“Ted Bundy: Durmiendo con el asesino” se basa en el libro “The Phantom Prince: My Life With Ted Bundy”, escrito por Elizabeth Kloepfer, novia del célebre homicida serial. Su perfectiva en el caso es la de una joven madre soltera que una noche conoce a quien parece ser el hombre ideal. Así inician una relación que dura hasta que él se convierte en sospechoso de un par de crímenes y comienza a vivir tras las rejas bajo el seguimiento atento de los medios de comunicación. Bundy negó los asesinatos hasta el final y trató de convencerla de que pronto volverían a estar juntos. Ella tuvo que lidiar permanentemente con la duda. El contacto entre Kloepfer y Bundy fue intermitente pero se extendió hasta la ejecución del criminal, ocurrida el 24 de enero de 1989.

El director Joe Berlinger (“Metallica: Some Kind of Monster”) toma la inteligente decisión de no mostrar las bestiales acciones cometidas por el psicópata (violación, asesinato, canibalismo) ni indagar en sus oscuras motivaciones, sino que promueve la ambigüedad a la luz de su rol en la sociedad. Buenmozo, seductor e inteligente, la mejor arma de Bundy fue su aspecto. En el EE.UU. de los 80 parecía imposible que un tipo como él estuviese detrás de un tipo de brutalidad históricamente atribuida a pobres y marginales. El juego con la ambigüedad del filme, sin embargo, se cae fácilmente porque todos conocemos la historia de Bundy, especialmente después de digerirla detalladamente a través de la serie documental “Conversations with a Killer: The Ted Bundy Tapes”, curiosamente también dirigida por Berlinger.

A esto se suma otro problema: en la segunda mitad, Kloepfer desaparece y la película se concentra en la recreación de los juicios y en el romance de Bundy con una fan llamada Carole Ann Boone. Todo lo que se había construido hasta el momento (una historia de pasión, vacilaciones y manipulación emocional) desaparece por un giro caprichoso e innecesario. A pesar de eso, “Ted Bundy: Durmiendo con el asesino” combina bien con la serie documental estrenada por Netflix y permite reflexionar sobre el arte de la representación. Ahora bien, la gran duda desde que se anunció el proyecto es: ¿Está Zac Efron, un actor bastante cuestionable, a la altura de las exigencias? La respuesta es sí. Aunque el verdadero Bundy es mucho más aterrador, el ex “High School Musical” resulta más que convincente.

“Ted Bundy: Durmiendo con el asesino”. Dirección: Joe Berlinger. Con Zac Efron, Lily Collins, John Malkovich, James Hetfield. EE.UU., 2019. Duración: 1 hora 50. ENTRETENIDA.

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Es responsabilidad de Matías Bize haber consolidado en Chile un cine de afectos y relaciones trizadas que confía en las sutilezas y en los silencios para calar hondo en el espectador. “No basta con amar”, ópera prima de Cristián Mamani, se hace una pregunta que invierte, en términos de género, una realidad común: ¿Qué pasa si la madre es quien abandona a la familia? Es el caso de Javiera (Daniela Ramírez), una dedicada astrónoma que, tras meses de ausencia, regresa al hogar que comparten su pareja, José (Néstor Cantillana), y su pequeño hijo Samir. Va solamente de visita pero con el fin de recomponer la relación rota con el niño. Así, en medio de una casa emplazada en la naturaleza, el reencuentro generará algunas preguntas relacionadas con el deber, la realización profesional y, como sugiere el título, las complejidades de las relaciones más allá de los afectos.

Mamani opta por las atmósferas, las sugerencias, los diálogos discretos. Cantillana y Ramírez responden bien al tono buscado. Así y todo, “No basta con amar” no deja de ser una película modesta, marcada por la corrección y pauteada por un par de interrogantes de revista rosa.

“No basta con amar”. Dirección: Cristián Mamani. Con Néstor Cantillana, Daniela Ramírez. Chile, 2019. Duración: 1 hora 25. REGULAR.

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Después de descartar su encarnación de Freddie Mercury para “Bohemian Rhapsody”, Sasha Baron Cohen (“Borat”) nos debía un papel que lo sacara de la comedia exageradamente ridícula y caricaturesca en la que estaba sumido.

La deuda queda ahora saldada con “El Espía”, miniserie francesa de seis episodios en la que el ex comediante británico interpreta a Eli Cohen, legendario agente secreto israelí que en los 60 se infiltró en Siria y llegó a convertirse en uno de los hombres más influyentes del país, al punto que pudo haber sido presidente. El caso fue uno de los operativos más increíbles y clasificados del Mossad.

El director Gideon Raff (director de la serie “Hatufim” que inspiró “Homeland”) narra la desconocida historia con habilidad, estilo (el tono deslavado tiene un aire a cine sesentero) y una preocupación por la dirección de actores que deja bien parado al multifacético de Cohen, quien por fin se desprende de las ropas caricaturescas de personajes como Borat o Bruno.

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“‘El mundo oculto de Sabrina', en Netflix, como una liviana serie dramática de ficción sobrenatural, con buenas gotas de horror inofensivo. Interesante propuesta para mostrarnos la disyuntiva de una chica que es bruja y adolescente a la vez”.

El escritor acaba de reeditar su ópera prima de 2002, “Eskizoides”.

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