Delfina Guzmán está furiosa. Dolida. “Te imaginas, chinita, que después de 25 años, en TVN hace un mes me pagaron mi último cheque y nadie del canal me llamó para darme siquiera las gracias o decirme ‘fue un gusto trabajar contigo'. El colmo de la rotería. Estuve a punto de mandar una carta a El Mercurio, pero ya que viniste, mejor que se sepa a través de tu diario”, dice con voz ronca, indignada con los ejecutivos de la estación pública, la única donde trabajó a lo largo de su vida sin que existiera grúa que la conquistara, y donde ejecutó roles memorables: la madre Undurraga en “Estúpido Cupido” (1995); Virginia Sanz en “Iorana” (1998); Olga Primera en “El Circo de las Montini” (2002), entre una serie de roles que interpretó hasta 2017.

El cierre del área dramática del canal público, la diáspora de actores a otras estaciones, amén de las graves dificultades económicas, transformaron a dicha empresa —dice la actriz— en algo muy distinto de lo que era. “Me entregaron el cheque, la señorita que me atendió me dijo: ‘esta es la última cuota', y abrieron la puerta para que yo saliera. Así me di cuenta de que hoy TVN no solo no cuenta con nada de cultura en su programación, sino que también carece de refinamiento y compromiso emocional. Para ellos, lo único que vale son los números”, dice Delfina, dando cuenta de su franqueza y carácter, cualidades que ha mantenido a lo largo de sus 91 años.

“A esta gente hay que enseñarle de educación y finura. Me trataron como un número más de la planilla, no como a una persona que había entregado su vida, sus ilusiones, su amor, su talento. Tantas cosas maravillosas que hicimos en el canal. Eran otros tiempos, y hacer teleseries era lo mismo que estar con mi familia. Fueron años maravillosos. No te imaginas el cariño, la pasión con que trabajábamos, la relación entre nosotros. No como estas niñitas que se pasan media hora pintándose la cara y después no se saben ni los parlamentos”.

Actriz emblemática de la década de los 70, parte del movimiento cultural del Teatro de la U. de Concepción; buque insignia de la compañía Ictus, fue en 1994 cuando se incorporó a TVN, convocada por el director Vicente Sabatini, y formó parte de la época de oro de las teleseries chilenas. “A Vicente le debo mi carrera en televisiva. Yo a ese niño lo a-do-ro. Es como un hijo para mí. Y con la Pinky (dice por la actriz Claudia Di Girolamo) me llevan a pasear en auto, porque no hay cosa que me guste más. Luego vamos al mall, uno con puras tiendas caras-carísimas en Vitacura. Qué te digo: lo pasamos regio”, asegura Delfina, siempre entre la realidad y la contradicción, entre la comunista militante, enemiga de los números y del mercado a nivel macro, pero que a veces se rinde en lo micro.

—¿Cómo es su relación con el dinero?

—Me es absolutamente ajeno. He sido muy pobre y también muy rica, y soy siempre igual: cuando estoy pobre, intento que alguien me ayude y cuando estoy rica regalo como enferma. Ahora mis hijos me quitaron todas las tarjetas de crédito y la chequera. Nicolás (Eyzaguirre, exministro de Hacienda) me pasa un tanto todas las semanas, como a los obreros de la construcción. “Y no se pase mamá o se va a quedar sin nada”. Eso me dice.

—Le gusta el consumo, pero no el capitalismo…

—Me puede sacar de quicio el mercado, qué lata más grande, qué aburrimiento, pensar que la vida son platas que se suman y se restan. La palabra capital me da náuseas. No entro ahí. Te has fijado que en Chile lo único que importa son las encuestas, las cifras de crecimiento, puros números.

—¿Manda más la plata que los afectos?

—Por supuesto. Si no, mira lo que pasa con los Frei. Casi me morí. Dos hermanos peleados a muerte por el famoso capital, qué horror.

—¿Los conoció?

—No, aunque mi hermano (José Florencio, exsuperintendente de Bancos y exministro) tenía un vínculo muy cercano con la DC. Yo a don Eduardo Frei Montalva lo respeté mucho, pero tú sabes que siempre fui comunista y no tuve mucha relación con ese mundo. Pero en fin, mijita, lo que más me impactó es que nunca me imaginé que los Frei tuvieran tanta plata. Yo que pensaba que los políticos eran personas austeras, gente como uno, no millonarios.

“La vejez es muy difícil de entender”

Hoy, Delfina Guzmán prepara la que podría ser su última actuación sobre las tablas. Aunque lo mismo dijo la vez anterior, con “Las Alas de Delfina” (2016). “Jamás anuncié que fuera mi despedida, a lo mejor fue una movida de la producción para atraer público”, asegura sin inmutarse, enfocada en el que será su siguiente desafío: “Aliento”, trabajo con el que estrenará el 17 de octubre en el GAM. Un monólogo para el cual la actriz se prepara a conciencia, con rutinas que comienzan a las ocho de la mañana y terminan al ocaso. Cada día, acompañada de Lucy, su fiel asistente y enfermera, camina un kilómetro y medio entre su departamento en Colón con Alcántara hasta Sebastián Elcano.

—Se le ve muy bien para sus 91. Más encima se lanza con un monólogo de una hora y media. Se cree la muerte, apuesto.

—Nooo (dice con cierto pudor, pero orgullosa). ¿Sabes lo que pasa? Los futbolistas han convencido a Chile de que ellos son los reyes, cada día sacan un tatuaje nuevo, ropa nueva, polola nueva, pero no te puedes imaginar lo que es la salida mía a la calle: se me tiran los caballeros, los jóvenes, los niños, me adora la gente.

—¿Es una especie de adicción entonces el teatro, por eso no se retira?

—No me retiro de vehemente que soy, de valiente. Puedo estar muriéndome, con dolores de alma, tú sabes que sufrí de depresión mucho tiempo; después, cuando me quitaron a mis hijos fue un dolor tremendo. Pero se abre la cortina, veo a ese mundo de gente ansiosa por saber qué vas a decir y entregar, y me produce un placer inédito, mucho mejor que el sexo. Es una profesión muy linda. Te permite un cambio constante: vas de una beata, a una loca, a una indigente, a una fresca, y así… Y ese cambio permanente, ese descubrir la diversidad del mundo, es una maravilla.

—¿En serio cree que el teatro supera al sexo?

—Te-lo-juro. Porque después del placer sexual tú ya sabes que el gallo se te va a mandar a cambiar con alguna rotería, pero en cambio esto otro es el amor de uno consigo mismo y la persona a la que estás representando. No hay nada mejor.

—¿Y este rol, que apela a morir de manera digna, le acomoda?

—Es una ma-ra-vi-lla. El texto lo escribió la Elisa Zulueta (actriz y guionista), que es completamente brillante y que trabaja con un grupo al que adoro, con Álvaro Viguera como director. Es un monólogo leído, tú sabes. Porque es una carta que yo le mando a mi hija, en la que hablo sobre el derecho que tienes sobre tu vida.

—¿Es partidaria de la eutanasia, usted que es tan católica?

—Creo absolutamente. El día que decida morirme voy a tratar de buscar una cuestión y me la voy a tomar. Si esa es la gran pregunta: de quién es tu vida.

—¿No ve como un pecado tomarse una pastillita y decir “chao” a todo?

—Es que Dios no es huevón. Ahora veamos si me atrevo llegado el momento o si tengo de verdad un estímulo muy grande. Pero en este momento estoy viviendo un período de mi vida muy lindo. Aunque tengo la impresión de que esta va a ser una de las últimas obras que haga, porque es una responsabilidad muy grande: no quiero dejarles a mis hijos una situación escénica desagradable, que me enferme o me caiga en pleno acto, que me pase algo porque no tengo seguridad de mi salud.

—¿Cómo vive esta etapa?

—Siento que la vejez, como digo en el texto, es muy difícil de entender; te cambia todo el tiempo, es como una llave que va goteando, algo te está pasando y no sabes muy bien qué es; de repente estás bastante lúcida y luego te baja una somnolencia, como si hubieras tomado opio. Es muy inestable todo. La vejez actúa directamente sobre tu velocidad mentalidad y física. Es rara la vejez.

“Con Piñera tengo mixed feelings”

—¿Qué opina de todo lo que estamos viendo con el cambio climático?

—Me tiene absolutamente agobiada, no te puedes ni imaginar. Lamento no haber ido a la marcha, porque me canso. Pero también me pasa algo tremendo: siento una gran desconfianza. Quién sabe de las platas que corren, quién está haciendo negocio. Desconfío de todo lo que sale en la prensa.

—¿Lo dice por Greta Thunberg? ¿Qué piensa de ella?

—Qué niñita más exquisita y tan inteligente. No dudo de ella, pero este boom me hace dudar.

—Eso la acerca a posiciones como la de Donald Trump y Jair Bolsonaro, pues Delfina.

—Qué me dices de esa parejita. Trump puede hablar de lo que se le antoje y yo lo único que le miro es el pelo, cómo miéchica se hace ese peinado, dicen que es pelo injertado. Y a Bolsonaro yo lo llamo “Bolsa de raja”. Por favor ponlo. Porque los brasileños son gente adorable, un país fascinante, pobrecitos.

—Ahora Piñera ha levantado el tema del medioambiente. ¿Qué le parece?

—Con él tengo eso que los ingleses llaman: mixed feelings. Tú sabes que lo conocí cuando estaba pololeando con Cecilia Morel, de quien soy amiga porque conozco a su familia y la quiero mucho, es un tesoro, es muy valiosa esa niñita. La hubieras visto haciendo sanguchitos en el salón enorme de La Moneda cuando cumplí 90. Tengo una relación muy familiar con ellos.

foto de javiera eyzaguirre

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