Cuando llamé a mi mamá y le dije: “Estoy preparando una demanda contra Montes”, ¡ella casi se murió!”.

Todos estos años he vivido con una roca amarrada al corazón… Nunca pude olvidar del todo”.

“Hacer la denuncia y mirar de frente lo que viví me ha ido sanando”, sostiene el artista Tomás Valdivieso, querellante contra el Premio Nacional de Educación Hugo Montes Brunet, a quien describe como el causante de la “historia de terror” que comenzó en su pre-adolescencia y que se prolongó durante tres años, hasta que egresó de cuarto medio del colegio San Esteban (1998), fundado por Montes y donde era director.

“Nunca tuve ninguna duda de mi sexualidad; desde que tengo uso de razón que me gustan los hombres. Pero cuando vives en una sociedad que te reprime y castiga, entonces tratas de ocultarlo. Esa fue la vulnerabilidad que él vio en mí cuando yo tenía 14 años. Así funcionan los depredadores: acechan a su víctima, buscan su punto débil, esperan el momento adecuado y se lanzan sobre su presa. Cuando esto pasa, una parte tuya muere para siempre; en mi caso, fue mi autoestima y la confianza”, admite.

Con planes de desarrollar su carrera artística, en 2015 Valdivieso se fue de Chile rumbo a Miami. Allá se casó, aunque la relación no duró demasiado: “Cuando has sido víctima de abuso, estableces relaciones con personas abusivas que continúan dañándote; por alguna razón te atraen, vas y vuelves, porque, más que una formación, lo que tienes es una deformación afectiva”, asegura hoy Tomás, quien luego encontró una nueva pareja y está a punto de casarse, ya con las maletas listas para instalarse en Madrid junto a su futuro marido.

“El miedo está más lejos”

Este proceso de encarar el pasado y revelar su verdad también se ha reflejado en su obra. Sus trabajos en collage se exponen en este momento en la DAM Gallery de Miami Beach, y ahora prepara una exhibición en Nueva York para el 2020.

“Me despierto cada día como un hombre más íntegro y seguro. El miedo que cargué durante tantos años está cada vez más lejos. Hoy es mi motor de fuerza”, dice sobre el crucial paso que dio en su vida, en julio de 2019, cuando denunció haber sido abusado por Montes. La acusación fue acompañada de una querella presentada por la Fundación para la Confianza, a través de su abogado, Juan Pablo Hermosilla.

La noticia generó impacto. Otro escándalo vinculado a la Iglesia Católica, esta vez en relación con un diácono; un hombre venerado por la élite concertacionista de comienzos de los 1990, cuya figura se fortaleció en los tiempos de transición y se coronó al recibir el Premio Nacional en 1995, el mismo año en que Valdivieso dice haber comenzado a vivir “un infierno”.

“El premio le permitió actuar con total impunidad. ¿Quién era yo para desenmascararlo?”, se pregunta.

En julio la ministra de Educación, Marcela Cubillos, ingresó en Contraloría un decreto para retirarle el galardón (y junto con ello la pensión vitalicia) al hombre de 93 años.

“El tiempo pasó y me asusté”

La pasada semana Tomás Valdivieso estuvo en Chile para declarar ante el fiscal regional Xavier Armendáriz en la causa que lidera el Ministerio Público. La visita le permitió reencontrarse con su familia luego de una larga ausencia.

“Fue muy lindo. Mi mamá no sabía que vendría, solo mis hermanas, así que le dimos una sorpresa. Ha sido un largo proceso de sanación el que he llevado con mi familia”, dice este artista sobre el camino que inició hace 10 años, cuando decidió por primera vez encarar estos hechos, tras ver el impacto que entonces generaba el Caso Karadima.

“Le conté mi historia a Juan Carlos Cruz, uno de los denunciantes del párroco de El Bosque, pero en ese momento todos lo ojos estaban puestos en ese proceso. El tiempo pasó y me fui echando para atrás. Me asusté. ¿Qué iba a decir mi familia?, ¿cómo lo enfrentaría frente a mí mismo?”, reconoce.

Hasta que en 2018, tras un allanamiento al Arzobispado de Santiago, entre cientos de documentos incautados, una carpeta caratulada con el nombre del Premio Nacional llamó la atención de los investigadores.

En ella figuraba el caso del alumno Eduardo Williams, exestudiante del colegio San Esteban, cuya familia denunció civilmente al rector por acoso y comportamiento impropio en 2001, acción que luego retiraron tras un acuerdo con sus abogados y donde este se comprometía a no relacionarse con escolares ni frecuentar colegios.

Sin embargo, tiempo después el diácono fue visto participando en una misa en un colegio. Esto habría motivado a la familia Williams a llevar el tema al Arzobispado. Anteriormente, la familia del estudiante Manuel Correa González (hijo del lobista Enrique Correa) también había denunciado a Montes ante las autoridades eclesiásticas. La misma familia Correa González interpuso una querella ante los tribunales.

Esta última historia fue ampliamente conocida entre los alumnos del San Esteban, hechos que habrían transcurrido cuando Montes ya era Premio Nacional.

Clarisa Mingo, exalumna del colegio, hoy vocera del grupo de exestudiantes que apoya la querella, cuenta que, en cuanto se supo la noticia de la carpeta incautada, se comenzó a formar una red de egresados de los colegios fundados por Montes, y también del Saint George, donde fue rector. “Los abusos que cometía eran un secreto a voces. Empezamos a reunir pruebas para demostrar que ese señor, a quien muchos creían un virtuoso, tenía un lado oscuro horrible”.

Así, cuenta Mingo, llegaron a Tomás Valdivieso. “Se sabía que él estaba entre los ‘favoritos' de Montes. Pero de las cuatro personas con las que nos contactamos, y que vivieron situaciones similares, fue el único que estuvo dispuesto a hacer pública su historia; los otros, si bien no se atrevieron, apoyan la querella”.

“Algunas partes las borré”

“Todos estos años he vivido con una roca amarrada al corazón… Nunca pude olvidar del todo. Algunas partes las borré y continúan bloqueadas”, dice Valdivieso. “Mi proceso consiste día a día en ejercitar la memoria. Si bien es doloroso, es sanador llegar a la verdad; creo que es la única forma de recuperar a ese niño que fui, que fuimos, porque no soy el único… ¡Esta no fue una simple pesadilla, sino que una historia de terror!”.

Sus ojos se humedecen al recordar cómo el director del colegio comenzó a acercarse a él, y a quien llegó a querer “como si fuera un padre”. Pero los acercamientos fueron traspasando los límites hasta desbordarse tras una invitación realizada a un grupo de alumnos a su casa en Pomaire.

Recuerda que el profesor le dijo: “Tomás, sácate la ropa y báñate desnudo con tus compañeros”.

“Luego nos pidió: ‘Sálganse de la piscina y vamos a mi cuarto al momento de oración. No se vistan, vayan así, pónganse una toalla y recemos. Después metámonos a la cama que hace frío, todos juntos'”, sigue su relato.

Se emociona al revivir la historia que dio a conocer desde Miami a Canal 13: “Éramos alrededor de seis compañeros. Nos metimos a su cama y él estaba desnudo también. La verdad no sé si fue el cansancio o el miedo que me hicieron quedarme dormido y cuando desperté estaba este hombre haciéndome sexo oral y pidiéndome que lo masturbara…”.

—¿Le contó alguna vez a sus padres lo que sucedía?

—Es increíble cómo funciona la mente: juraba que les había dicho, que sabían lo que me había pasado. Incluso reconozco que culpé durante mucho tiempo a mi madre y a mi hermano mayor —también alumno del colegio— por no haber hecho nada.

Agrega:

—Cuando llamé a mi mamá este año y le dije: “¿Te acuerdas cuando Montes abusó de mí?, estoy preparando una demanda...”, ¡ella casi se murió! Se puso a llorar, gritaba por el teléfono: “¡Nunca me contaste nada!”. Se me vino el mundo encima.

—Hoy es el único querellante en esta causa. ¿Cree que surjan más personas como usted dispuestas a sumarse?

—Todos los hombres que salimos de estos tres colegios (el San Felipe, San Nicolás y San Esteban) sufrimos abusos. Este señor entraba a las duchas cuando estábamos desnudos, se paseaba y nos miraba. Nos abrazaba con un beso en la mejilla medio cuneteado en la boca y, si nos podía toquetear a la pasada, lo hacía. Por supuesto que hay más víctimas; algunas en mayor y otras en menor grado. Tenemos que sanarnos. Por eso es tan importante que la gente se una (a la querella). Eso es lo que me motiva a dar esta entrevista.

—¿Contó Montes con un círculo de protección?, ¿hubo más gente en el colegio que sabía lo que hacía?

—Por supuesto. Cuando el director daba un discurso o caminaba por los pasillos a la hora del recreo, los niños le gritaban: ¡Tío Paul Schaffer!, ¡viejo asqueroso!, ¡pedófilo!... ¿Acaso su familia, los profesores, no se daban cuenta? ¿Y nadie hizo nada?

—¿Pretende exigir una reparación económica tal como en su momento lo hicieron los denunciantes de Karadima?

—Ahora estamos enfocados en la revocación del Premio Nacional, establecer la verdad judicial, que más personas se sumen a la querella, ojalá con casos ocurridos en la última década, de modo que la causa no prescriba. El resto ya se verá.

—¿Confía en que Montes pueda perder el Premio Nacional?

—Es uno de nuestros principales objetivos. Hace más de un mes que el tema está en Contraloría. Hago un llamado para que se resuelva pronto. No puede ser que este señor reciba una pensión, que es vitalicia, con la plata de todos los chilenos. El Estado no puede ser cómplice de un depredador.

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