Leo en la prensa de la mañana que una prestigiosa nutricionista, a la vez destacadísima atleta, recomienda su estrategia para no sufrir los estragos de la bacanal de Fiestas Patrias. Para comer choripán, dice, «este debe ser en marraqueta artesanal, sin miga, con pebre en vez de mayonesa y ojalá cortar la longaniza por la mitad». También sugiere reemplazar los terremotos por tinto de verano, «una mitad de vino tinto, una mitad de Sprite light con hielo y trozos de naranja», y acompañar el asado con verduras.

No conozco la adscripción política de la profesional, ni su opinión sobre el proyecto de las 40 horas, pero encuentro que su receta tiene un leve parecido a la prédica de aquellos que están por reducir la jornada pero de a poco, para ir mitigando sus efectos. Sería bueno recordarles, almas cándidas, la sabia frase que utilizó, en una columna al respecto, el economista Sergio Urzúa: «Guatazo gradual, guatazo igual». Para el choripán, al menos, aplica perfecto.

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“Terminar con los tacos y sus externalidades requiere también de un ejercicio de responsabilidad de quienes deciden ocupar el automóvil”.

El aumento del 8% en el tráfico en las autopistas urbanas e interurbanas —en comparación con el primer semestre del año pasado, de acuerdo con cifras del Ministerio de Obras Públicas— debería motivar una discusión en torno al futuro de los proyectos de infraestructura vial que la ciudad requiere en el largo plazo. Los constantes problemas de congestión que afectan a la capital en los horarios punta y los eventos de colapso vial que se viven en las vísperas de feriados largos a la salida de Santiago han motivado a no pocos urbanistas a señalar —basándose en evidencia internacional— que la construcción de más kilómetros de autopistas solo motiva un mayor uso del automóvil, con sus consecuentes secuelas para la calidad de vida de las personas.

Es claro que la construcción de infraestructura vial en Santiago no solo es clave para reducir las distancias, sino que también como actor relevante en materia productiva (especialmente para las exportaciones). Desde esa perspectiva, autoridades y planificadores urbanos parecen estar entrampados en una discusión de alternativas excluyentes (autopistas o transporte público, bicicleta o automóvil, Metro o transporte en superficie), que parece no dar cuenta de las complejas necesidades de conexión de una gran ciudad.

Es probable que, por su extensión territorial, segregación habitacional y su concentración de empleo y servicios, la capital siga requiriendo de la construcción de autopistas para casos específicos que faciliten los viajes desde la periferia hacia los centros laborales. Esto no debiese impedir favorecer otros proyectos complementarios (nuevas líneas de Metro o corredores de buses) o facilitar otros modos de transporte (como la bicicleta) para distancias de menor escala o viajes entre comunas cercanas. En este sentido, y al tiempo que se constituye a largo plazo una oferta que estimule que más personas se bajen del automóvil, se debe avanzar en proyectos que, por el momento, permitan la interconectividad de los modos de transporte.

Con todo, terminar con los tacos y sus externalidades requiere también de un ejercicio de responsabilidad personal de quienes deciden ocupar el automóvil. Construir infraestructura para soportar la salida desde Santiago de 800 mil vehículos en Fiestas Patrias, por ejemplo, es claramente ineficiente desde el punto de vista de la utilización de los recursos públicos. Es evidente que, por razones, económicas, familiares y de ubicación geográfica, no todos los ciudadanos podrán reemplazar el automóvil. Pero también es posible que no pocas personas, en especial de los sectores centrales de la ciudad, puedan ocupar otros medios. Por ello, parece necesario que las autoridades puedan incentivar dichos cambios, en un trabajo que no es popular pero que al menos servirá para aminorar los efectos indeseables del tráfico.

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Autopistas

Señor Director:

De manera injusta y desinformada, el viernes (p. 11) vuestro diario tildó como responsables de la actual congestión de las autopistas de nuestro país a los ejecutivos de las siete principales empresas concesionarias que operan en Chile. Como es de amplio conocimiento, las causas de la congestión son múltiples; entre otras, el explosivo y sostenido aumento del parque vehicular, el aumento de los desplazamientos ocasionales en fines de semanas largo y periodos estivales, el incremento de estos últimos a través de decisiones legislativas y, por cierto, el descalce entre el aumento de demanda y la oferta de infraestructura.

Dado que las causas del abarrotamiento son múltiples y, en su inmensa mayoría, se concentran en decisiones ajenas a las empresas concesionarias, el título de la nota del viernes 13 de septiembre recién pasado nos parece que desinforma, confunde y, lo que es peor, predispone de muy mala manera a la opinión pública, con una visión que no es cierta ad portas de una de las fechas de mayor congestión del año.

Leonardo Daneri J.

Presidente Copsa A. G.

Universidad

Señor director:

Con su manejo de la toma feminista, el rector Carlos Peña ha cumplido finalmente su sueño de convertir a la UDP en la Universidad de Chile de las privadas. Pero la Universidad de Chile de 1987.

Felipe Cussen

Cuarenta horas

Señor Director:

Con el mismo ímpetu con el que están impulsando un proyecto de ley para rebajar la jornada laboral a 40 horas, presenten otro proyecto para rebajar los sueldos de los honorables y eliminar los pagos de seguros de auto, de vida, celulares, arriendos de sedes, desgaste de auto, pago por ir a trabajar al Congreso, etc. Para que sean financiados por ellos, como lo hacemos todos los chilenos.

Claudio Suazo Bravo

Verdad absoluta

Señor Director:

Con la velocidad de la luz, José Maza pasa de la prédica científica a la prédica política. Las descalificaciones a José Antonio Kast le llegan a un importante porcentaje de chilenos que piensan como el excandidato presidencial. Los científicos no tienen la verdad absoluta en teorías científicas —hasta Copérnico ha sido corregido—, menos lo tienen en teorías políticas. A no ser que los estadios llenos alimenten ambiciones a un poder político acicateado por las naturales debilidades humanas.

Alfredo Schmidt Vivanco

Taxistas o lobos

Señor Director:

El vil intento de engaño y lucrar facilito es propio de nuestro pueblo. ¿O solo es propio de algunos miembros del gremio de los taxistas, como hemos visto recientemente? Creo que no. Es obvio que en nuestra cultura portamos falencias valóricas grandes o importantes. ¿Acaso la política o la educación lo contempla? ¿Les preocupa? Y, más que eso, ¿la autoridad lo considera siquiera? Así entregamos día a día la desconfianza, la duda, la indiferencia y mucho más. Parece que nuestra formación valórica dejaría mucho que desear, que lo que hemos sembrado es lo que cosechamos, o bien los hechos demuestran la validez de lo postulado por Hobbes, cuando dice: “El hombre es un lobo para el hombre”.

José Manuel Caerols Silva

Elevemos

Señor Director:

Elevemos volantines, para disfrutar y valorar los juegos tradicionales. Elevemos las oportunidades, para que haya más y mejor trabajo para todos. Elevemos el respeto por la naturaleza, para que haya más árboles y menos llamas. Elevemos la mirada para saludar, para que haya más empatía y humanidad.

Richard Pincheira Aedo

Juramentos

Señor Director:

Solicito a las autoridades pertinentes poner especial atención tanto al juramento de Hipócrates, de los médicos, como al juramento de los abogados. Que no crucen los dedos tras la espalda para anular lo jurado. Todo sería mejor.

Eduardo Barril V.

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HARAKIRI

El jueves 12, en el ensayo “Como nació la tradición del dieciocho” (Lecturas & Documentos, p. 24), identificamos erróneamente a la autora, la historiadora Paulina Peralta. Escribimos que había estudiado en la PUCV cuando, en realidad, fue alumna de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

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