Urgencia en la calle

La Brigada de Enfermeres

El sonido de los helicópteros, las sirenas, los incesantes gritos de las consignas y el cargado olor a lacrimógenas se han vuelto la rutina diaria del enfermero Rodrigo Núñez desde el 18 de octubre. Esa noche, antes de partir a trabajar, sintió que no podía quedarse indiferente a lo que empezaba a ocurrir en Santiago. Menos como profesional de la salud. “Me metí a varios grupos de enfermeros en Facebook y escribí: ‘No podemos quedar ajenos a esto, es nuestro deber apoyar a la gente que está en la calle'. El mensaje prendió full. Me empezaron a escribir y cuando ya teníamos un grupo bien grande, lo compartí en mi cuenta, que además estaba vinculada con Twitter. Ahí lo compartieron más de 4 mil veces”, recuerda, mientras su radio suena de fondo.

Al día siguiente, cientos de profesionales de la salud, no solo enfermeros sino también médicos, paramédicos, técnicos y estudiantes, tomaron los pocos insumos que tenían disponibles y salieron con dirección a Plaza Italia. “Agüita con bicarbonato, un par de gasitas, unas vendas. Así se formó lo que bautizamos como La Brigada de Enfermeres”, cuenta Rodrigo. Una de muchas que hay repartidas por Santiago, Temuco, Antofagasta, Valparaíso y Coquimbo.

Sin mucha claridad de qué se encontrarían en las manifestaciones, primero definieron puntos donde sentían que podían trabajar tranquilos cerca de los lugares críticos. “En Santa María con Pío Nono, en un pequeño jardincito al lado de la facultad de Derecho de la Chile, armamos un box de atención. Teníamos toldos y camillas, pero hace como una semana, la gente de la Feria Artesanal que está al frente nos brindó gratuitamente un espacio. Porque la policía nos reprimía, y así lo planteé en la Comisión de Derechos Humanos, Nacionalidad y Ciudadanía del Senado”, dice, refiriéndose a la invitación que le hicieron el 4 de noviembre.

Ahí dio cuenta de lo que han visto durante este mes de trabajo no solo ellos, sino una serie de otros equipos que se han organizado para salir a ayudar en las movilizaciones, desde el Pikete de Salud de los alumnos de medicina de la Universidad de Chile, la brigada de Primeros Auxilios de la Usach y la fundación Salud a la calle, entre otras.

“Somos un grupo de profesionales y técnicos conscientes de la necesidad imperiosa de brindar primeros auxilios, dada la cantidad de lesionados por la represión policial. Todos nuestros recursos vienen de donaciones y de nosotros, muchos profesionales cesantes. No tenemos seguro, pero utilizamos cascos, antiparras, mascarillas y en el mismo puesto tenemos un acrílico antibalines donde tratamos los casos más graves”, explicó Rodrigo al presidente de la comisión, Alejandro Navarro. Pero a pesar de la protección, avisos escritos de que están prestando primeros auxilios, e incluso levantando sus brazos, son blanco de ataques de carros lanzaguas, que mojan a voluntarios, heridos e insumos, además recibir en varias oportunidades bombas lacrimógenas en su espacio de trabajo.

Al 4 de noviembre ya habían atendido cinco traumas oculares, 116 impactos penetrantes por balines, un impacto de proyectil balístico, tres traumas encéfalo-craneales. En total, seis pacientes fueron trasladados a hospitales por Samu, y 25 por vehículos particulares. Hasta el martes, estimaban que solo la brigada de Rodrigo había brindado alrededor de 700 atenciones. “Tenemos equipos de avanzada permanentemente al centro de las marchas y traen a los heridos más complicados. Y hay brigadas en Santiago Bueras, en calle Reñaca, y al lado del Crowne Plaza. Igual, a Pío Nono llega lo más complejo porque tenemos más capacidad”, explica. Como el caso de Gustavo Gatica, que el pasado viernes llegó a uno de sus box. “En esas situaciones de emergencia, nosotros cubrimos y trasladamos. Y solo aquí nos han tocado entre siete y ocho casos”.

El equipo se reúne de lunes a domingo, a partir de la una de la tarde, para planificar la jornada, que se mantiene activa hasta alrededor de las ocho. Tienen áreas de trabajo para manejar la llegada de pacientes y las atenciones se dividen en dos: las respiratorias producto de los gases, y las de impacto por armas de fuego, principalmente por proyectiles no balísticos, heridas por bombas lacrimógenas, golpes por objetos contundentes y caídas desde altura. “Cuando ves todo esto, solo quieres ayudar. Nuestra intención es esa, nuestra pega es con el pueblo”, dice Rodrigo mientras de su radio lo interpelan.

Aquí Pío Nono. Copio —responde.

—Vamos a trasladar a un masculino a pie, el cual sufrió agresión por parte de Carabineros. Tiene un corte, sin profundidad, pero vamos a derivar —se escucha desde la radio.

—Copiado, informo a box —dice Rodrigo y le grita a un miembro del equipo. —¡Pancho, se dirige un masculino con corte en la cara! 30 años, con un corte en la cara. Vienen los chiquillos del equipo beta.

Legítima defensa

Abogados voluntarios en su tiempo libre

Álvaro Núñez (31) y Constanza Gumucio (28) son abogados titulados de la Universidad de Chile y después de los hechos del 18 de octubre están asistiendo jurídicamente la defensa de detenidos por Carabineros. Ellos han decidido hacer un aporte a la sociedad y ser parte de los miles de abogados o estudiantes de leyes que se han sumado desde distintos lugares y posiciones, para apersonarse a las comisarías y monitorear el estado y los procedimientos del abultado número de detenidos que se han registrado durante las marchas.

“Esta iniciativa surgió porque tenía ganas de hacer mi parte y poner mi profesión al servicio de la comunidad”, dice Álvaro Núñez y sigue: “Entonces me puse a verificar cómo están los detenidos, dado que una garantía fundamental es el derecho a la defensa judicial. Desde ese plano, he asistido a verificar el estado de los detenidos, chequear si se les han comunicado los cargos y otra serie de constataciones”.

“Lo hacemos en nuestros tiempos libres”, agrega Constanza. “Tenemos otros trabajos y nos damos tiempo para ir, en especial cuando hay marchas, porque ahí aumenta el número de detenidos”.

Para ambos, este mundo resulta algo nuevo porque su especialidad es el derecho medioambiental.

“Muchos de los abogados que estamos haciendo este voluntariado no es que nos dediquemos a esto como especialización, entonces al principio nos costaba entender bien cómo proceden los protocolos policiales y tuvimos que aprender rápidamente para poder hacerle frente a todo el trabajo que había por delante”, cuenta Álvaro.

“Sí, todo este proceso ha sido un aprendizaje enorme”, agrega Constanza. “En las comisarías que visité durante la primera semana, pude notar que la disposición de los carabineros no era la mejor. Solo decían que tenían que seguir el protocolo y las cosas se demoraban más de lo debido, dilatando mucho el acceso de los abogados a las condiciones de los detenidos”.

Álvaro recuerda que durante esa semana hubo muchos voluntarios de distintas organizaciones sociales, juntas vecinales, etc., que se instalaban en las comisarías de punto fijo, como él.

“En algún momento fue complejo ver el listado de detenidos, por ejemplo, pero no pasaba en todas las comisarías. En otras se lograba entrevistar a los detenidos o uno hacía las veces de salvoconducto con los familiares”.

Si bien al inicio del proceso los voluntarios se toparon con ese tipo de obstáculos; la relación con las comisarías estaría mejorando, incluso en el contexto de la protesta, la tensión callejera, la adrenalina de la marcha recortada por los gases lacrimógenos y el ensordecedor ruido del caos.

Álvaro habla no desde la teoría del mapa, sino que desde el territorio de la marcha de ayer jueves en Santiago, en conmemoración al primer aniversario de la muerte de Camilo Catrillanca: “Ha trascurrido un mes y gracias al esfuerzo de los voluntarios y voluntarias de varias organizaciones sociales y estudiantiles se han logrado una serie de conquistas: órdenes de la autoridad judicial, distintos recursos de amparo, documentos públicos que reiteran la obligación de garantizar la publicidad del estado del detenido, de garantizar el derecho a la debida defensa, en el entendido de que el INDH no es el único que puede verificar el estado de los detenidos en las comisarías, toda vez que toda persona tiene derecho a una defensa judicial, lo que incluye verificar el estado del detenido”.

Constanza Gumucio también reconoce una evolución en este escenario. “Hoy nos dimos cuenta que el trabajo de carabineros está más fluido, nos da la idea que fueron capacitados en que los registros son públicos, por ejemplo; claro, hay excepciones, pero al parecer se trata de una labor que está más facilitada.

El registro de las víctimas

Proyecto AMA

La cineasta Patricia Rivera y el periodista Claudio Pizarro están explicando a su curso de periodismo de la Universidad Alberto Hurtado cómo han montado el sitio web del Proyecto AMA, un innovador archivo digital que da rostro y voz a quienes han sufrido la violencia física desde el 18 de octubre pasado. Ese mismo día dieron forma a este proyecto interactivo que los tiene a ellos y a cuatro profesionales más trabajando en la calle y reporteando en salas de hospitales para recoger los testimonios de una decena de personas cuyos derechos habrían sido atropellados por carabineros y militares, con y sin estado de excepción.

El proyecto AMA se presenta bajo la forma de un mapa digital de la Región Metropolitana (ya están elaborando contenidos de casos de regiones) y a solo un clic de distancia de conocer, por ejemplo, la historia de Lenny Montanares, de 18 años, herido por balines de carabineros en Plaza Italia: once perdigones se incrustaron en su cuerpo. O el caso de Miriam Abello Díaz, de 55 años, trasplantada de corazón y con una pierna amputada, con una deuda de 37 millones al sistema privado de salud, y que por salir a protestar en la comuna de Pedro Aguirre Cerda recibió dos perdigones de vuelta. O la historia del gásfiter Alejandro Muñoz Fuentes, de 36 años, quien deberá pagar 36 millones de pesos en la clínica donde lo internaron por recibir una lacrimógena en el ojo, a no ser que logre que a su caso se le aplique la ley de urgencia.

“Este mapa, que es la primera interfaz con la cual uno se enfrenta cuando entra al sitio, muestra los puntos rojos donde ocurren estos hechos de violencia”, cuenta Patricia Rivera. “Es una manera distinta de ver la información, porque ver las cosas sobre un mapa te da otra comprensión de la realidad. Estética siempre es ética, creo yo”, dice la cineasta, convencida de que la apuesta visual del proyecto es fundamental para hacerlo amigable para un público como sus propios estudiantes.

En el caso del joven Carlos Acuña, de 24 años y quien recibió un balín cerca de su ojo en Melipilla por parte de Carabineros, a menos de tres metros durante una marcha pacífica y sin mediar provocación, hay un video donde se recoge el momento del ataque de los uniformados y, después, ya en recuperación, el testimonio del afectado. El relato deja los pelos de punta. Al igual que los nuevos videos y testimonios en los que trabajan para poner en línea.

Para el periodista Claudio Pizarro, el otro gestor detrás de esta apuesta, el motor principal para comenzar Proyecto AMA fue dar voz a las víctimas de abusos que no parecían tenerla en los medios y canales mainstream.

“Al comienzo del estallido, varios colegas comenzamos a tener recuerdos de la dictadura con las imágenes que iban apareciendo en redes sociales. En un momento pensamos recopilar, pero si recopilabas era como el Blog del Narco, un espectáculo de la violencia por la violencia. Había que darle un contexto, una mirada y buscar las voces y rostros de las víctimas”, cuenta. Agrega que consideran crucial poner fotos de cómo era la víctima antes del abuso de poder de parte de la autoridad. La expresión alegre de Carlos Acuña, por ejemplo, contrasta con su rostro con cicatrices y un hematoma en su ojo después del balazo policial en su cara.

¿Han encontrado problemas al entrar a hospitales para entrevistar a algunas víctimas?

Claudio Pizarro: A nosotros nos sacaron del Salvador. Estuvimos con uno de los estudiantes heridos, pero tuvimos dificultades de ingreso. Los mismos guardias dijeron que estaba prohibido que entraran periodistas. Tuvimos una discusión más o menos fuerte y al otro día entramos como visitas. Hay restricciones de acceso.

El Proyecto AMA es autogestionado, voluntario y Patricia y Claudio lo llevan adelante en sus tiempos libres o académicos.

“Dormimos poco con tal de editar las imágenes”, cuenta Patricia, y agrega que además del trabajo de edición de imagen, también escriben los textos”. Los relatos están escritos en primera persona, una decisión editorial que les otorga enorme potencia testimonial, y que hace casi imposible no sentir empatía por las víctimas. Por lo menos, para alguien con un corazón latiendo en el pecho.

Al rescate de los animales

Vets SOS

La noche del 20 de octubre, la alumna de medicina veterinaria de la Universidad Mayor Trinidad Alvear (22) estaba impactada con los videos que se tomaban todas sus redes sociales. Uno en particular la movió de tal manera que tomó el celular y creó un grupo de WhatsApp. “Un perro le estaba ladrando a un militar o a un carabinero, y este lo mató de un disparo. Cuando vi eso, dije: ‘Hay que salir a hacer algo'. Si yo veo que un carabinero le va a disparar a un perro, me tiro arriba para salvarlo y me lo llevo. Los perros reaccionan porque ven a gente desconocida que ataca a otros y se asustan. No entienden nada de lo que está pasando y hay que sacarlos de ahí”, explica.

Eso es lo que le dijo a José Pablo Pérez de Tudela, con quien creó el grupo convocando a varios de sus compañeros. La idea era organizarse para salir a la calle a rescatar a todos los animales que encontraran perdidos, desorientados o atrapados en medio de las manifestaciones. “Lo compartí pensando que nadie se iba sumar, pero al rato había como 200 personas en el grupo y no solo veterinarios. Toda esa primera semana fuimos casi 30 estudiantes los que salimos a caminar por el centro en busca de los perritos que nos necesitaran”, dice Trinidad.

Con un pequeño kit de primeros auxilios autofinanciados, vistiendo las pecheras que los identifican como veterinarios, o delantales con la leyenda “estamos ayudando” junto al dibujo de una huella de perro, su principal misión era alejarlos de las zonas de conflicto, para así controlar su ansiedad y miedo. “Ellos sufren mucho, sobre todo en Plaza Italia. Ahí la mayoría de los locales están cerrados, nadie los alimenta, entonces están muertos de hambre y deshidratados. Además, las lacrimógenas los afectan muchísimo”, agrega la estudiante. Hasta ahora han sido dos los casos más graves: un perro con cinco heridas de perdigones en la cabeza y otro atropellado. A ambos lograron derivarlos a clínicas veterinarias y ya están recuperados.

En su primera semana en acción, bajo el nombre de VetsSOS, definieron un método de trabajo y sus prioridades. Primero, eligieron puntos de atención con mayor resguardo —atrás del edificio de Telefónica, en calle Purísima o bajo ciertos árboles del Parque Forestal—, y se dividieron las funciones. Mientras unos asisten, otros avanzan en la búsqueda de más pacientes. “En esos días nos llevamos un total de 17 perros callejeros a casas temporales. Había varios con chip, pero ninguno tenía registro asociado y por mucho que compartimos sus fotos, nunca nadie los reclamó. Hoy 16 tienen hogar definitivo”, cuenta Trinidad.

Con el apoyo del profesor y también bombero Pablo Krauss, además de fundaciones animalistas, otros veterinarios y la misma gente que los ve en terreno, lo que comenzó como una acción espontánea se fue consolidando. Una vez creadas las redes sociales del grupo, empezaron a llegar las donaciones y con ellas, la posibilidad de hacer de esto un trabajo más constante. “Así podemos no solo alimentarlos, sino también esterilizarlos y vacunarlos. Compartimos una cuenta para que nos depositen, pero también muchas personas en la calle nos entregan implementos”.

Con los días, el equipo ha tenido que disminuir la periodicidad con la que salen a la calle, pero a largo plazo quieren potenciar su labor. Trinidad cuenta con orgullo que su idea, a la fecha, ha ayudado y quizás salvado la vida a cerca de 50 perros. “Ahora somos alrededor de diez, y aunque a los perros que estamos asistiendo no hemos podido llevarlos a otro espacio, los tenemos identificados para hacerles seguimiento”, agrega.

Para concretar el deseo de rescatarlos a todos, VetsSOS ya cuenta con el apoyo de su propia escuela, que tiene campos clínicos donde podrían esterilizarlos y luego reubicarlos temporalmente durante sus postoperatorios. “La directora de carrera está dispuesta a ponernos todo a disposición. La universidad ahora está en paro, pero en cuanto se deponga podremos usar esos espacios. Mientras, ella se comunica con nosotros constantemente para saber qué necesitamos”.

Por el momento, el centro de operaciones continúa siendo el WhatsApp y los alrededores de Plaza Italia. “Se puede poner difícil, pero es muy bonito ver cómo la gente, en medio de todo, sale a ayudar. Porque no somos los únicos. Nos hemos encontrado con grupos que están haciendo lo mismo. Hemos compartido insumos, nos dateamos y cuando tienen algo más complejo, nos avisan. Las personas que marchan también están muy atentas a nuestra labor. Incluso, nos ha tocado ayudarlos a ellos, cambiándoles parches o asistiendo algunos cortes. Esa es otra cara de las manifestaciones”.

Comunicadores en la calle

Red estudiantil de información

Pocos días antes del 18 de octubre, las estudiantes de periodismo en la Universidad Católica Karina López y Micaela Marchant conversaban con su grupo más cercano sobre las ganas que sentían de salir a la calle a trabajar. Para ese viernes se había llamado a una evasión masiva en el metro y tenían la sensación de que reportear era demasiado importante. Nunca pensaron que lo que pasó ese fin de semana las llevaría a fundar un medio: la Red Estudiantil de Información, que en un mes de funcionamiento ya cuenta con cerca de 35 mil seguidores entre Twitter (@chile_rei) e Intsagram (@rei_chile).

“En el grupo de WhatsApp de nuestra generación, el primer domingo con toque de queda nos organizamos para la marcha del día siguiente. Ahí mismo propuse que creáramos otro grupo para que los que quisieran salir a reportear nos pusiéramos de acuerdo. Armamos un drive para dejar nuestros contactos de emergencia, y avisamos desde dónde estaríamos informando”, cuenta Karina sobre la noche en que nació REI Chile.

Son alrededor de 80 estudiantes de periodismo, dirección audiovisual y publicidad, ya no solo de la UC, sino también de la Universidad Diego Portales, de los Andes, la Universidad de Concepción, de la PUC de Valparaíso, entre otras, que salieron a cubrir el estallido social que recién comenzaba en Chile. “Todo partió desde nuestra propia voluntad y nuestros recursos: el celular, audífonos, las ganas y el compromiso de que haríamos la pega con responsabilidad”, afirma Micaela.

Tenían claro su fin: mostrar que lo que ocurría con la gente era mucho más de lo que se veía repetitivamente en la TV. “Nos propusimos cubrir las áreas principales para abordar el tema desde una mirada global. Hemos estado en los puntos de las manifestaciones más grandes: Plaza Italia, Plaza Ñuñoa, las cercanías de La Moneda; con autoridades y FF.AA. para comunicar la información oficial; y en el transporte; hospitales y comisarías”, agrega Karina, que junto a Micaela asumieron como editoras generales.

Comenzaron a operar el 21 de octubre y desde entonces, todos los días a partir de las 8 a.m. Con flujos de información activos según la contingencia, la premisa es comunicar desde la veracidad y el pluralismo. “Primero se establecieron dos criterios: todos los videos y fotos son de nuestros reporteros, nada que sea viral se publica, excepto que lo hayamos corroborado con testigos o con las mismas fuentes. Y por otro lado, nada se publica si no está verificado”, explica Karina.

En casi un mes de funcionamiento, el equipo tiene una estructura clara: son 14 editoras, un editor y más de 100 reporteros en terreno repartidos por la Región Metropolitana, Valparaíso, el Ñuble, Biobío y algunos colaboradores en otras regiones. Con entrevistas a alcaldes, parlamentarios, representantes de la comunidad estudiantil y artistas, además de la voz de la ciudadanía en la calle, REI Chile ahora comienzan la etapa de plantearse cómo mantener el medio en el largo plazo. Porque lo que partió como una reacción desde la urgencia, hoy quieren consolidarlo como un aporte al derecho de la información de los chilenos. “La primera semana el foco era el minuto a minuto, pero eso ha bajado. Porque sí, la manifestación es importante, pero hoy la imagen de la señora caceroleando ya no es tan relevante. Estamos destacando otras cosas, y más en profundidad, como los casos de hospitales. Y ya hemos seguido distintos casos, uno está publicado y ahora estamos trabajando en otro. Tenemos un caballero en Buin que terminó con muerte cerebral. Ha sido lento porque queremos tener todas las partes: fiscalía, Carabineros, la familia, testigos, etc.”, explica Karina.

Micaela agrega: “Esa es la ruta que queremos seguir para formalizar el proyecto. Creemos que hace falta esa mirada más profunda y hacerse preguntas que no se están planteando oportunamente en otros espacios”.

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