El lugar primero se llamó Pachacamac, luego Pachacama. Y cuando pasó a ser una sección del fundo Rabuco, algunos de sus inquilinos debieron desplazarse algo hacia el poniente. Fue el momento cuando nació Pachacamita. Sin dudas, la bisnieta chilena del sacro Pachacamac (dios creador de la Tierra, quechua) cuyos habitantes eran descendientes y herederos de los incas y posiblemente celadores de un templo erigido a las Vírgenes del Sol.

En 1876, Benjamín Vicuña Mackenna, en su célebre viaje y libro “De Valparaíso a Santiago”, describe el lugar: “Pachacamac presenta hoy el aspecto de una pequeña población en gradería sobre la falda del cerro y, a poco andar, cuando se ha dejado a la izquierda una palma esbelta y solitaria, se entra a dos potreros aislados de la hacienda de Ocoa”.

Arrimada a los cerros que hacen la orilla sureste del Valle de Aconcagua, Pachacamita se fue criando lentamente desde hace alrededor de dos siglos. Nunca perdió su vocación religiosa. Es que, tras los incas, el lugar perteneció a la Orden Benedictina, luego a la de los mercedarios y, finalmente, a los jesuitas. Estos últimos, labraron la cuesta y el sendero de Pachacamac que —desde su residencia en Ocoa— ascendía por los cerros hasta caer luego en Pocochay, otro lugar de origen incaico en las cercanías de La Cruz.

Así fue como el espíritu de la festividad a las Vírgenes del Sol prolongó ininterrumpidamente su aura religiosa hasta hoy, cuando cada 16 de agosto se celebra a la Virgen del Carmen de Pachacamita y, enseguida , la de Pocochay. Los encargados del culto y la liturgia, la piedad y la música bailada, hoy, son los mismos de antes: las cofradías de bailes chinos, los servidores de la Virgen.

Espacio sagrado

Desde La Calera o, desde Ocoa, en escasos 10 minutos se puede llegar al poblado. La primavera se adelanta y, aunque no llueva, por los cerros ya se ven algunos brotes de amancay, salvia, y en patios del pueblo hay nísperos con fruta madura. Hasta el viento de septiembre se adelantó. Son las doce del día y su calle principal bulle de peregrinos y de comerciantes que disponen sus sitios para la venta de comida, bulbos de fresias, jazmines, nardos.

También herramientas, artesanías y música ranchera. Sin dudas que este comercio a tan pequeña escala y precios también se santifica en este día y, desde sus colores y los voceos de la mercadería, ayuda a conformar el espacio sonoro de lo festivo.

Al frente de su pequeña capilla, en su atrio interior y en la calle, se comienzan a juntar las cofradías de bailantes y sus familias. Las hay de muchos lugares de la Quinta Región. Con traje blanco y un bonete, se ve la llegada de los chinos de Cai-Cai, localidad al interior de Limache. También, algunos marineros: así se visten los de Loncura. Otro baile muy popular y querido es el de Los Hermanos Prado, vestidos de amarillo. De la localidad de Lo Hidalgo (Olmué) llega la cofradía de San Judas Tadeo. Una novedad y gran alegría pública es la reaparición de las “mujeres chinas” de Pueblo Nuevo, una localidad entre Las Hijuelas y La Calera. Ellas nacieron en 1985. La señora Patricia Zamora es hija de los fundadores del baile y cuenta que este se formó por una manda que le hicieron a la Virgen del Carmen después de que su padre fue estafado y perdió la casa familiar y su negocio.

Sin dudas que razones y escenas parecidas, de encuentros familiares, extroversión, comercio y devoción tan expresivas… se vivieron iguales en los lejanos tiempos incásicos y coloniales. Aunque en este territorio hay noticias de bailes chinos desde el siglo XVII, la falta de datos y la espontaneidad de las cofradías hace perder un registro histórico. En el caso de este baile de Pachacamita, la historia oral, familiar, se remonta a unos 150 años.

Zenón Fernández Vega, el actual heredero jefe de esta tradición religiosa, cuenta del decisivo papel que jugaron sus padres, abuelos y bisabuelos en la construcción y mantención de la capilla, la cofradía y la fiesta.

Rogativa por lluvias

Es aconsejable un paseo primaveral por estos pequeños poblados ribereños del Aconcagua. Las Cabritas, Pachacamac, Rabuco… Pachacamita, que durante años solo fue una larga calle curva a orillas del canal Serrano, está creciendo. Tal como vio Vicuña Mackenna en Pachacamac, aquí también la edificación comienza a empinarse y escalar sobre la ladera de sus cerros y colinas. ¡Y ya tienen una calle pavimentada!

Hacia su altura, muy desafiantes, se ven plantaciones de citrus y paltos. Es imposible dejar de pensar si la rogativa china de hoy, que es por la agricultura y las lluvias, baste para regar tanto árbol sediento. A las cuatro comienza la procesión y todos bailarán con el convencimiento de que la fe mueve montañas.

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