Cristián Hernández-Cuevas (42) dice que “está justo en una etapa de transición”.

—Partí como científico-ingeniero y luego emprendedor científico. Ahora estoy entrando a la categoría de empresario científico, inversionista y director de empresas, dice en su oficina en Ñuñoa.

A Hernández (ingeniero en Biotecnología Molecular de la Universidad de Chile) le interesó esta disciplina porque se relacionaba con la medicina y la ingeniería genética. “Cuando niño quería ser astronauta o científico. Intuía que podía combinar más áreas que solo las ciencias. Porque para ser bueno en bionegocios debes entender también sobre levantamiento de capital, propiedad intelectual, mercados regulados y gestión de empresas. Soy un apasionado de la combinación explosiva entre ciencia y negocios biomédicos”, enfatiza.

Agrega: “La biotecnología, que se practica con fuerza hace unos diez años en Chile, es una disciplina científica que aplica el conocimiento biológico para desarrollar productos o tecnologías en áreas como la salud, agricultura, medio ambiente, energía y la industria”.

Fue el primer latino en ser aceptado para cursar un máster en negocios de empresas de biociencia en la Universidad de Cambridge en 2003. Hoy participa en varios directorios de empresas biotecnológicas (en Chile, Estados Unidos y Nueva Zelandia). “Desarrollamos dispositivos médicos, fármacos y métodos de diagnóstico”, cuenta.

Así, se ha dedicado al emprendimiento en biotecnología como consultor en Chile e Inglaterra. Es fundador y director ejecutivo de The Network Factory, compañía tras redbionova.com (portal de empleos para investigadores más visitado de habla hispana). Además es inversionista ángel en la compañía estadounidense Lucira Health (que desarrolla una plataforma desechable para transformar cualquier teléfono móvil en un dispositivo portátil de prueba de ADN) y de la inglesa Eagle Genomics (que combina computación en la nube y análisis genómico) facilitando la investigación de compañías multinacionales.

Como científico-empresario participó activamente en el levantamiento de más de 50 millones de dólares para varias empresas del campus de ciencia y negocios de la fundación chilena “Ciencia y Vida”.

“Impulsar negocios biotecnológicos es facilitar la solución de un problema y crear un emprendimiento como consecuencia. Por ejemplo, encontrar un nuevo tratamiento para una enfermedad usando productos y herramientas biotecnológicas. Chile, de aquí a diez años, probablemente será un polo regional, líder en desarrollo de empresas de biotecnología en América Latina. Hoy en nuestro país hay entre 100 y 150 compañías del área”, cuenta.

—¿Qué le falta a Chile para dar un salto a las ligas mayores en biotecnología?

—Sin duda, una historia de éxito, un relato de biotecnología «Made in Chile» que tenga un impacto global. Algo así como levantar un Cornershop de la ciencia. Creo que estamos cerca de que algo así pase. La biotecnología puede ser la «punta de lanza» en la transformación de nuestra sociedad; es un factor clave para el desarrollo social, económico, cultural y educacional de un país.

—Has trabajado en el desarrollo de terapias para el cáncer como el fármaco en estudio ANDES-1537 para un posible tratamiento que combate tumores sólidos. ¿Cómo fue esa experiencia?

—Es una tarea titánica. El blanco terapéutico y el fármaco para el cáncer son elementos biológicos del dominio de la biotecnología médica. El primero es un ácido ribonucleico derivado de la mitocondria (con rol en la división celular) y el segundo es un trozo de ADN modificado químicamente (hace las veces de bala y cuando le pega al blanco la célula tumoral se muere). Estamos probando si es seguro en pacientes. Esto lo hacemos con la aprobación de las agencias regulatorias pertinentes. En Chile, el ISP, y en Estados Unidos, la FDA.

—Invertir en biotecnología es una puesta a muy largo plazo.

—Es costoso y demoroso, pero el retorno a largo plazo es positivo y se aplica particularmente en biotecnología en salud. Al ser una industria altamente regulada, toma entre 8 y 10 años lograr pasar con éxito todas las etapas de desarrollo, que cuestan entre 700 millones y mil millones de dólares. Si lo logras, el retorno, por lo general, es entre 5 y 10 veces lo invertido. Aún nos queda mucho por recorrer como país. Pronto se integrarán más los inversionistas con los emprendedores científicos. Nos necesitamos para construir el puente que conecte con éxito los mundos de la ciencia y los negocios.

Cristián Hernández-Cuevas

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