Las actuales generaciones han considerado, desde su propia experiencia, el 18 de septiembre como la gran fiesta cívica de carácter nacional. Sin embargo, esto no siempre fue así, puesto que en los primeros tiempos de la república existieron en Chile tres fiestas cívicas, las cuales se presentaban en el calendario anual como “celebraciones ordinarias”. En efecto, junto a la conmemoración temprana del 18 de septiembre, se fueron incluyendo paulatinamente dos fechas significativas de la historia independentista.

Desde comienzos de 1818, y oficialmente desde 1821, el 12 de febrero fue incorporado como una nueva fiesta cívica de estatuto, en conjunto con la del 18 de septiembre, existente desde 1811. De esta manera, se fue determinando la tendencia de la nación chilena hacia la “multiplicidad festiva”.

En abril de 1818 dicha multiplicidad adquirió su carácter definitivo. Mientras los otros dos “momentos conmemorativos” iban adquiriendo significación popular, surgió un tercer motivo digno de ser celebrado tras la jornada ocurrida el 5 de abril de ese año.

Tres sucesos

Antes de iniciar el análisis, es necesario referirse a los hechos acontecidos en septiembre de 1810, así como también en los de febrero de 1817 y 1818 y de abril de este último año, puesto que en dichas fechas se llevaron a cabo los sucesos históricos que más tarde serían conmemorados mediante las fiestas cívicas.

En 1808, luego de la invasión napoleónica a España y la captura del rey Fernando VII, el pueblo español comenzó a organizarse en juntas a fin de asegurar que el poder usurpado al monarca volviese a recaer en el pueblo y no sobre el emperador francés.

No obstante, el problema radicaba en que la Junta Central creada en Sevilla se sentía con la atribución de gobernar no solo en la península sino también en territorio americano.

Esto produjo profundas molestias en los criollos chilenos, los cuales argumentaban que solo el rey era capaz de mantener ambos “reinos” unidos y, por tanto, no respaldaban el accionar de los peninsulares.

Es en este contexto que comenzó a forjarse la idea en la élite criolla chilena de formar una junta de gobierno que mandase en nombre del rey cautivo, pero que actuara con independencia de las juntas centrales conformadas en España.

El 18 de septiembre de 1810 se convocó en el Tribunal del Consulado a un Cabildo Abierto para formar en Chile la Primera Junta Nacional de Gobierno. Se nombró presidente al Conde de la Conquista, de ochenta y tres años de edad, Mateo de Toro y Zambrano, quien meses antes ya se encontraba a la cabeza del reino de Chile en calidad de gobernador interino.

En términos generales, asistieron alrededor de cuatrocientos criollos, entre los cuales surgieron los nombres de quienes asumirían los cargos de importancia al interior de la Junta, tales como la presidencia, vicepresidencia, vocalías y secretaría.

El doce

En el caso del 12 de febrero, no faltaron motivos por los cuales festejar. Vicente Pérez Rosales afirmaba que este era un día en que, como ningún otro, se concentraban diversos sucesos dignos de ser recordados y “[...] que le hacen merecedor al más justo y cumplido acatamiento del hombre chileno. El 12 de febrero de 1541 fundó Pedro Valdivia [sic] a nuestro orgulloso Santiago; el 12 de febrero del año 1817 el ejército libertador, después de haber resuelto con pericial arrojo el problema del paso de los Andes a la vista del enemigo, nos dio en Chacabuco la libertad que el 12 de febrero del siguiente año [1818] sancionó el país con la solemne Jura de nuestra Independencia”.

En efecto, la batalla de Chacabuco que tuvo lugar el 12 de febrero de 1817, fue una decisiva contienda de la guerra de emancipación chilena ante el dominio peninsular. El jefe del Ejército de los Andes, José de San Martín, y el general chileno Bernardo O'Higgins traspasaron la cordillera con más de tres mil quinientos soldados.

En la entrada norte del valle de Santiago, específicamente en las montañas de Chacabuco, se produjo el enfrentamiento entre el Ejército de los Andes y las tropas realistas al mando de Rafael Maroto. Las tropas lideradas por el general San Martín forzaron a las fuerzas españolas a retirarse, dadas las grandes pérdidas sufridas. El 14 de febrero de 1817, San Martín y O'Higgins lograron entrar en la ciudad de Santiago, controlando de esta manera el norte y centro del país.

Un año después, O'Higgins, en señal de desafío, dio el paso de proclamar la independencia política de Chile. Días antes, específicamente el 1 de enero de ese año, el general chileno firmaba en Concepción el acta que la proclamaba, la cual sería declarada públicamente en Santiago el 12 de febrero de 1818. Para esta ocasión se llevó a cabo un gran esfuerzo por solemnizarla de la mejor manera posible, ya que en este acto las autoridades y el pueblo prestarían juramento a la nación, práctica que se repetiría cada 12 de febrero.

El cinco

Por su parte, el 5 de abril de 1818 fue la última campaña militar del proceso emancipador. Luego del revés sufrido por el ejército patriota en el llano de Cancha Rayada, el 19 de marzo de 1818, las fuerzas comandadas por San Martín se dirigieron al sur de la capital, lugar en el cual esperaron a las tropas enemigas lideradas por Mariano Osorio.

El 5 de abril comenzó la batalla en la que se derrotó a las fuerzas realistas, la cual selló definitivamente la independencia de Chile.

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En términos generales, se creía que estas tres fechas conmemoraban una serie de sucesos que habían determinado la existencia política de Chile. De esto se deduce que los acontecimientos que se festejaban no estaban aislados unos de otros, sino que, por el contrario, eran percibidos como partes de la misma historia revolucionaria.

Divisados dentro de un proceso único, cada uno de estos sucesos se convertía en una especie de “emblema”, puesto que representaban las sucesivas etapas que debieron ir siendo superadas para lograr la autonomía de España.

Ilustrativa resulta la manera con que la sociedad de la época se refería a dicho proceso. A fin de explicar la trayectoria revolucionaria de Chile, la prensa de la época habitualmente comparaba dicho proceso con el desarrollo evolutivo del ser humano, asignándole a cada uno de los sucesos una fase del ciclo vital.

En septiembre de 1821, el periódico La Gazeta Ministerial, utilizando esta analogía, afirmaba que las naciones “[...] como las personas físicas necesitan que medie un largo transcurso de tiempo entre su nacimiento y su grandeza”.

Así, el 18 de septiembre de 1810 era comprendido bajo los términos de “nacimiento” e “infancia”, puesto que a partir de ese instante Chile dio sus primeros pasos encaminados hacia la emancipación política.

De la misma manera, muchos vieron en los sucesos acaecidos en 1818 la manera en que la nación chilena alcanzaba la etapa de “madurez”, puesto que ya se había avanzado una significativa distancia en comparación a los primeros años de existencia.

En efecto, una vez afianzada la libertad de Chile, se está ingresando a una nueva era, con un prometedor porvenir en el horizonte.

Más aún, en algunas mentes de la época, el año de 1818 se alzaba con mérito doble, dado que la “mayoría de edad” alcanzada durante ese año no solo era de carácter civil, sino que, gracias a los sucesos de comienzos de abril, la independencia asumía también un sentido militar.

Chile no solo se había declarado ante el mundo —mediante la jura— como una nación independiente en términos legales, sino que además confirmaba estas ansias mediante las “armas”, a través de las cuales había infligido una derrota devastadora al imperio español.

Años más tarde, en 1822, un periódico confirmaba estas ideas, al referirse a sí mismos como integrantes de una comunidad que ya había superado una infancia trabajosa y que, a su vez, estaba entrando a otra edad que sería más feliz que la precedente si se hacía uso de la experiencia vital adquirida.

Aun cuando esta visión era prácticamente unánime, existían también aquellos que, en cierta forma, diferían. En 1831, El Araucano —periódico gubernamental—, sin dejar de observar los avances alcanzados a partir de 1810, creía que el período inmediatamente posterior a la declaración de la independencia había sido más bien de ensayo e inexperiencia, lo que inevitablemente había provocado desorden en el país.

De alguna manera, este argumento matiza la idea generalizada de “madurez” concedida a la década de 1820, otorgándole un carácter más cercano a la “adolescencia” que a la “adultez”.

Las metáforas

Se puede aventurar la idea de que la sociedad de aquel entonces identificara cada fecha con un concepto que incluyera todas las características —históricas y metafóricas— que se han revisado hasta aquí.

Dichas nociones debían ser capaces de englobar y rescatar la esencia de cada uno de los acontecimientos que serían conmemorados. En otras palabras, el concepto elegido debía “simbolizar” lo sustancial del acontecimiento. Debía ser claro, elocuente, directo y sumamente concreto. En este sentido, las fuentes dan algunas luces.

A partir de ellas, se han podido extraer los principales conceptos —que en adelante serán denominados como “carga simbólica” de cada una de las fechas— para definir al 18 de septiembre, el 12 de febrero y el 5 de abril: regeneración política, independencia y consolidación, respectivamente.

En efecto, con respecto al “dieciocho”, la idea más destacada y difundida en el discurso oficial fue la de regeneración. A modo de ejemplo, muchos discursos y brindis reproducidos por la prensa señalaban al 18 de septiembre como el día en que principió la obra de “regeneración política” de Chile.

Pero, ¿qué significado encierra dicho concepto? ¿Cuales son sus características? Francois Furet y Mona Ozouf definen la “regeneración” como la pretensión de crear un “pueblo nuevo” en todo sentido, es decir, el concepto alude a la transformación física, política, moral y social experimentada por una determinada comunidad.

En las fuentes de la época que se refieren al “dieciocho”, es posible percibir diversos énfasis en el uso de este concepto. Con la utilización de dicho término, se hacía referencia no solo a la idea de “segundo nacimiento”, sino que incluso se cuestionaba la existencia misma de Chile antes de 1810.

La “regeneración” experimentada en territorio chileno era entendida sobre todo en un sentido político, dado que las fuentes constantemente mencionaban las fiestas del 18 de septiembre como el aniversario que celebraba la nación en memoria de su “gloriosa regeneración política”.

Para la sociedad de aquel entonces, el año de 1810 marcaba un quiebre profundo, por ser el momento del nacimiento político de Chile e incluso el de un “nacer” en términos totales.

En contraposición, el gobierno colonial al que estuvo ligado el territorio chileno por dos siglos y medio era interpretado como un estado de “no existencia”, de “muerte en vida”, de un “profundo dormir” en la oscuridad de más de doscientos años.

Así lo señalaba una inscripción lucida en un establecimiento público-administrativo en la fiesta de septiembre de 1830, en el que se leía lo siguiente con respecto al 18 de septiembre de 1810: “Porque en la esclavitud la vida es nada. La edad de Chile principió este día. Pues antes siendo esclavo no existía”.

La decisión

Como se ha venido insistiendo, la nación chilena contemplaba tres fiestas cívicas ordinarias reiteradas en el tiempo con una frecuencia determinada. No obstante, esta multiplicidad festiva fue cuestionada tempranamente por las autoridades.

Efectivamente, 1824 fue un año clave, pues marcó el inicio de la preocupación gubernamental de combatir el exceso de fiestas cívicas, evidenciándose la voluntad política del gobierno por institucionalizar un solo día nacional.

El 8 febrero de 1837, el gobierno cristalizó el esfuerzo por institucionalizar en Chile una única fiesta nacional, al dar término —esta vez de manera definitiva— a la “multiplicidad” o si se quiere “dicotomía festiva” existente en el país.

Es a partir de dicho momento que el 18 de septiembre se consolidó como el único día nacional, jornada en la cual se focalizarían todas las energías encaminadas a solventar y fomentar el sentimiento patriótico.

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Aries:

Posibilidad de gastos inesperados que pueden afectar tu bolsillo. Palabra Clave: Previsión.

Tauro:

Un buen amigo será un apoyo importante en un momento de fragilidad. Palabra Clave: Compañía.

Géminis:

Usa tu capacidad de adaptación a tu favor. Palabra Clave: Versatilidad.

Cáncer:

No te dejes llevar por ideas tristes del pasado. Palabra Clave: Desapego.

Leo:

Con ganas de conocer gente nueva. Palabra Clave: Contactos.

Virgo:

Una salida de compras o ir a una buena película hará que cambie tu humor. Palabra Clave: Ánimo.

Libra:

No dejes que las tensiones cotidianas quebranten tu ánimo. Palabra Clave: Centro.

Escorpio:

Los problemas o las tensiones no desaparecen si nos escondemos. Palabra Clave: Solución.

Sagitario:

Nada se resuelve de una manera espontánea sin poner de tu parte. Palabra Clave: Compromiso.

Capricornio:

Te rodea el afecto de quienes siempre están dispuestos a protegerlo. Palabra Clave: Contención.

Acuario:

Disfruta de las actividades sociales, pero evita los excesos en todo ámbito. Palabra Clave: Moderación.

Piscis:

Soluciones en asuntos domésticos. Palabra Clave: Orden.

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