La próxima construcción del primer hospital público en Puerto Varas, con una inversión de US$201 millones, ha puesto en aprietos a los empresarios Andrés Navarro, Christoph Schiess y Eduardo Elberg, quienes hace tres años apostaron por la ex Clínica Alemana de Puerto Varas, hasta hoy el único centro de salud de mediana complejidad de la ciudad y que atiende a localidades cercanas como Frutillar, Llanquihue y parte de Puerto Montt.

El grupo pagó en 2016 unos US$4,1 millones y asumió las deudas bancarias del centro de salud (hoy Clínica Puerto Varas), que desde 2013 permanecía en quiebra.

La semana pasada el Gobierno ingresó a evaluación ambiental el hospital público. Será un centro de mediana complejidad con 190 camas (12 del tipo UTI), 8 pabellones quirúrgicos, 68.434 metros cuadrados construidos, con helipuerto y cuya construcción parte a fines de 2020. Comparativamente, la Clínica Puerto Varas tiene 14.000 metros cuadrados, cuatro pabellones quirúrgicos y doce camas de recuperación (según su sitio web).

A los socios iniciales se sumó este año como accionista Carlos Kubick, uno de los gestores de la expansión del grupo Banmédica y de las clínicas Santa María y Dávila de Santiago.

Y si bien el grupo ha anunciado inversiones en su clínica —Navarro, Schiess y Elberg tienen una liquidez de al menos US$119 millones tras vender Banco Internacional— lo cierto es que deberán incorporar en su análisis el impacto del hospital. Fuentes del área de la salud comentaron que aunque con este hospital se puede generar una merma de pacientes en la clínica, también puede aumentar la disponibilidad de médicos especialistas en la zona.

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Un ranking mundial de miseria que utiliza los datos del Instituto Cato e incorpora datos como la inflación, tasa de interés , nivel de desempleo y crecimiento del PIB per cápita de cada país arrojó que a nivel mundial las naciones con los mayores índices de miseria son Venezuela, Argentina e Irán, según publicó Visual Capitalist.

El mismo informe situó a Chile en el lugar 58 entre 95 naciones (donde el número 1, es el país con mayor miseria) alcanzando la mejor posición de la región y arrojando índices en los parámetros medidos superiores a los de Australia, Francia y Canadá.

En los casos de Venezuela y Argentina el factor que más contribuyó a lograr la primera y segunda posición fue su alta inflación. “Venezuela posee el título del país más ‘miserable' del mundo por cuarto año consecutivo, impulsada por la hiperinflación vertiginosa” dice el estudio. Argentina, en tanto, “es el segundo país más "miserable", lo que no es sorprendente dada la historia de crisis económicas del país”, agregó.

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Hace seis meses llegué a una empresa a trabajar en un proyecto que cambia procesos en varias áreas. La metodología es muy clara y todos creen que es para mejor. Pero siento que no avanzo. La cultura es políticamente correcta y vengo de una empresa que era muy directa en las formas. Estoy un poco frustrado.

Todos alguna vez hemos jugado a lanzar piedras y provocar ondas en el agua. Y el agua se mueve dependiendo del modo en que se lanza la piedra.

Cuando los proyectos tocan la manera de trabajar de las personas, los desafíos ya no son solo técnicos, sino que también adaptativos. Un nuevo proceso modifica las tareas de cada quién, cómo las hace, con quién se coordina, su toma de decisiones (y el tablero del poder), y exige nuevas interacciones entre roles y niveles. Es un dato que más del 70% de los proyectos técnicos fracasan por no lograr abordar bien el lado humano del cambio.

Los desafíos adaptativos requieren liderazgo: más que dar instrucciones, aprender a movilizar. Cuando damos una instrucción que otro obedece, la fuerza del movimiento viene desde afuera. Movilizar implica lograr que se produzca un clic interno en las personas, para que la fuerza del movimiento venga desde ellas mismas: que me haga sentido, me sienta parte, entienda las inquietudes del otro lado y se escuchen las mías, que puedo ser protagonista y hacer aportes. Que ganamos todos.

Esto requiere que el líder diferencie la buena intención del efecto de sus acciones. Exige cambiar el foco: desde lo que tiene que decir y solo decirlo (se mira a sí mismo) a identificar qué quiere provocar en los demás y preparar sus intervenciones siendo consciente del momento en que están los otros y qué necesitan ahora (mira a los demás). Así, detenerse a evaluar qué efecto van provocando sus acciones; si está logrando movilizar como esperaba. Necesita cambiar la forma en que lanza la piedra al agua.

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Hunter, hijo del precandidato presidencial demócrata, Joe Biden (ambos en la foto), renunció al directorio de una empresa de private equity china. A su vez, aseguró que si su padre es electo en noviembre del próximo año —es el favorito en las primarias de su partido y el candidato que logra mejores resultados contra Trump, según el sitio Real Clear Politics— dejará sus negocios con empresas extranjeras.

Las inversiones de Biden Jr. en una firma energética de Ucrania y la solicitud del presidente Trump al gobierno de ese país de investigar ese negocio terminaron en un escándalo que desencadeno un proceso de juicio político por parte del Congreso de EE.UU. en contra del mandatario estadounidense.

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