Partieron como actores secundarios, pero poco a poco han ido ganando protagonismo dentro de las protestas y son señalados como uno de los sectores que han hecho crecer la violencia.

De Arica a Punta Arenas, las camisetas, lienzos y banderas de equipos chilenos se han mezclado en las manifestaciones, pero sobre todo en Santiago, donde varias veces han convergido las barras bravas de Colo Colo, la U y la Católica.

Grupos bien organizados, que hoy asumen la consigna de no dejar que se reanude el fútbol profesional; Johnny Herrera y Esteban Paredes, entre otros, han reconocido amenazas contra varios de sus compañeros en ese sentido.

“No taparán 30 años con 90 minutos”, aseguran Los de Abajo. “El fútbol pasó a segundo plano, porque estamos luchando por cosas mayores”, dice la Garra Blanca.

Pero son facciones que, al mismo tiempo, el Gobierno ha sindicado como agentes de desorden y destrucción, junto con grupos anarcos y bandas ligadas al narcotráfico.

Marchas, cabildos y arengazos

En las bases de datos del Gobierno se tienen identificados a cerca de 4.300 “barristas peligrosos”, sujetos que hoy tienen prohibición de ingresar a los estadios.

Y en los organismos de inteligencia —como el OS7 y OS9— les tienen una categoría exclusiva, definida por tres parámetros: un alto nivel de coordinación, una fuerte pertenencia territorial y su autoidentificación a través de “piños”, agrupaciones más pequeñas con sus propios códigos: 18 de ellos han sido detenidos durante las manifestaciones.

Pero las barras bravas actuales sólo mantienen los nombres de los colectivos que se originaron a comienzos de los 90. Las luchas internas y enfrentamientos armados (muchas veces en plena vía pública) han cambiado sus liderazgos y estructuras de poder en los últimos años.

En Los de Abajo, por ejemplo, sus fundadores —Claudio Hernández “Kramer” y Alcídes Castro “Anarkía”— están desterrados desde 2010; la facción dominante hoy se conoce como “Movimiento LDA”, que reúne a más de una decena de “piños”.

En la Garra Blanca, los históricos “Barti”, “Huinca” y “Pancho Malo” fueron postergados por una facción llamada “Los Ilegales”. Y, en Los Cruzados, hoy mandan “Los Renca”.

Ellos no solo tienen la zona principal en sus respectivas galerías de los estadios, sino que también asumen las vocerías y coordinan a sus parciales.

Si la crisis explotó el viernes 18 de octubre, ya el sábado las barras de Colo Colo y la U habían manifestado su apoyo a las protestas en redes sociales; la de la UC lo hizo dos días después.

Y es en sus cuentas “oficiales” donde han seguido llamando a marchar y manifestarse. A la fecha, los barristas colocolinos han realizado 11 convocatorias, incluyendo un “arengazo por la dignidad” el viernes pasado; los azules llevan 6, más un “cabildo bullanguero” el jueves 31 de octubre, y los de la franja suman 8, sumando una manifestación nocturna en el portón de San Carlos de Apoquindo.

Llamados que no llegan a oídos sordos: contando Twitter, Instagram y Facebook, sus cuentas acumulan más de medio millón de “seguidores”, entre Los de Abajo (264 mil), la Garra Blanca (203 mil) y Los Cruzados (104 mil).

“¿Qué pasa con los hinchas que no están de acuerdo?”

En las redes han escrito mensajes como “¿Esto no prendió? Todos juntos hagamos que esto prenda aún más” o “Ya van a ver… las balas que nos tiraron van a volver”, que evidencian un afán confrontacional

Su autodesignación como parte de “el pueblo”, y su rol representándolo en las calles han sido consignas repetidas desde el comienzo, pero no tienen mayor sustento, según expertos como Roberto Rabi.

“Asumir ese papel es pretencioso”, comenta este profesor de derecho, que en su rol como fiscal trató varios casos de violencia en los estadios. “Supone que las barras de los diversos equipos, que tienen una identificación con sus colores por razones que se supone profundas, tienen además una suerte de acuerdo que trasciende a su “hinchismo” para adoptar una posición política específica. ¿Qué pasa con los hinchas que no están de acuerdo? ¿Debemos entender que no existen hinchas disidentes en ese sentido? Mi experiencia me indica que eso no es así”.

“En el caso de la barra de Colo Colo, siempre ha existido una ansiada representación popular, un «culto a lo popular», pero otra cosa es entender que la Garra Blanca pueda ser un órgano activo representativo del pueblo que, por lo demás, es un concepto demasiado difuso en circunstancias de que las demandas sociales son múltiples y complejas”, agrega Rabi.

“En el caso del resto de las barras la conexión es más tenue aún. Muchos equipos tienen una marcada y clara identificación regional o local, no solamente popular, por lo que una autoatribución como esa no va más allá de las palabras de quienes pretender justificar sus actos en el contexto del estallido social”.

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