José Miguel Manzur tiene que detenerse a pensar en qué días sucedieron las cosas. “Ha sido muy caótico todo”, dice el gerente general de Inversiones San Jorge (ISJ), que administra 165 mil metros cuadrados para renta industrial y comercial, principalmente en la Región Metropolitana. Todos de la familia Manzur. Sin embargo, su activo más querido es el Mall Paseo San Bernardo, el que se encuentra en el terreno que antiguamente era la casa del abuelo que llegó de Belén (Palestina) en 1905.

“He vivido con el celular prendido todo el tiempo. El domingo me avisaron que estaban saqueando el supermercado Alvi. Ese local es nuestro y lo arrendamos a SMU. No dejaron nada. Ese mismo día, a eso de las cinco de la tarde, unas cincuenta personas rompieron las rejas metálicas del mall en San Bernardo, alcanzaron a estar tres minutos dentro del centro comercial antes de que llegara la PDI. Apenas escucharon las sirenas, salieron arrancando. Era un grupo de jóvenes de entre 15 y 30 años, algunos tenían la bandera chilena en el cuello, otros no. Teníamos los extintores a mano y los usaron para romper las vitrinas. Muy cerca nuestro, llegaron los militares a custodiar el Líder que también estaba siendo saqueado, la gente se retiró y volvió a robar cuando vieron que se levantó la vigilancia”.

—¿Qué te ha afectado en estos días?

—Yo nací en 1972 y en los últimos 30 años no había vivido nada parecido a lo que he pasado en estos días. Nunca me había tocado ver a un hijo con miedo. Tengo cuatro hijos y el de 12 años tiene mucho miedo. El centro comercial en San Bernardo era el gran proyecto de mi papá y mi hijo tiene un vínculo fuerte con su abuelo; se impactó mucho cuando escuchó que lo habían saqueado. ¿Por qué tanta violencia?, preguntaba.

—¿Le diste una explicación?

—Hemos hablado de la necesidad de mejorar la calidad de vida de las personas, porque Chile es un país muy desigual. Le aseguré que como empresario yo he tratado de poner a las personas en el centro de la organización, que las tratamos bien y no las consideramos un número. A mi hijo le violentó muchísimo ver la vulnerabilidad a la que uno está expuesto cuando un país se rebela.

—¿Te sentiste reflejado en él?

—Sí, por supuesto que sí. No me había tocado de adulto sentir miedo. Viví bajo el gobierno de Pinochet que era bastante extremo. En esa época nadie jugaba con la autoridad. El toque era toque de queda: simplemente no se podía salir. No había tenido antes esta sensación de falta de control. También me quita el sueño sentir la fragilidad de las instituciones. Se rompen las reglas del juego y nadie respeta a la autoridad. Es como estar en el Far West. Me sentí vulnerable como persona y como empresa.

“La gran mayoría no está ni ahí con hacer daño”

—¿Qué hiciste para aminorar el miedo de tu hijo?

—Casi una semana después, recién este sábado 26, pudimos abrir prácticamente todos los locales y lo llevé al mall. La municipalidad nos había pedido que abriéramos el área de servicios para que la farmacia comunal funcionara, por lo que habíamos comenzado a operar en forma parcial el jueves de 10 a 2 de la tarde. Pedimos resguardo de Carabineros porque de otra manera no íbamos a abrir. Sin apoyo, no nos sentíamos seguros. Ese sábado estaba mi familia entera: el gerente de operaciones, la gerenta del mall, Carolina Manzur. Este es un negocio que lo cuida la familia y algunos gerentes externos.

—¿Cuántos familiares trabajan contigo?

—Hoy somos seis. Mi tío Jorge Chucre Manzur es el presidente y cinco primos están en la operación. Jorge Antonio y yo somos pares y lideramos la tercera generación.

—Igual que la calle Chuce Manzur…

—Eso no es casualidad. En 1956 se compraron las propiedades de ese pasaje en Bellavista. Un año después falleció mi tío Chucre, hermano de mi abuelo Jorge, y en su honor le cambiaron el nombre a la calle.

—¿Desconociste a las personas que viven en San Bernardo después de lo sucedido?

—Cuando vi cómo hicieron pedazos la municipalidad y le rompieron todos los vidrios, me sentí en territorio extranjero. Delante del municipio, los funcionarios estaban limpiando una estatua de Bernardo O'Higgins. La alcaldesa Nora Cuevas estaba allí también y recibía los insultos de un grupo de manifestantes. Mi primo Jorge Antonio se acercó a saludarla como una forma de respaldarla en un minuto difícil para ella. Ver a San Bernardo así, es muy duro.

—¿Son sectores amplios los que participan en los destrozos?

—Insisto en que es un pequeño porcentaje de la población que está delinquiendo. La gran mayoría “no está ni ahí” con hacer daño. Prefiero quedarme con el millón doscientas mil personas que marchó de manera pacífica en Santiago el viernes y con la tranquilidad que se vivió el lunes 28 en San Bernardo. No quiero que por una minoría se ensucie el tema de fondo: la desigualdad social. La violencia de los actos terroristas y de la delincuencia no puede invisibilizar el reclamo legítimo de la gente.

—En San Bernardo, la municipalidad llamó a cabildos ciudadanos…

—Son buenas esas instancias ordenadas de diálogo y de ideas. Espero que las ideas que se planteen lleguen de alguna manera adonde tienen que llegar y que las tomen en cuenta, de otra manera estamos jugando con las personas.

“Me encantaría reivindicar nuestro liderazgo, con hechos”

—¿En qué te afirmas para decirle a tu hijo que eres un buen empresario?

—He ido adoptando distintas medidas como flexibilidad laboral y sueldos dignos.

—¿Llegan a los $500 mil?

—En la gran mayoría de nuestros 50 trabajadores sí, si sumamos el sueldo líquido más la colación. En el caso de los aseadores puede ser un poco menos. (Me pasa un listado con los beneficios). Tenemos, además, un seguro de vida y de salud para cada trabajador y grupo familiar, damos aguinaldos, bonos por nacimiento de hijo y de matrimonio y la asignación familiar para comida es de $5.500 diarios. Apoyamos a los trabajadores que quieren comenzar o continuar sus estudios, salimos a las dos de la tarde los viernes y las vísperas de fin de semana largo, eso para los cargos administrativos. Damos préstamos de empresa también.

—¿Cuál fue la conversación que tuviste al interior de la empresa cuando comenzaste a tomar estas medidas?

—Nos aplaudieron.

—¿El directorio también?

—Si el directorio no está convencido de los cambios, a duras penas un gerente general puede avanzar. Primero que nada hay que seducir a la cabeza y cuando esta se da cuenta que el recurso humano es lo que marca la diferencia, todo se hace más fácil. Tenemos la convicción de que para ser una empresa rentable y sostenible en el tiempo, hay que invertir en las personas. Eso es hacer las cosas de manera inteligente.

—¿Te costó convencer al directorio?

—Me costó, pero pienso que mis valores y principios como empresario se prueban cuando me tocan el bolsillo. Esos son los momentos de prueba de verdad. Si no estoy dispuesto a hacer cambios, es fútil y retórico. Solo maquillaje. Los cambios requieren de un esfuerzo económico. Uno invierte como todo empresario apostando que una buena siembra lleva a una buena cosecha. Obviamente, no puedo hacer todo de una vez, las cosas deben ser graduales y bien articuladas, porque así se sostienen mejor. De hecho, hemos tenido mejores resultados y en el área de administración no tenemos casi rotación.

—¿Te sientes muy inseguro todavía?

—El lunes quedé muy afectado cuando vi que quemaron los locales en el centro de Santiago. ¿Qué más quieren? Hubo cambio de gabinete, ya se tomaron algunas medidas, sé que falta mucho, pero no deberían ocurrir más quemas. Cuando por una causa justa, se descuida el medio y nos faltamos el respeto, se ensucia la causa. Tenemos que cuidar las formas… Me acuerdo de cuando mi papá me decía que los empresarios eran admirados porque construían el país y hoy día, por culpa de algunos, destrozamos la imagen que teníamos. Me encantaría reivindicar nuestro liderazgo, pero con hechos. Esta situación de inequidad no se sostiene más.

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