No se le va ni una, jamás pierde el hilo y lo observa todo muy atenta con esos ojos celestes que combina con sus aros turquesa y chaqueta en el tono. “Tú sabes, no hay como los colores fuertes para las fotos”, dice con un dejo de coquetería a sus 85 años.

“Qué buenamoza”, la celebra un transeúnte mientras ella posa para el fotógrafo, en el barrio el Golf, muy cerca de su departamento del que hoy anuncia una pronta mudanza.

Aparte de los achaques propios de la edad y de que pasó agosto —y también lo que va del traicionero septiembre—, Mary Rose McGill dice que no se siente sola, que sus amigos (del arte, la política, la cultura y de su activa vida social) se llevan buena parte de su ajetreada existencia. Se suma su rol en el directorio de la Fundación Cultural de Providencia y en la Corporación del Patrimonio Religioso y Cultural de Chile.

Sin embargo, otra cosa ocurre en el plano familiar. Sus cuatro hijos (todos de su primer matrimonio con Julio Subercaseaux, quien fuera diputado y senador del Partido Conservador, fallecido en 2012) se encuentran divididos y enfrentados en el plano legal, por razones económicas, asunto del que Mary Rose, siempre dada a respuestas largas y argumentadas, escabulle ahora sin desmentir nada: “Mi relación con ellos es de dulce y de agraz. Ahí lo dejamos”.

—Están pasando por una situación delicada…

—Compleja, como todo.

—Entiendo que está enfrentados en un tema legal contra usted.

—Por supuesto, así es no más.

—Debe ser doloroso como madre.

—No. Es un mal rato. Pero no entro más allá. Una enseñanza británica es que lo personal lo dejo fuera, no lo hablo en público.

—¿Siente alguna culpa?

—De qué.

—De esto mismo: la relación con sus hijos. De otras cosas tal vez…

—No, en la vida todos tenemos distintas culpas. No hay nadie impoluto.

—¿Se arrepiente de algo?

—En general, de nada. Uno es producto de los tiempos, y he visto tantas cosas a mi alrededor que ya nada me sorprende.

Así es esta descendiente de ingleses, de figura menuda, perfectamente maquillada y como recién salida de la peluquería , quien a pesar de todo no se lamenta ni carga con sentimentalismos. “Es curioso, pero he llorado muy poco en mi vida”, dirá a continuación.

—¿Se reconoce como una mujer fría?

—A lo mejor… No es que no tenga sentimientos, pero me apena más lo que pasa con la gente a la que quiero que con mis propias cosas. Te fijas tú.

—Se dice que fue una mujer muy rica. Que hoy sería una ‘pituca sin lucas', ¿qué hay de cierto?

—Nunca fui rica, soy hija de inmigrantes, pero no empresarios ni nada por el estilo. Hay muchos mitos en torno a mí.

Reina Guachaca

La “socialité”, famosa por aparecer en las páginas de vida social a lo largo de décadas, figurar en una teleserie interpretándose a sí misma, ser electa como Reina Guachaca y hasta protagonizar un comercial de jurel en conserva, causó furor en las redes sociales hace algunos años cuando un pasajero la fotografió apretujada en un vagón, en plena hora punta del metro. Hoy evita el transporte público porque un accidente a la cadera la dejó maltrecha, en plena grabación de un programa de televisión en el que precisamente conoció al personaje por el que hoy está completamente jugada en el plano político: el exdiputado José Antonio Kast.

Según lo consignó La Segunda, Mary Rose McGill firmó por Acción Republicana, partido en formación creado a instancias del candidato presidencial para impulsar su carrera a La Moneda.

“De José Antonio conocía que tenía una casa en Paine enorme como su familia y por los embutidos Babaria, porque no hay nada que me guste más que comer esas cosas. Tan buenmozo, rubio de ojos azules. Sangre alemana, gente equilibrada, que no levanta la voz. Lo sigo en redes sociales y nunca le he visto una palabra dura en contra de nadie”.

—Su video apoyándolo fue tendencia en Twitter.

—Qué te parece mi linda. La verdad es que estaba preparada para que dijeran ‘esta vieja tal por cual', pero todo lo que recibí fueron cosas buenas, felicitaciones, comentarios positivos. Cuando ando por la calle, salvo algún piropo encantador —como ocurrió ahora con las fotos—, nunca nadie me ha maltratado. Pero entiendo que los piropos hoy están prohibidos… Lo encuentro una imbecilidad, porque si hay algo simpático son los halagos, siempre y cuando sean respetuosos. En fin, creo que Kast sería un buen cambio para el país.

—¿Hacia la ultraderecha?

—Eso de ultra… Nunca he sabido lo que quieren decir con eso. Mi marido nunca fue de ultraderecha, era conservador. Yo no sé lo que es ser de extrema derecha.

Pinochet y Bolsonaro

—Usted apoyó el golpe.

—Claro, por supuesto. Yo salía con la cacerola en plena época de la UP. Y me quedé aquí, no me fui. Al Tote Jarpa (su segundo marido) en ese tiempo le ofrecieron un puestazo en España como piloto de LAN, le faltaba firmar el contrato. “Pero no voy a hacer nada si usted no está de acuerdo”, me dijo. Ahí le contesté: “Yo soy chilena y voy a pelear por mi patria, así que nos quedamos”.

—Pero de ahí a justificar las torturas y las desapariciones que hubo en dictadura…

—Aguántate: todas esas cosas no habrían sucedido de no haber pasado todo lo de Allende.

—Que fue elegido democráticamente.

—Claro, pero acordémonos que destruyó este país. Vino a Chile a filmar el gran director Costa-Gavras; se hospedó en el Hotel Carrera que era el único top que existía por aquella época y no había ni papel higiénico en su habitación porque la crisis económica era total. Así que agarró el primer vuelo y se fue.

Toma aire y aclara:

—Por supuesto que no justifico los atropellos, jamás. Pero si esto ocurrió, tenemos que recordar por qué. El país que recibió Pinochet es muy distinto al que entregó después de 15 años.

—Sin embargo, eso no justifica las violaciones, algo que sí ha validado Jair Bolsonaro, el presidente de Brasil. ¿Escuchó sus declaraciones sobre Bachelet?

—Mira, la primera parte la suscribo, pero lo que luego dijo de la presidenta es una estupidez. Pero Kast es distinto, ha dicho que no es pinochetista. Y yo, al igual que él, no justifico la violencia.

—¿Sabía todo lo que ocurría entonces? Muchos que apoyaron al régimen declaran no haber tenido idea…

—Te juro por mi madre que no y me tienes que creer. Y yo era cuñada de Sergio Onofre, ah...

La política según Mary

—¿Hoy cómo ve la presencia de la derecha en Chile? La votación de Sebastián Piñera fue histórica.

—No nos olvidemos que en la primera vuelta sacó el 32%, que es poco. Si no fuera por Kast, que al día siguiente salió a pedirle a exmilitares, evangélicos que votaran por Piñera, y exigiendo además que los de nuestro sector fuéramos vocales de mesa... Le debemos mucho a Kast. Pero (Piñera) ha sido ingrato con él. No es una persona agradecida nuestro Presidente.

—¿Qué visión tiene de su segundo gobierno?

—Me quedo con el primero. Este ha sido de mucha confrontación y él no tiene culpa: se han ido todos en su contra. Y está de manos atadas porque en las pasadas elecciones nadie se preocupó de llevar gente de nuestro sector a la Cámara y el Senado. Pero nuestra clase alta lamentablemente comete esos errores. Cuántas veces dije (por Camila Vallejo) qué daría yo para que esta chiquilla fuera nuestra: bonita a decir basta, inteligente, culta y con una pizca de humor. ¿De dónde sacamos? Empecé a levantar las piedras.

A Piñera lo critican porque dicen que gobierna con las encuestas; que a eso se debe su reacción ante la famosa propuesta de las 40 horas laborales.

—Una estupidez, no me hables de eso. En vez de empatar con otra ley, debió salir con una pancarta donde dijera claramente: esto es inviable económicamente, explicando por qué, para que todos lo pudieran entender. Y no haberse enredado en toda esta tontera donde nadie sabe lo que va a pasar después de toda esta melcocha.

—¿Qué le parece la acusación constitucional contra Marcela Cubillos?

—Es tremendamente injusto. Esta chiquilla se ha sacado la mugre, nunca ha insultado ni tratado mal a nadie y lo que quiere es sacar adelante un proyecto nuevo de educación.

—Hay quienes la ven como una posible carta presidencial o incluso como ministra del Interior.

—Me encanta como persona, y tiene la suerte de estar casada con un hombre que la pueda arropar en ciertos temas; porque digamos las cosas como son: Andrés Allamand es un gran político que la puede ayudar mucho.

—¡Machista su comentario, Mary Rose!

—¡Me importa nada! Entre ser feminista y no serlo, prefiero mil veces declararme machista.

—Al menos explique por qué.

—Porque soy muy pro los hombres. Qué haríamos sin ellos.

—Ser feminista no significa alentar el exterminio masculino...

—Porque tú eres una persona normal, pero como están las cosas hoy, por Dios. Si en la historia siempre ha habido mujeres sobresalientes, maravillosas. Yo misma tengo la suerte de poder trabajar con dos de las más brillantes de este país: Evelyn Matthei y Marta Cruz-Coke, en cultura y patrimonio.

Esta última promotora fundamental del voto femenino.

—¡Claro! Me acuerdo de que mi abuela salía a darle paraguazos a aquellos que se oponían al sufragio femenino. Lo más feminista que te puedas imaginar.

—¿Entonces por qué usted no sacó sus genes?

—Es que no me gustan los excesos. Además, me gustan más los hombres que las mujeres.

—Lo dice por conveniencia. ¿Tan difícil está el mercado?

—No hay hombres. Se nos acabaron. ¿Te fijas que los pobres están todos callados? Andan aterrados.

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