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Es difícil imaginar dos filmes más diferentes de un mismo director que el thriller “Tesis” (1996) y el drama histórico “Mientras dure la guerra” (2019). El hombre detrás de ambos, el realizador español nacido en Santiago Alejandro Amenábar, está perfectamente consciente de ello: “Cuando hice Tesis, lo último en lo que estaba interesado era en la Guerra Civil. Y aquí estamos”.

“Aquí” es el Festival Internacional del Cine de Toronto, donde Amenábar acaba se estrenar “Mientras dure la guerra” (en España sale a fin de mes, en Chile aún no tiene distribución). El filme transcurre en 1936 y se centra en la evolución del escritor Miguel de Unamuno (“Niebla”), de partidario a enemigo del movimiento nacionalista del generalísimo Francisco Franco.

Amenábar enfatiza la pasividad de Unamuno en los primeros meses de la Guerra Civil, de modo de establecer un paralelo con el silencio de las élites ante el avance de movimientos populistas a través del globo.

La Segunda conversó con el realizador el día después de la première. Vestido en una combinación de gris y negro salida de una revista de moda, Amenábar se ve más joven que los 47 años que tiene. Salvo excepciones, el director no es un tipo de sonrisa fácil, pero presta toda su atención cuando está siendo interrogado.

—Te tomas tu tiempo entre películas, tu filme anterior —“Regresión”— es del 2015. ¿Esto es a propósito o porque proyectos se caen?

—Es porque no tengo una familia que mantener (ríe). Fuera de bromas, me tomo el tiempo que necesito para contar la historia. Hasta ahora siempre he escrito los proyectos en los que me he involucrado y a veces tardas más en encontrar esa idea que te apasiona. “Mientras dure la guerra” se podría haber hecho un año antes, pero conseguir la financiación fue prácticamente imposible. La guardé en el cajón y me dedique a otra historia que luego no salió.

—Tarantino alguna vez dijo: “A mí me interesa hacer películas, nada más”. ¿Es lo mismo contigo?

—Soy sedentario por naturaleza y eso ha influido en mi carrera. Difícilmente me muevo de España o de Madrid, que es donde me he criado. Puedo moverme puntualmente para rodar, pero siempre que he podido me mantengo en Madrid. Esto ha condicionado mi trabajo. El cine es lo más importante en mi vida, eso lo tengo claro, pero todo en exceso es malo. Tengo en gran consideración mi vida personal y ser feliz (Amenábar se divorció de su marido, David Blanco, en mayo pasado, luego de dos años separados).

—¿Estás menos interesado en los thrillers que antes?

—Depende de donde te lleva de historia. Es lo que me guía y lo que decide qué género debo adoptar. El género de terror me gusta, pero es muy difícil encontrar una historia que te permita hacer una alegoría maravillosa y que sea una perfecta película de terror, como ¡Huye!

“Prefiero los

personajes grises”

Amenábar sabe que en Chile se lo clama como propio. “Ahora menos” dice, indirectamente refiriéndose a todos los realizadores que han germinado en el país en las últimas dos décadas, pero no menciona de nombre. “Todavía tengo lazos”, aclara. “La familia de mi padre aún vive en Chile”.

La última visita del director fue el 2012 y, aunque no lo reconozca, da la impresión de que la relación con el país es más tenue que lo que alguna vez fue. Amenábar sólo vivió un año en Santiago antes de emigrar a Madrid el '73: “No hace mucho descubrí que una de las razones por las que nací en Chile fue porque mi madre —que es española— viajó con su hermana porque su cuñado estaba huyendo de la represión de Franco. Luego, dada la explosiva situación política en Chile, mis padres se devolvieron a España, quince días antes del golpe. Mi existencia misma ha estado marcada por dos alzamientos militares, algo que nunca antes había considerado seriamente”.

En vez de rememorar, Alejandro prefiere discutir “Los dos Papas”, otro filme que se estrenó en TIFF con Jonathan Pryce en el rol del cardenal Jorge Bergoglio. “Oscar”, augura el cineasta.

A propósito de la estatuilla, a pesar de ser responsable por títulos tan prestigiosos como “Los otros” y “Abre los ojos”, Amenábar aún no recibe una nominación directa a los Premios de la Academia (“Mar adentro” ganó el Oscar a la Mejor Película Extranjera, pero la estatuilla va al país, no al realizador). “Mientras dure la guerra” estuvo en la pelea para representar a España en la próxima edición del certamen, pero la celebrada cinta semi-autobiográfica de Pedro Almodóvar “Dolor y gloria” terminó siendo la preseleccionada.

Aunque “Mientras dure la guerra” es, lejos, su cinta más política, Amenábar asegura no llevar sus preferencias a flor de piel. Deja que sus películas hablen por él.

—¿Por qué sientes que la historia de Miguel de Unamuno y su relación con el nacionalismo franquista es relevante hoy?

—Cuando veo a ciertos líderes políticos, me recuerdan a material de archivo de Mussolini. Es posible reconocer ciertas fases del auge del fascismo en toda Europa. Estamos rodeados por este nacionalismo extremo basado en racismo y el miedo a los inmigrantes. Me pregunto si nos dirigimos a un escenario similar al que antecedió a la Segunda Guerra Mundial.

—¿Cuál esperas que sea el impacto de tu película?

—En una película como esta, lo primero que uno espera es que no la rajen mucho, particularmente en España. Quiero que ayude a la coexistencia. Suena ingenuo, pero prefiero vivir en una sociedad donde la gente no piensa o vota exactamente como yo. La alternativa sería vivir en una sociedad que ha sido lobotomizada.

—¿Crees que el concepto de nacionalismo tenga algún valor?

—Por supuesto que está la idea de idiosincrasia y de tener valores culturales similares. Pero porque vivo en una nación con serios problemas internos —Cataluña, el País Vasco— y habiendo nacido en Chile, siempre trato de encontrar lo que me conecta con el que está al frente mío.

—Francisco Franco es un personaje importante en “Mientras dure la guerra”. ¿Cuál fue tu aproximación para humanizarlo?

—El desafío fue descubrir quién era Franco. Me di cuenta de que, a pesar de ser español, no sabía nada de él. Siempre trato de meterme en la cabeza de mis personajes y tratar de entenderlos. De acuerdo a cómo trataba a los que estaban a su alrededor, Franco no parecía un mal tipo, era considerado y mantenía su temperamento bajo control. Esto no significa que no tuviera una agenda o no fuera capaz de alargar la Guerra Civil para consolidar su poder. No me gustan los personajes blancos o negros. Prefiero los grises.

“Si el mensaje no se

entiende, la culpa es mía”

Las reseñas iniciales han sido positivas, aunque los críticos internacionales han demostrado saber poco de la figura de Miguel de Unamuno o no entender su importancia en las letras españolas. Variety encontró el filme “bello pero inerte”.

—¿Conseguiste hacer todo lo que querías con “Mientras dure la guerra”?

—Sí. Teniendo en cuenta que es una película que contiene material altamente sensible en España, he tenido un grado de libertad absoluta. Cuando tienes un asesor histórico muy prestigioso, un asesor militar que te dice otra cosa y todos los libros necesarios para hacer la historia, tú sientes que las decisiones son tan importantes que las tienes que tomar tú.

—¿Te parece que el gesto final de Unamuno —expresarse contrario a Franco dos meses antes de su muerte, luego de apoyarlo en un principio— fue uno fútil?

—No, sus palabras tienen importancia, aún hoy. En el congreso, sólo un par de meses atrás, el líder de la extrema derecha Santiago Abascal se apropió de sus palabras (“ni venceréis ni convenceréis”). Unamuno lo hizo para limpiar su nombre para el futuro y asegurar que nadie malinterpretaría el tipo de persona que era. Era consecuente: Años antes había sido exiliado por criticar al rey.

—¿Cuál de tus filmes dirías ha sido injustamente tratado?

—Cuando haces películas, siempre esperas que sean el mayor éxito posible. Yo pongo exactamente la misma presión en todas. Es curioso ver cómo después de haber cocinado el plato —un plato que literalmente se consume en dos horas— no es recibido de la misma manera que el otro que habías preparado con la misma pasión. Es muy excitante y muy frustrante. De todas mis películas, me quedo con “Ágora”, que llegó un poco antes de su tiempo.

—¿Crees que el público entiende lo que tú estas entregando, o piensas que en algunas oportunidades no captan el mensaje?

—Eso pasa permanentemente cuando estás comunicándote. Me considero un comunicador y si no captan el mensaje, la culpa es mía por no hacerme entender.

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