“Perro bomba”, de Juan Cáceres, es esa película que inevitablemente tenía que aparecer. La crónica de un migrante haitiano (Steveens Benjamin) que, por culpa de un amigo que acaba de llegar a Santiago, se mete en problemas y es expulsado de su comunidad. Así, deambula por la ciudad buscando un hogar y, por supuesto, lidiando con la discriminación.

Cáceres opta por salir a la calle e improvisar en torno a la travesía de Steevens. Busca una crudeza cuasi documental para contar una historia basada en vivencias del protagonista y sus coterráneos en tierras chilenas. Esta dosis de verdad se ve debilitada, sin embargo, por ciertos lugares comunes depositados sobre los personajes secundarios; entre ellos, un racista prepotente (Alfredo Castro), la asistente social progresista (Blanca Lewin) y el “facho pobre” (Gastón Salgado). Son estereotipos que chocan contra los caudales de naturalidad que Cáceres encuentra en las calles de una ciudad que puede llegar a ser inhóspita.

“Perro bomba”. Con Steevens Benjamin, Alfredo Castro, Blanca Lewin. Chile/Francia, 2019. Duración: 1 hora 20. INTERESANTE.

LEER MÁS
 

Si el cine de superhéroes no se desmorona del todo en términos artísticos es porque aún es capaz de sorprendernos con rarezas como “Guasón”, continuación —en términos de oscuridad e intensidad— de la nunca olvidada trilogía de “Batman” que Christopher Nolan realizó hace ya más de una década. La decisión de confiar ahora en un irregular experto en comedias como es “Todd Phillips” (“¿Qué pasó ayer”) puede parecer extraña, pero vale mencionar que estamos ante un neoyorquino nostálgico por la violencia del cine americano de los 70. Un amante de la transgresión que alguna vez siguió al roquero más extremo de la historia para el documental “Hated: GG Allin and the Murder Junkies”.

En la licuadora de Phillips se mezclan ahora dos películas capitales de Scorsese (“Taxi Driver” y “El rey de la comedia”), la Nueva York decadentista de los 70 filtrada por el cine (aunque se trata, en rigor, de Ciudad Gótica) y un aire melancólico que es potenciado por una canción triste de Jackson C. Frank, cantante folk que terminó como homeless en las calles de Manhattan. Se trata de “My Name is Carnival”. Ese es también el nombre artístico de Arthur Fleck (Joaquin Phoenix) cuando trabaja como clown para niños enfermos. Delgado hasta los huesos, pobre, excéntrico, poseedor de una risa compulsiva que no puede controlar, se dedica a cuidar a su madre enferma en un edificio gris mientras sueña con convertirse en comediante de stand-up y aparecer en el show televisivo nocturno de Murray Franklin (Robert De Niro, por supuesto).

La miseria en la que el protagonista está inmerso contrasta con los privilegios de una élite encabezada por el magnate Thomas Wayne (padre del pequeño Bruce). Fleck irá abriendo los ojos a medida que las instituciones (del gobierno a la psiquiatría, pasando por los medios de comunicación) se burlen de él. “Guasón” es la crónica del descenso físico y moral de un personaje por el que podemos sentir lástima, puesto en el contexto de una sociedad injusta que le permite a Phillips trazar analogías con la política actual. Esa necesidad forzada de coyuntura, sumada a la obligación de no perder de vista la contextualización con el universo Batman, son quizás los puntos más bajos de una película que, por otro lado, logra transmitir sordidez, violencia, desolación y empatía.

Mención aparte merece un extraordinario Joaquin Phoenix que, como ya demostró en “The Master”, puede construir el personaje desde la mirada, la voz y la postura corporal. Es una actuación intensa, conmovedora, incómoda e imborrable que ya huele a Oscar.

“Guasón”. Dirección: Todd Phillips. Con Joaquin Phoenix, Robert De Niro. Duración: 2 horas. EE.UU./Canadá, 2019. BUENA.

LEER MÁS
 

“‘Tesoros' de María Novaro, en Amazon Prime. Es una maravilla muy inusual, una película mexicana sutil, desafiante, amena y muy musical que, en contra de todo pronóstico del ‘entertainment', cautiva a los niños desde la simpleza”.

La directora de “Mami te amo” está terminando las piezas de animación de su primera película infantil: “Fiebre”.

LEER MÁS
 

“El diablo es magnífico” tuvo un brevísimo paso por la cartelera nacional hasta que se perdió en el olvido. Ahora, Onda Media (alguna vez presentado como “el Netflix del cine chileno”) la rescata de las cenizas para mostrarnos las reflexiones —y confesiones íntimas— de Manu Guevara, una chica trans chilena que decide volver a su país de origen tras vivir años en Francia. Las discriminaciones que sufre por su condición de migrante y disidente sexual son reveladas por ella en un juego constante entre la ficción y el documental. El cineasta Nicolás Videla (co-director junto a Camila José Donoso de la premiada “Naomi Campbell”) construye un película pequeña y fresca que, con el espíritu de la Nueva Ola francesa como fetiche, reflexiona sobre la identidad, la violencia naturalizada, el libre albedrío y el desarraigo. “El diablo es magnífico” es una muestra de cine de “guerrilla” inspirador y repleto de buenas ideas.

LEER MÁS