Hay un momento en que la diferencia pasa a ser no ética y se convierte en abuso. Se rompe la equidad. Ese es nuestro problema”.

El “doc” —como le dicen sus cercanos— camina pausadamente a una sala en el primer piso de un edificio en Providencia. Humberto Maturana viene acompañado de un colaborador de Matríztica (organización que fundó junto a Ximena Dávila) mientras conversan, seguro, de su agenda.

Desde mediados de octubre, el científico co-creador del término «autopoiesis» (uno de los conceptos biológicos más revolucionarios del siglo XX), ha recibido numerosas invitaciones a medios de comunicación. Es que, principalmente por sus estudios en Matríztica desde comienzos del 2000, se ha transformado en un «indispensable» para hablar sobre el vivir, el amar, las emociones y el lenguaje.

Y pese a su tremendo aporte a las ciencias humanas y la biología, el “doc” —tras sentarse para esta conversación— sorpresivamente pregunta:

—¿Y por qué me quiere entrevistar?

—Usted ha estudiado por años el comportamiento humano...

—Ah. Bueno, pregúnteme.

—Muchos se sorprendieron por la magnitud y fuerza de las manifestaciones. ¿Eran impredecibles?

—Cuando alguien dice que algo “explotó”, tiene conciencia de que existía algo malo. Claro, ahora se preguntan ¿por qué no me di cuenta antes? Creo que había una queja, un resentimiento que de alguna manera estaba siendo inhibido, hasta que, en una circunstancia particular, se desinhibe y explota. El sentimiento de discriminación o de abuso es la fuente del resentimiento. No sé si era predecible, pero la historia de quejas, de discusión por bajos salarios, de las luchas de los gobiernos y los partidos de oposición, habla de un descontento, de sentirse maltratado. Y la intensidad de la explosión, tiene que ver con la magnitud del resentimiento.

—En las protestas se ven jóvenes sin miedo de enfrentarse violentamente con la autoridad, ¿por qué?

—Creo que todos esos jóvenes y niños han crecido con el resentimiento de sus familias. Hay una queja social inhibida, pero además hay oportunismo frente a lo que pasa, ideologías políticas que justifican la violencia. Pero, cualquiera que sea, solo se va a resolver si queremos convivir y conversar en cómo resolver las quejas, que son legítimas. Si queremos democracia, toda inequidad es algo que no se quiere. La queja frente a lo que no es equitativo es legítima.

“Negación del otro”

—Junto a Ximena Dávila plantean que parte de nuestros problemas como sociedad surgen al negar al otro, cuando lo dejamos de ver...

—Exactamente. Y por eso se produce un resentimiento y el enojo, porque la persona siente que sus legítimas demandas no son escuchadas. Y cuando pasa esto y uno dice “¡cómo no lo vi!”, es que o no podía verlo o tenía una teoría que justificaba la ceguera. Para todos esto ha sido un remezón. Si queremos convivir, este remezón nos abrirá muchas posibilidades. Y si no, va a generar una división mucho más grande.

—Hay quienes le echan la culpa al modelo económico neoliberal.

—Si tengo un modelo de convivencia social que está centrado en la competencia, en la negación del otro, en el esfuerzo de tratarlo todo como un mercado... La convivencia no es un mercado, y al negar al otro, generamos una convivencia falsa; estamos generando resentimiento, que cuando llega a un extremo se siente inaceptable y explota.

—¿Qué piensa cuando se habla de «jóvenes malcriados», que se necesita más mano dura?

—No creo necesariamente en eso. ¿De dónde sacan esos jóvenes el resentimiento? Hablan de malcriados, ¿qué quiere decir eso? Quiere decir que no los crie en el respeto ni en la conversación. Los crie en la queja, les enseñé a odiar, a tratar a la comunidad como sus abusadores. Entonces, claro que es mala crianza, pero no es por mala educación. Es una mala crianza porque crecen desde el resentimiento y el enojo. Los problemas de las relaciones humanas no se resuelven con enojo, se resuelven en la conversación reflexiva.

—Usted dice que las palabras crean realidad. ¿Qué piensa de la frase del Presidente Piñera cuando habló de «guerra»?

—Eso fue desafortunado, porque enfatizó el tema del enemigo y dividió al país en dos, porque la guerra es un esfuerzo de mutua destrucción. Al usar esa palabra enfatizó la dificultad o imposibilidad del encuentro. Justamente la «guerra» se acaba en el momento en que estamos dispuestos a conversar. Podría haber dicho «tenemos que detenernos a conversar», habría sido una invitación a la apertura, no a la mutua destrucción. No creo que haya sido su intención, pero fue un error.

—Si el actual modelo económico niega a la otra persona por su afán de competir. ¿Qué alternativa hay?

—Democracia. Y democracia quiere decir: primero, que queremos convivir, que queremos hacer una comunidad común. Y segundo, que nos respetamos. Y si nos respetamos, somos honestos. Y si somos honestos, vamos a ser equitativos, sin buscar ventajas sobre el otro. Si somos honestos, vamos a poder conversar y cambiar de opinión porque no estamos atrapados en una ideología. La democracia es un modo de convivir, no es una teoría política.

Pobres, pero hidalgos

El biólogo hace un paréntesis y recuerda cómo fue criado por su madre y su abuela. “Éramos pobres, pero hidalgos”, cuenta mientras ríe. Vivía en una mediagua, pero su madre tenía trabajo. El acceso a la educación gratuita fue un gran factor para que el joven “Humbertito” no tuviera una visión negativa de la pobreza en la que vivía. Pero también, la educación de su madre, la que estaba basada en amar.

—¿Qué importancia tiene el amar en esta contingencia?

—Como hablamos con Ximena, el amar es dejar aparecer, es decir, relacionarse con el otro sin exigencias, sin supuestos, sin expectativas. Jesús, les dice a sus discípulos: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”. Yo no soy cristiano, pero si usted busca cómo amó Jesús, va a descubrir que Jesús amó dejando aparecer, sin exigencias. El amar muestra lo que hay, porque uno no tiene una expectativa, lo que no quiere decir que uno acepte cualquier cosa. Porque puede ser que lo que aparece no le gusta. Hay otra cosa, lo interesante en Jesús, es que él le habla al campesino, al mundo corriente. La parábola del joven rico, dice que se acerca un joven rico a Jesús y le dice “maestro, cómo puedo acceder al reino del Señor”. Y Jesús le dice: “Reparte tus riquezas, reparte tus vestiduras, dásela a la gente”. Y el joven rico se va triste. Y después Jesús dice: “Antes pasará un camello por el ojo de una aguja, que un rico entre en el reino de Dios”. No lo condena, pero dice que el apego a la riqueza te atrapa. Dejar aparecer permite ver y ahí escoges. Ahora, lo que escoges es responsabilidad tuya. Porque no todo lo que aparece puede ser escogido por una persona que es honesta.

—A propósito de esta parábola, hay un gran cuestionamiento por el actuar de empresarios poderosos.

—Un día conversaba con un portero en la década del 60. Y le preguntaba sobre la diferencia de nuestros sueldos. Sí, que ya ganara el doble o tres veces más, le parecía legítimo porque para el portero yo tenía más educación y responsabilidades. Pero al preguntarle si la diferencia fuera de diez veces más, ya no le pareció bien. Hay un momento en que la magnitud de la diferencia pasa a ser no ética, no equitativa y se convierte en abuso. Se rompe la equidad. Y ese es nuestro problema. Puede haber diferencia, pero qué hago con la diferencia. Si gano más, ¿soy ético?

Y recuerda: “Un día un pintor que iba a la Facultad de Medicina buscando trabajo, y yo le ofrecía siempre trabajo para que me barnizara cosas, me dice ‘Profesor, yo a usted no le hago trampa'. ‘Ah, qué bueno', le digo, ‘¿y por qué no me hace trampa?'. ‘Porque usted no me hace trampa a mí', me responde. ‘Fíjese que yo le pinté la casa a una persona, y la señora me regaló ropita para los niños, y cuando esa persona me fue a pagar, me descontó lo que la señora me había regalado para los niños', me cuenta. Ese pintor, era un hombre pobrísimo, que no estudió filosofía como para hablar de equidad de esa manera. El problema es que a veces hacemos trampa, nos aprovechamos”.

—¿Qué le aconsejaría a la clase política y al Gobierno ahora?

—Yo le pediría a la clase política que fuese capaz de reflexionar sobre los fundamentos desde dónde hace lo que hace. Si uno tiene una teoría política, filosófica, y no está dispuesto a revisar los fundamentos desde donde actúa o reflexiona, va a quedar atrapado en un fundamentalismo. El problema de la clase política es que no reflexionan sobre un proyecto común, sino que actúan desde sus teorías políticas y filosóficas. Por eso se llaman Gobierno y oposición. Hace unos días vi que se reunieron a conversar con el Presidente, apareció en las noticias, e hicieron un proyecto X. Después las noticias decían que tales grupos políticos estaban preparando un “contra proyecto”. ¿Por qué tiene que ser “contra”? Porque están defendiendo ideologías. Entonces no están conversando. Yo puedo ser socialista, comunista, democratacristiano, lo que sea... pero frente a esta situación, debería ser capaz de conversar y reflexionar sobre los temas del país y no sobre las ventajas para mi partido.

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