Felipe Lecannelier, doctor en Psicología, se dedica a investigar hace más de 20 años la conducta en los niños. Después de más de 100 artículos publicados en Chile y el extranjero y seis libros —entre ellos “A.M.A.R.” y “El trauma oculto en la infancia” (ambos de 2014)—, está escribiendo una nueva entrega sobre el estilo afectivo en nuestro país.

“Esto es algo que algunos llevamos años analizando. El chileno tiene un estilo afectivo internalizante. Es decir, el estrés lo expresa hacia adentro y no hacia afuera. Y eso se observa desde la sala cuna hasta la edad adulta”, explica. El libro aún no tiene fecha de lanzamiento, pero sí nombre: “Cuidar y educar con-ciencia”.

“Si sientes una emoción negativa y no la puedes expresar —porque no se puede llorar, alegar, gritar—, en algún momento estalla. Un estilo afectivo internalizante es una bomba de tiempo. Empiezas a acumular y acumular y el estallido es tan intenso, que resulta completamente desbordado. Por eso, esta crisis en el país se veía venir”, señala. “Los estallidos sociales son mil veces más intensos en un país internalizante. Porque si siempre estás protestando y tirando hacia afuera, como pasa en Argentina, no suceden estos estallidos tan extremos”.

Lecannelier es responsable del estudio publicado en junio pasado, que arrojó que los menores de seis años nacidos en Chile presentaron la peor salud mental del mundo, entre 24 países estudiados. Sobre un 30% de ellos evidencian ansiedad y depresión.

En el resto de los países, la prevalencia de niños internalizantes no supera el 3%. En Chile, es del 16 al 20%.

“A los niños les enseñamos que expresar sus emociones es negativo. Tenemos un estudio en salas cunas Junji, de varias regiones, en las que después de tres meses de permanencia solo un 2% de los niños llora. El 98% ya no molesta ni pide ayuda. O los dejan llorando (sin contención) o le dicen ‘no llores', ‘no exageres'. Es terrible. Uno de los primeros predictores del estilo internalizante es la depresión. Chile lleva 10 años con patrones entre los países más depresivos del mundo. Después vienen los intentos de suicidio, las adicciones. El internalizante necesita buscar un lugar para expresar su rabia y descontento”, sostiene el especialista.

“Es un patrón cultural. La no expresión sana del estrés es un patógeno. Está relacionado con cáncer, problemas cardíacos, dolores de cabeza. Yo dije hace tiempo en algunas charlas que acá, salvando las distancias, se vendrían tiroteos en los colegios, como en EE.UU., que también es un país muy internalizante”.

—Y se dice que somos un país de niños “ritalinizados”.

—Hoy estamos tratando de evitar diagnosticar trastorno de conducta y déficit atencional con hiperactividad. Primero, porque no tiene mucha evidencia científica; segundo, porque lo único que hacemos es catalogar a los niños. Chile es uno de los países que más sobrediagnostica déficit atencional con hiperactividad. De esa forma, le han producido más daño a los niños que bienestar. El Ritalín es una camisa de fuerza química que ayuda a tener a niños internalizantes: que no llore, que no alegue, que no haga pataletas, que no tenga opinión. Lo más sano es que el estrés lo exprese hacia afuera. Lo más insano y patógeno es entrar en esta dinámica de guardarse el estrés. Por eso esto es tan grave.

Chile y el “Duérmete niño”

Lecannelier cuenta que le cancelaron varias charlas en colegios “para no complicar a los papás” con esta contingencia. “Eso también es muy internalizante”, revela.

Asesora al gobierno peruano —junto con Unicef— en políticas de salud en la infancia y también a algunos políticos en nuestro país. “Si quieres lograr que un patrón cultural sea organizado, no puedes partir después de los 6 años, tiene que ser antes de los 2 años. Ahí se implanta la realidad en los niños”.

Con respecto al trauma, explica que “la gente cree que es algo que les pasa a los niños del Sename, los pobres o a los drogadictos. Y más del 60% de los adultos han sufrido algún trauma en su vida. Tiene que ver con algo que no puedes manejar y siempre es relacional”.

Otro récord que tenemos en Chile es con respecto al “Duérmete niño” o el Método de Estivill (del doctor español Eduard Estivill), famoso en los 70, que propone dejar llorar al niño en su cama hasta que se canse y así aprenda a dormir solo. “En el último estudio que realizamos en EE.UU., entre 14 países, aparece Chile en el primer lugar como el país que más aplica el método de Estivill. ¡Y hoy se sabe por miles de estudios que es lo peor!”, añade Lecannelier.

—En este país, niños y adolescentes viven medicados y parece natural.

—Los niños menores de 6 años no se pueden medicar y algunos padres lo hacen igual. Además, lo empiezan a llevar al psicólogo para que lo “arreglen” porque hace pataletas. En el jardín te dicen que está mal, el psicólogo y el psiquiatra te dice también que está mal.

—¿Qué hacer con los niños ante el estallido social?

—Las recomendaciones internacionales ante un trauma social dicen que no puedes negarles la realidad. No le puedes decir: “¡No veas la tele!”. Porque eso también es muy internalizante. El niño sabe que algo pasa, porque siente la tensión de los padres, no siente la tensión de la crisis. Y si siente algo, pero no entiende por qué, es peor. Hasta los 3 años, los padres “son” la televisión. Eso le cuesta entender a la gente. El niño no se va a traumar por un estallido social en Chile, tiene un sistema cerebral súper complejo y recibe lo que ve de los padres, sufre el efecto del estallido en ellos. El trauma no está en la protesta, está en el miedo de los padres. Chile es muy vulnerable a problemas de salud mental, porque vivimos disociados. Ejemplo: Un padre le dice a su hijo todo el día que lo quiere, pero llega a la casa y no lo pesca; los políticos dicen que se preocupan por ti y no lo hacen; la educación debería estar enfocada en los niños y no lo está.

“Ser niño en Chile es muy doloroso”

La recomendación de Lecannelier es que nos permitamos sentir emociones negativas: “porque Chile está en crisis, Chile está enfermo, Chile está enojado. Más que entender el porqué, lo importante es que entiendan lo que está pasando”.

Y relata la anécdota de Anna, la hija menor de Freud —cuyo trabajo tuvo alto impacto en el psicoanálisis infantil—, que en la Segunda Guerra mundial tenía una guardería en Londres. Ella decía que los niños no miraban los aviones que estaban destruyendo el país, los niños miraban a las cuidadoras. “El niño ve las reacciones de los adultos. Pero no se puede negar el trauma ni el dolor, hay que enseñarles que la vida no es solo felicidad”.

—Uno de tus estudios dice que las mamás les dedican 15 minutos a la semana de “tiempo de calidad” a los hijos. Y los padres, 12.

—Sí. Tiempo de calidad es cuando madre e hijo están haciendo algo juntos sin mirar celular, televisión, ni nada que se le parezca. Encontramos que “el tiempo de crianza” es el principal predictor de casi todos los problemas de los niños. Por ejemplo: A menor tiempo, más propensión al bullying, sea víctima o agresor. Hoy se sabe que la cantidad es mucho más importante que la calidad. Porque hay que pensar como lo hace un niño, esa es la base de mi libro “A.M.A.R.” (Atender, Mentalizar, Automentalizar y Regular). Un niño lo que vive es la presencia física. Nuestro último estudio dice que Chile tiene el primer lugar en medios electrónicos en menores de 5 años, entre 14 países.

—Ya están preparando una ley de educación emocional.

—Hace más de un año estamos trabajando con el Congreso. Porque en Chile la educación no tiene absolutamente nada que ver con los niños. En ningún nivel: ni afectivo, ni cognitivo. Acá está pensada solo para crear seres productivos y eso va en contra de todo lo que indica la evidencia científica. Hay pruebas para entrar a los jardines ¡y hay algunos donde les ponen nota a los niños! El sistema conspira para tener seres internalizantes.

—Hemos visto que, en estos días, las consultas por salud mental en adultos han aumentado, ¿sucede algo así en los niños?

—Si suben las de los adultos, suben las de los niños. Sienten a sus padres diferentes: más enojados, más deprimidos, desconectados. Es inevitable. Y hay un estado de negación, porque algunos adultos aún niegan su propia crisis de salud. Es muy complejo. En todos nuestros estudios, Chile aparece como el país más enfermo de todos, independiente de lo que evaluemos. Tenemos el primer lugar en afectividad negativa, es decir donde los niños se sienten más mal emocionalmente. En Chile tenemos tres veces más miedo que en Corea del Sur. Y los duplicamos también en cuanto a disconfort, que es cuando un niño no está contento con su día a día. Yo le pregunté a mi colega en EE.UU., por qué aparecíamos liderando todo. Y él me dijo: “lo claro es que ser niño en Chile es muy difícil”. Es muy doloroso. Tarde o temprano, los termina enfermando.

—En concreto, ¿cómo cambiar?

—Un primer avance es cambiar esta visión internalizante. Si tu hijo hace pataletas, está muy bien. Si se enoja, también. Y aumentar la cantidad de tiempo que le dedicamos a los niños. Hay mamás que en las charlas me dicen: “Muy bonito lo que dices, pero a mi hijo le digo come y no come, acuéstate y no se acuesta, déjate de pegarle a tu hermano y le sigue pegando”. Desde el punto de vista del niño: no te ha visto en todo el día, llegas y en una hora lo vas a mandar a comer y dormir. Si hace todo eso, maximiza el tiempo de los cuidadores. No es “llamar la atención”, es sobrevivir. Tener solo una hora al día con sus papás es terrible. Y en cuanto a los colegios, los llamados “alternativos”, como los Waldorf o Montessori, son mucho más cercanos a lo que la evidencia dice que es una buena educación.

—¿Qué podemos hacer con el uso del tiempo libre? Lamentablemente, muchas veces la salida es al mall.

—Los adultos internalizantes reemplazan la interacción por la acción. Dicen: “lo llevo al fútbol y la hice”. Lo llevan al mall o al cine y creen que con eso interactúan. Podrían no ir a ninguna parte y solo sentir que se observan y están juntos.

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