Si los computadores durmieran una vez apagados, si tuvieran un inconsciente detrás de sus pantallas siempre operativas y brillantes, seguramente soñarían imágenes como las que pinta Martín Bruce (31). Aquí hay pixeles imperfectos y descuadrados, que pintan paisajes que parecen sacados de videojuegos inconclusos, llenos de imágenes editadas con una versión lisérgica del Microsoft Paint.

Estos cuadros, en su mayoría óleo sobre madera, pueden resultar pesadillezcos o distantes para quien no se relacionó desde temprano con lo digital, pero los que crecieron con Windows 95 o un Sega Genesis de 16 bits sin duda conectarán con estas composiciones, una especie de reverso de ese mundo perfecto, infinito y colorido que nos ofrecía esa primera computación doméstica.

La obra de Bruce, en ese aspecto, se asimila bastante a la del norteamericano Robert Beatty, que tal como el chileno, es artista visual y también músico, ambos con un imaginario basado quizá en esa promesa que la digitalización nunca cumplió: la de crear una sociedad más libre, una realidad virtual sin límites donde todo parecía posible.

Los dos pintan esa desilusión, pero la diferencia con Beatty está en la técnica, aquí más brusca e irregular, lo que potencia esa idea surreal de estar al interior del sueño de un viejo PC Packard Bell o en los delirios afiebrados de la primera consola de Nintendo.

The Intuitive Machine

Rafael Sotomayor 232, metro Cumming, Santiago

Hasta el 5 de octubre / Jueves y viernes, de 14:00 a 18:00 horas

Para otros horarios: intuitivemachineart@gmail.com

Entrada liberada

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