Por Gonzalo Vial

En Chile, para cualquier gobierno, siempre ha sido peligroso alzar o permitir que se alcen las tarifas de locomoción colectiva de la capital.

El año 1949, los tranvías eléctricos subieron la suya veinte centavos... una “`chaucha”. Hubo dos o tres días de violentos disturbios, que afectaron principalmente al centro de Santiago. La muchedumbre volcó e incendió los “carros” de la discordia. Fueron apedreados y saqueados escaparates de tiendas, y destruidas instalaciones públicas... bancos, postes, faroles, etc.

Solo a bomba lacrimógena y bala pudo disolver Carabineros la “revolución de la chaucha”, con muertos y heridos.

Ocho años después se repetían estos hechos pero en dimensiones mucho mayores... fue la “batalla del 2 de abril”, como la llamó el general Horacio Gamboa, puesto a cargo del orden público.

Como de costumbre, el malestar económico y el desprestigio de la segunda Presidencia de Ibáñez, en sus meses finales, fueron caldo de cultivo de los disturbios.

Estos comenzaron a fines de marzo, con algaradas estudiantiles contra el alza de la locomoción.

Pero justamente, el 2 de abril, los hechos degeneraron en duros enfrentamientos manifestantes-policía. A las 12 horas, atemorizado, paralizó por completo el transporte colectivo. Pero siguieron, cada vez peores, los combates callejeros. En la tarde —una resolución difícil de explicar— la policía fue retirada del centro de la capital (quizás estaba agotada), y este quedó a merced de la turba... una verdadera orgía de destrucción, incendios y saqueo.

Luego cuando ya anochecía y se amagaban ataques a La Moneda y al Palacio de los Tribunales, el Ejército y la Aviación tomaron el control, se decretó zona de emergencia y toque de queda, y la revuelta asumió, verdaderamente, caracteres de “batalla”.

La pacificación total demoraría aún 48 horas, mientras el Congreso otorgaba al gobierno facultades extraordinarias. Hubo varios muertos e incontables heridos; el rumor como siempre en estos casos abultaría a cifras importantes, inverificables, la cantidad de víctimas.

Los titulares de la prensa, estos días, son índice del asombro y alarma que causó la “batalla”. Ejemplo, La Segunda del 3 de abril: “Fuerzas Armadas imponen orden”. “Aprobarán facultades extraordinarias”. “Reunión de partidos políticos en La Moneda”. “Más muertos y heridos en la mañana”. “Unidades militares a Santiago”. Y, sobre una gran fotografía de una vitrina comercial, enteramente desvalijada: “El espíritu de la revuelta”.

Gonzalo Vial Correa (1930-2009) fue miembro de número de la Academia Chilena de la Historia. Discípulo de Jaime Eyzaguirre, su mayor obra es “Historia de Chile (1891-1973)”. También fue uno de los autores del “Libro Blanco”, publicado tras el golpe militar.

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