Después de un centenar de años, Lo Rojas aún semeja un feudo. No es que rija la potestad de un señor o la obediencia de unos vasallos, sino porque está ensimismado, protegido, casi defendiendo un castillo.

Ni ocultos ni escondidos, sus habitantes celan una identidad hecha de antigua y solitaria manera de estar.

La geografía también aporta. A las espaldas del villorrio una cadena de montañas —Las Piedras Trepadas, Las Mulas y El Cobre— lo encierran en una U invertida. Al frente de su entrada principal, corre el cauce del río Aconcagua. Solo un camino lo conecta con Boco, Quillota y La Cruz, tras unos 50 minutos de recorrido. En ese protegido nido geográfico, siempre aislado estuvo Lo Rojas. “Eramos muy desconocidos”, “abandonados de las autoridades”, “solo mirándonos las caras entre nosotros…”, recuerdan ahora, sonriendo.

Sin embargo, en enero de este año, sobre el río se inauguró un puente vehicular de 246 m de largo que en 5 minutos lo conecta con el centro de la ciudad de La Cruz. Para los rojinos, fue un logro urbano muy anhelado: “Nuestros padres fallecieron esperando”, recuerdan.

Pero tener un puente genera complejidades y suspicacias. “No podemos dormir con tanto tráfico”, dicen algunos. También, están atentos a la llegada de ladrones de paltas; a los vehículos que no se conocen. Habrá que nombrar y señalizar las calles…

Puente de cimbra y aguas

Entonces, ya se puede cruzar el río. Casi como un contrasentido lo hacemos por el angosto y maravilloso puente de cimbra que hace 17 años se mece sobre el cauce. Es una elección afortunada. Es que la pasarela colgante permite una pausada visión del río, su vegetación y, sobre todo, su avifauna. Entre las chilcas y raíces de los sauces chilenos, corren los pidenes y las pollollas entran al agua. Acuatiza un pato jergón y unas garzas lo miran. Lo más espectacular es el vuelo cadencioso de un trile, ave casi extinguida, absolutamente negra y con unas plumas amarillas en “los hombros” de sus alas.

Entrar al poblado por el puente nuevo o el de cimbra es como avanzar hacia una fortaleza. Una amplia avenida recibe. Flanqueada de palmeras, lleva a la antigua casa patronal de la familia Mex, oculta entre los árboles. A su alrededor caracolea el gran sendero madre que conecta el caserío disperso, parcelas y tres fundos que perduraron: Las Canteras, Los Faisanes, San Manuel…

No son muy conocidos los orígenes del lugar. Se habla de “unos Rojas”, familias de ese apellido que habrían estado allí a comienzos del siglo XIX. Más documentados son los nombres de Domingo de Osma y de Ernesto Bertelsen con haciendas en el área hacia fines de ese siglo y comienzos del XX. Siempre fue un fundo ganadero: lechería, crianza, engorda, siembras de maíz y alfalfa. En 1924 tenía 90 hectáreas de terreno regado y 3.000 de bosques. Aguas permanentes corrían por los esteros del Canelillo, el Parque, La Cantera. Hoy están secos. Aparte de muchos pozos, se riega con los antiguos canales El Rojino, nacido en Nogales, y el Canal Mauco, que se desprende del Aconcagua.

Alrededor de 1940 el fundo perteneció a Carlos Andwanter, un alemán valdiviano. Fue quien trazó el camino hacia El Boco. En 1945, Ernesto Mex Andwanter compra los derechos a los demás herederos y de todas las tierras hace una sola propiedad, el fundo Lo Rojas. En 1958, su hijo Harald asume la administración y de esta época se recuerda la construcción de la escuela rural y, sobre todo, la del primer puente colgante sobre el río hacia La Cruz. Esto fue una gesta heroica, pues muchas veces las crecidas del río se los llevaban, pero los volvían a construir. En 1965 otro fue hecho con vigas de acacia. Nuevamente los temporales lo destruyen, aunque dio las directrices formales del que aún permanece, que es una joya testimonial. Ojalá permanezca.

La Reforma Agraria cambió y multiplicó la propiedad de la tierra, dividiéndola en tres partes. Una se reservó para el fundo y las otras en una treintena de parcelas que se ubicaron en los sectores de Los Faisanes, El Canelillo, Los Olivos, Las Canteras, Cabrerías…

También cambió la economía base. Tras la ganadería aparecieron los cultivos de duraznos, chirimoyos, paltos, cítricos. Hacia los años 80 se cultivaron tomates, claveles, pimentones, en invernaderos. En los años 90, las plantaciones de paltos comenzaron a subir a los cerros.

Pasadizo de aves

El atractivo de Lo Rojas es que aún es un lugar verde, cuando en otros ya se vienen los ocres de la sequía. La Quebrada de las Canteras muestra lo que fue la abundante potencia del agua, y aun mantiene, por sus orillas, flora nativa de litres, peumos, barraco.

El villorrio, al fin, está cercado por un río y al pie de un cordón montañoso. Se muestra como uno de los últimos ejemplos de poblados que se desarrollaron en torno de la casa hacendal. A sus pies, el cauce del Aconcagua es un pasadizo de aves y sus altos cerros son enigmáticos, pues han sido poco explorados. Los ciclistas, sobre todo en el camino que lleva a Boco, lo han hecho pista de sus recorridos.

Lo Rojas, con su nuevo puente, está a cinco minutos de La Cruz y merece una visita respetuosa, seguro que desde allí se elogiará la fidelidad y el celo que sus habitantes sienten por su suelo fortificado.

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