestatario de aquellos años. Instaló el concepto de Reforma Universitaria y cambió al rector, monseñor Alfredo Silva Santiago, por el arquitecto Fernando Castillo Velasco.

La Universidad de Chile era entonces la más grande e importante del país, y su propio proceso de reforma estallaría entre 1968 y 1969. Su rector era Eugenio González, hombre de sólida formación humanista, socialista en sus convicciones y con experiencia en el ejercicio del cargo. Sin embargo, de un momento para otro la situación se desbordó —como estaba ocurriendo prácticamente en todas las instituciones de educación superior del país— abriéndose un flanco para los cambios que superaban la estructura de la tradicional universidad estatal.

La reforma, como explica Carlos Huneeus, se distingue de la modernización universitaria por diversas razones. En primer lugar, por los objetivos, pues la reforma “pretende redefinir el quehacer científico y cultural de la universidad, a fin de convertirla en una institución que colabore activamente con el cambio social”; y en segundo lugar, en cuanto al procedimiento, pues la reforma procura “la movilización de la comunidad universitaria”, para resolver los problemas de la institución ante el fracaso de la autoridad (en «La reforma en la Universidad de Chile», Santiago, CPU, 1973). La modernización, en cambio, se manifestaba en el progreso de la institución, sin poner en tela de juicio el orden social vigente.

En la década de 1960 se vivió una efervescencia especial en las instituciones de educación superior, que reclamaban —entre otras cosas— la democratización de las universidades. Esto tenía dos significados: por una parte, abrir la institución a vastos sectores de la sociedad que se encontraban excluidos de la que era considerada como una educación elitista; por otra parte, la participación directa de la comunidad universitaria en la toma de decisiones o en la elección de autoridades en las casas de estudio. “Universidad para todos” y “Queremos poder en la nueva universidad” fueron dos frases de portada de la revista Claridad (mayo de 1966 y septiembre de 1967, respectivamente), la mítica publicación de la FECh de la década de 1920, renacida en los años 60 para dar soporte y difusión a la causa de los estudiantes. Ambas resumen los dos aspectos clave de la democratización universitaria.

En noviembre de 1969, la Universidad de Chile vivió dos momentos decisivos de su proceso de reforma universitaria. El primero fue con ocasión de la elección del rector de la casa de estudios, cuya trascendencia excedía ampliamente los límites de los campus universitarios, y el segundo fue la elección de la directiva de la Federación de Estudiantes, cuya raigambre social y vocación política también era mucho más amplia que las meras preocupaciones internas de los alumnos. Paralelamente, en ambos casos los ojos del país estaban puestos sobre la Universidad, ad portas de una nueva elección presidencial en el país, que muchos también estimaban como decisiva para el futuro.

La elección del rector Boeninger

Como señalamos, el rector de la Universidad de Chile, durante muchos años, había sido Eugenio González, destacado militante e intelectual socialista. Tras su renuncia, asumió Ruy Barbosa, de manera interina, hasta la convocatoria a elecciones en 1969.

En la ocasión se presentaron tres listas: una liderada por Edgardo Boeninger, a quien acompañaba Octavio Maira como candidato a secretario general, con el respaldo de la Democracia Cristiana y la derecha; en otra postulaba Alfredo Jadresic con Ricardo Lagos, y era apoyada por los partidos de izquierda; mientras la tercera candidatura era la de Fernando Vargas con Danilo Salcedo, representantes de la Acción Reformista Universitaria. Si bien era una elección de autoridades universitarias, la correlación de fuerzas políticas era bastante clara. Uno de los grupos que tenía mayor interés en el proceso eran las Juventudes Comunistas, para quienes “las elecciones del 4 de noviembre de 1969 resolverían la disyuntiva entre ‘reformistas' versus ‘antirreformistas'” (José Ignacio Ponce, En busca de la universidad democrática. La jota universitaria durante la reforma de los sesenta; en Manuel Loyola Tapia y Rolando Álvarez Vallejos, Un trébol de cuatro hojas. Las juventudes comunistas de Chile en el siglo XX, Santiago, Ariadna Ediciones, 2014).

Durante la campaña, los candidatos se pronunciaron sobre los más diversos temas: la realidad social y cultural de Chile; el rol que debía desempeñar la Universidad de Chile en la vida nacional; la eventual “crisis” en que se encontraría la institución; la vinculación a la comunidad; la evaluación de los aspectos positivos y negativos de la Reforma; la visión sobre la autonomía universitaria; el presupuesto institucional y la ampliación de matrículas; los planes prioritarios que realizarían en caso de ser elegido como rector; el enfoque sobre las funciones de investigación, docencia, extensión y acción social; el uso de los medios de comunicación de masas por parte de la Universidad, y la labor que estaban desarrollando las sedes provinciales de la Casa de Bello (las explicaciones de los candidatos en Elecciones Universidad de Chile. Jadresic, Boeninger, Vargas, Santiago, Departamento de Extensión Universitaria y Acción Social, 1969).

“No soy comunista, pero creo que los cambios que requiere el país deben hacerse sobre fundamentos marxistas, sustituyendo los basamentos liberales por otros socialistas”, declaró Jadresic. Por su parte Boeninger, quien decía no tener militancia política, señalaba ser un hombre de profundas convicciones democráticas, estimando que mediante la expresión de las mayorías “pueden y deben producirse los procesos de cambio y desarrollo de Chile”. Vargas manifestaba sus diferencias con el apoliticismo de Boeninger, así como rechazaba el verbalismo negativo de la universidad militante que representaba Jadresic (El Mercurio, 2 de noviembre de 1969).

Boeninger era decano de la Facultad de Ciencias Económicas y director de Presupuesto del Ministerio del Interior. En su análisis de la realidad nacional, advertía que el cambio de estructuras implicaba un gran desafío para Chile: “Encauzar este proceso en forma que acelere el desarrollo integral, manteniendo las normas de convivencia democrática basadas en el respeto a las decisiones de la mayoría, que corren serio peligro de quebrarse”. Percibía que la Universidad de Chile estaba en crisis, que “guarda estrecha relación con el contexto social chileno”. También advertía algunos males de la Reforma, como “la politización excesiva de la vida académica” y “el reemplazo de la discusión por la violencia”. En cualquier caso, el candidato que resultaría vencedor destacaba la importancia de la Universidad como “agente creador e innovador en la cultura, la ciencia, la tecnología, el arte y las ideologías”, asegurando que debía marchar a la vanguardia, ejerciendo un “liderato intelectual” (en Elecciones Universidad de Chile).

Jadresic, decano de la Facultad de Medicina, distinguía dos realidades en Chile: la de aquellos que disfrutaban de los beneficios de niveles de vida superiores, frente a otros sectores mayoritarios, con “bajísimos niveles de vida”, apartados de los beneficios del progreso y “segregados en cuanto al acceso a la cultura y a la educación”. A su juicio, se requería una “Universidad definitivamente comprometida con los cambios sociales... libre y democrática, crítica y creadora”. También sostenía que la Universidad estaba en crisis, reflejando “la crisis de la sociedad chilena”. Además, consideraba que la institución se había vinculado a los sectores más privilegiados del país, pero no “a la gran mayoría de la población chilena: sus hijos representan una ínfima minoría de la población estudiantil universitaria”. Por lo mismo, valoraba el cuestionamiento que implicaba el proceso de Reforma, destacando la democratización del poder al interior de la institución (en Elecciones Universidad de Chile).

Boeninger y Jadresic obtuvieron las dos primeras mayorías el 4 de noviembre y debieron disputar una segunda vuelta el 12 del mismo mes, para la cual Vargas otorgó libertad de acción a sus partidarios (La Nación, 8 de noviembre). El resultado fue mixto, al resultar elegido Edgardo Boeninger como rector y Ricardo Lagos comosecretario general de la Universidad de Chile, reflejo de la equivalencia de ambas listas. A través de un editorial, El Mercurio valoró la elección del nuevo rector, cuyas declaraciones estimó “claras y precisas en el sentido de que impulsará la reforma sin subordinarla a ningún criterio político y que su ánimo es que se restablezca un ambiente de concordia para tan importante trabajo” (16 de noviembre de 1969). El rectorado de Boeninger, con elecciones y problemas entre medio, se extendería hasta el 11 de septiembre de 1973.

Las Juventudes Comunistas conquistan la FECh

La Democracia Cristiana había tenido el liderazgo incontestable de la FECH desde 1955 en adelante, con triunfos sucesivos y la consolidación de una serie de importantes líderes jóvenes, muchos de los cuales tendrían destacadas trayectorias políticas. Las demás casas de estudio también ostentaban liderazgos falangistas en el preludio de la famosa Marcha de la Patria Joven, de 1964.

Las elecciones de la FECh, a fines de noviembre 1969, eran muy relevantes para la Universidad y para Chile. En parte por la realidad interna de la institución, pero también porque en 1970 habría elecciones presidenciales, y los comicios universitarios tenían efecto sicológico en las elecciones nacionales. Ese año se presentaron seis listas para dirigir la FECh. La lista Unidad de Izquierda, que agrupaba a las Juventudes Socialistas y Comunistas y al MAPU; la Democracia Cristiana; la del Partido Nacional; la Juventud Radical y dos listas vinculadas al MIR: una de la Izquierda Revolucionaria y otra del Frente Revolucionario de Izquierda.

Los principales candidatos eran el comunista Alejandro Rojas, por la Unidad de Izquierda, y Ricardo Hormazábal, por la DC. El escenario electoral, aunque en líneas generales mostraba la participación de fuerzas políticas con representación nacional, también mostraba una dispersión de candidaturas de izquierda, lo que llevó al diario de gobierno a anticipar a Hormazábal con “virtual ganador” (La Nación, 16 de noviembre de 1969).

Sin embargo, los resultados favorecieron al dirigente comunista, cuya lista obtuvo 4.666 votos, seguido por la Democracia Cristiana con 3.922, los nacionales con 2.337, la Izquierda Revolucionaria con 1.270, los radicales con 379, y finalmente el Frente Revolucionario, con solo 211 sufragios (Las Noticias de Última Hora, 28 de noviembre de 1969).

Tras la victoria, Rojas pronunció un discurso en el que resumía su posición histórica: “Los universitarios de izquierda dedicamos nuestro triunfo a la clase obrera, al pueblo de Chile, a sus anhelos y esperanzas de justicia e igualdad. Nuestro triunfo anuncia que soplan los vientos de una revolución social en democracia en nuestro país, que también somos parte de esa gran humanidad que ha dicho basta y echado a andar” (Alejandro Rojas, La FECh a fines de los sesenta y comienzos de los setenta, en Antonio Cavalla, Fuimos testigos. 60 años de la FECh en la mirada de 15 presidentes, Santiago, elDESCONCIERTO.cl, 2016). En una entrevista tras la victoria, el dirigente comunista precisó su definición política principal: “El primer punto de nuestra acción será incorporar a la FECh a las luchas del pueblo, mediante la colaboración con la CUT y las federaciones campesinas”, pero aclarando que “no iremos en una actitud paternalista, ya que es el pueblo el principal protagonista del cambio y él —las masas— son las que enseñan a los estudiantes”. Otro ámbito de acción sería la Reforma Universitaria, considerando que el rector Boeninger representaba una línea distinta: “Si él no actúa en contra de lo que nosotros planteamos no habrá problemas, en caso contrario lo enfrentaremos”, advertía amenazante el nuevo presidente de la FECh (La Nación, 28 de noviembre de 1969).

Estaba terminando un año clave para la Universidad de Chile y para el país. La izquierda había conquistado por primera vez la FECh, pero no la rectoría de la Casa de Bello: al año siguiente comenzaría una nueva historia, con Salvador Allende pronunciando un discurso desde los balcones de la FECh, la noche del 4 de septiembre de 1970, después de haber obtenido la primera mayoría relativa en las elecciones presidenciales. Todo un símbolo de la época.

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