Los cánticos resuenan a lo lejos, como un zumbido, entre pitos, golpes de fierros, latas, detonaciones y fuegos de artificio. Son las 3 de la tarde y en Plaza Italia ya hay cerca de 500 personas. Algunas escaramuzas con carabineros auguran que la tarde puede traer nuevos incidentes.

A lo lejos, en el sector de la calle Miguel Claro y Providencia, comienza el operativo de todas las tardes: tapiar vitrinas, puertas y accesos de locales y edificios.

Entre el Puente del Arzobispo y la calle Tobalaba hay más de 100 fachadas de comercios y edificios que evidencian distintos ataques, la mayoría con impactos de objetos contundentes, pintura, rayados y vidrios quebrados.

En el Liguria de Manuel Montt ya no hay tiempo para sobremesas largas. Entre las 3 y las 4 de la tarde el público se va. A esa hora mucha gente camina por las calles y busca la forma de llegar a sus casas. Muchos evitan el metro.

Los locatarios del sector se quejan, dicen que el público ha bajado en 40%, en los lugares de mejor suerte, y hasta en 60% en otros que han caído en desgracia desde que comenzó el estallido social.

Ya son las 4 de la tarde y en casi todas las cuadras hay trabajadores realizando faenas. Algunos locales optan por cerrar sus vitrinas con madera, otros con latas de techumbre y algunos con gruesas placas de acero y soldadura.

Ya no hay canon estético que valga, la idea es proteger los lugares y los materiales utilizados se convierten en improvisadas pizarras en los que a diario aparecen mensajes y rayados con diversas consignas. Suenan taladros, martillos, remachadoras, máquinas soldadoras y el desfile de personas cargando latas, planchas de madera y materiales de construcción es parte del panorama habitual.

El recorrido se hace monótono y llama la atención el estado que exhibe la iglesia ortodoxa de la esquina de Pedro de Valdivia con Providencia, cubierta por grandes planchas de madera.

Muy cerca de ahí, el edificio de la AFP Provida, ha sido blanco predilecto de algunos ataques. Hoy está cubierto con latas hasta el tercer piso e incluso un puente que conecta dos de sus plantas, y que queda a la vista en la vereda sur de la calle Providencia, fue cubierto para que no fuera vandalizado.

En el sector del Metro Los Leones, todo pareciera estar cerrado. Algunas farmacias, completamente cubiertas de protecciones ostentan hojas impresas, pegadas en el exterior, con el mensaje “Abierto”. Pero, a eso de las 4, los trabajadores comienzan a sacar los letreros en señal de que la hora de cierre se acerca.

El Kika, el Lomit's se van quedando sin público. Una cuadrilla de carabineros en moto recorre Providencia en toda su extensión.

El Costanera Center, forrado en latas, alberga a un grupo de jóvenes bailarines frente a un pequeño grupo de espectadores. La situación le da cierto un matiz de normalidad al sector. En la mayoría de los locales, las cortinas se bajan a las 5.

Quedan tres personas en el Starbucks, mientras el personal instala sus rutilantes protecciones de latas y puntas de fierro.

Nos cuentan que hacia arriba, por Apoquindo, el panorama el similar, hay bancos y comercios tapiados hasta el Camino el Alba en el sector de San Carlos de Apoquindo.

Cerca de las 6 de la tarde Providencia se va quedando vacía, se sabe que en la Plaza Italia ya hay incidentes y el efecto de los gases se hace sentir en dirección al oriente. “Váyanse, muchachos… se van a dar cuenta de que son de la prensa y les pueden hacer algo”, nos dice una señora que sale de un local de Castaño que está cerrando sus puertas y será sellado desde el exterior. “No nos moverán, no nos moverán”, le decimos con el móvil en marcha. Es hora de regresar.

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