La oficina de Jaime Fillol (73) está rodeada de ventanales. Desde ahí el extenista, mira a los jardines del campus de la Casona de Las Condes (declarada Monumento Histórico en 1982) y sede de la Universidad Andrés Bello (UNAB).

Hace 19 años es director de la carrera de Educación Física de esta casa de estudios. Quien fuera 14 del escalafón mundial en singles (1974), tiene el mismo pelo crespo de juventud, que hoy luce completamente cano.

“Este paisaje universitario parece un oasis en medio de los violentos desmanes. Estoy impactado por la crisis del país; rompieron un vidrio y dañaron uno de los muros de la parroquia Santa Rosa de Lo Barnechea, que es como mi segunda casa”, comenta.

Fillol, leyenda del tenis nacional, vive en Lo Barnechea con Mindy Haggstrom (66), su mujer estadounidense, con quien lleva 48 años casado. Sus cuatro hijos (entre 44 y 36 años) armaron sus propias familias.

Atrás quedaron sus deslumbrantes jugadas en dobles con Patricio Cornejo: la dupla llegó a la final de Roland Garros (1972) y del US Open (1974), y fue vicecampeona, junto a Belus Prajoux, de la Copa Davis en 1976 (que Chile perdió frente a Italia). Hoy, los fines de semana juega tenis en el club Valle Escondido. Sigue yendo a la red, jugando puntos cortos. “Practico con hermanos, amigos, sobrinos y nietos”, dice.

De hablar pausado y mirada serena, el abuelo de Nicolás Jarry (24), hace 23 años integra la parroquia Santa Rosa. Va a misa tres veces a la semana (sábados y domingos), es ministro extraordinario de eucaristía y colabora en misiones. “La iglesia ha reaccionado lento ante esta crisis, pero se ha manifestado ante la injusticia social. En Chile, por ejemplo, lo hicieron el padre Hurtado y el cardenal Silva Henríquez. La iglesia propuso el salario ético. Muchos sacerdotes y laicos alertaron de la situación. Pero el mensaje de la iglesia no penetra en los corazones de muchos católicos ni de los no creyentes”, comenta.

“Nicolás debe tomar las decisiones”

Cuando Nicolás Jarry (77 del ranking ATP) era niño Fillol sacaba los muebles del living de su casa para jugar tenis con su nieto. “Te imaginas hacerlo hoy, es tan grande que ya ni cabe”, dice riendo.

—Nicolás ha tenido un año irregular, además decidió finalizar su relación profesional con el entrenador Martín Rodríguez, quien también es su yerno, ¿Estuvo de acuerdo?

—Él debe tomar más decisiones y ser más autocrítico, asumir que las determinaciones en el tenis son de él. Cuando estás perdiendo empiezas a buscar razones técnicas o estratégicas que lo expliquen. A su edad, y con su juego, no es mucho lo que el entrenador puede agregar. Podría haber seguido con Martín, siempre pensé que seguirían. El problema no es qué entrenador tenga, sino que sepa que él es el responsable de resolver las situaciones en la cancha.

—¿Qué espera de su participación en Copa Davis, que comienza mañana en España? Su nieto declaró que tiene superadas sus incertidumbres en la cancha.

—Conociéndolo sé que tiene claro su propósito de rendimiento de alto nivel. Lo que está facilitado por su conocimiento cabal de los argentinos y alemanes, quienes serán sus rivales los dos primeros días. Además, el equipo está consciente de que van a una competencia que tiene una connotación patriótica importante dada la situación del país.

—¿Nicolás le pide consejos tenísticos?

—Estuvimos juntos antes que viajara a España; al despedirme no sentí necesario darle indicaciones, solo le recordé que Dios siempre está con él.

Enfermedad y religión

Figura del equipo chileno de Copa Davis entre 1969 y 1983 (de sus 73 partidos en dicha competencia, ganó 31), su primer encuentro con el deporte blanco comenzó a los doce años mientras era alumno del Instituto de Humanidades Luis Campino. Al mismo tiempo, las misas dominicales en la parroquia Nuestra Señora de Los Ángeles en El Golf, donde vivía con sus padres y sus siete hermanos, eran impostergables.

Reconoce que la fe lo ha ayudado a enfrentar la enfermedad de su mujer. Hace seis años a Mindy le detectaron una parálisis supranuclear progresiva. Un mal poco común que ocurre por un daño en las células del cerebro. Esto le afecta el caminar y el equilibrio. El signo más evidente es la incapacidad de orientar sus ojos. Además, los pacientes generalmente presentan depresión y una demencia leve progresiva. “Estoy jugando el partido más duro de mi vida, el más doloroso, pero el más lleno de amor”, enfatiza.

—Como católico, ¿qué sentido le da a la experiencia de su esposa?

—Ha sido muy complejo. Vengo rezando hace muchos años la oración “Acto de amor” del santo francés Juan María Vianney (Cura de Ars). En una parte dice: “permíteme sufrir por tu amor”. Cuando la leía, y Mindy estaba bien, pensaba: ¿quiero decir esa frase? Me chocaba. Hoy, por lo que vivo, le encontré el sentido a esas palabras. Todo el proceso también ha sido positivo. Algo paradójico considerando que la enfermedad conlleva puros problemas. Pero me he ido humanizando más por ella. Veo su esfuerzo y digo: “La tengo que acompañar”.

—¿Qué extraña de la Mindy de antes?

—La echo mucho de menos, he llorado harto (se emociona). Ella era y es una gran compañera. Resolvía todo en la casa, era muy gringa para sus cosas. Yo siempre he sido más lento para tomar decisiones. Cuando los niños eran chicos viajábamos por el tenis y ella podía andar con tres guaguas sin problema; la maternidad le salía natural. En los ochenta perdí la casa y el club, pero no me aproblemaba. Lo de mi mujer es lo más fuerte que me ha pasado en la vida; su enfermedad fue un golpe duro.

“Nos vimos 33 veces antes de casarnos”

Su ascenso en el tenis comenzó en 1965 cuando ganó una beca en la universidad de Miami donde se licenció en educación física. En su carrera ganó 21 títulos, seis individuales y 15 en dobles y fue presidente de la Asociación de Tenistas Profesionales entre 1978 y 1980.

En 1970 conoció a su mujer, oriunda de Playa del Rey (Los Angeles). En septiembre de ese año estaba entrenando con Patricio Cornejo en Los Angeles Tennis Club cuando ella pasó cerca de la cancha. Yo pensé: “Chuta, qué increíble la chiquilla”, era una rubia preciosa”. Luego se acercó a conversarle.

“Calculamos que en un año y tres meses nos vimos 33 veces antes de casarnos, en diciembre de 1971; el resto fue un pololeo por cartas”, relata.

Él tenía 25 años y Mindy 18. Los Fillol Haggstrom se radicaron en Santiago a fines de los setenta, pero cuando el exjugador perdió el Club de Tenis Jaime Fillol, que fundó con su familia en 1981, se trasladaron en 1985 a Aspen (Colorado) por tres años y luego a San Francisco (California) por cinco.

En el país del norte por ocho años jugó tenis profesional por el circuito ATP senior (Ganó Wimbledon, 1986) y tres años seguidos Estados Unidos (1984, 1985 y 1986)). “Aspen era como estar en Disney World; teníamos una parroquia a dos cuadras de la casa y vivíamos a 800 metros de un club privado”, recuerda.

Cuando se radicó en Aspen estaba en una situación financiera complicada. “Nos fuimos habiéndolo perdido todo, pero sin cancelar toda la deuda, manteniendo la casa de mis padres aún hipotecada. Pagamos los pasajes con la venta de lo que teníamos. Nos llevamos dos perros, un par de maletas y regresamos definitivamente a Chile en 1993. La lección que saco es que Dios nos dice: “Dalo todo, no es tuyo”. Fui obligado a darle el club al banco, mi casa, todo. Estaba a la deriva y me salió lo de EE.UU. Dios nunca te deja solo, lo he sentido muy cerca siempre y ahora más con lo de Mindy”.

“Dejaba los cajones abiertos”

Hace seis años notó conductas inusuales en su señora. Los primeros signos era que interrumpía las conversaciones. “Se ponía a hablar como diciendo: ‘Ya sé lo que tengo que saber'; era raro, porque nunca lo hizo. Además, dejaba los cajones de la cómoda abiertos y siempre los cerraba. Subió mucho de peso y bostezaba seguido”, cuenta.

En 2013 le hicieron una serie de exámenes y obtuvieron el diagnóstico de su enfermedad en 2016. “Pensé qué señales me pudo haber dado y no me di cuenta”, lamenta.

Hay días en que Mindy tiene más energía que otros. Fillol dice que lo que padece es “bien malo” porque no tiene cura. “Está siendo tratada para hacerla sentir menos incómoda, para que le duela menos. Es duro cuando me quiere decir algo y no le entiendo. Lo que más tiene afectados son los músculos de la cara, los ojos, la mandíbula, la garganta y el cuello. Quienes padecen esta enfermedad mueren de una neumonitis causada por el alimento y la saliva que tragan. Ella come en papillas, pero gran parte de lo que traga no va al estómago sino al pulmón”, relata.

Otro de los síntomas es que se obsesiona con ideas como querer levantarse. “Hace todo lo posible por salir de la cama, aunque no haya nadie para cuidarla”, cuenta.

Mindy sale muy poco de su cama clínica con barandas, pues se puede caer fácilmente y de mala forma. A su lado duerme su marido y durante 24 horas la cuida una enfermera. “No se la puede descuidar ni un minuto. Es una enfermedad cara, por eso no puedo dejar de trabajar, todavía no me he jubilado”, dice.

—Hablando de jubilarse, con su nieto Nicolás desde 2018 son rostros de AFP Habitat. ¿Cómo toma la molestia de la ciudadanía de “No más AFP”?

—El sistema de pensiones chileno ha sido reconocido por muchos países. Se pueden mejorar aspectos, pero no veo como una solución no más AFP. Lo importante es que sus mejoras sean pensadas en el bien común, no en el beneficio de unos pocos. El empeño hoy es revisarlo entre los agentes involucrados como afiliados, Gobierno, Congreso y empleadores.

LEER MÁS