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Gentileza Universidad de Chile.

Aníbal Alfaro tenía 47 años cuando le extirparon un tumor cancerígeno de la cabeza, que reapareció tres años después. Fue sometido a radioterapia y a una nueva cirugía, pero —al poco tiempo— presentó una reacción adversa que lo inhabilitó casi por completo.

“Perdí la noción del tiempo. Me detectaron diabetes, hipertensión y reumatismo, tomaba muchos medicamentos, lo que alteró mi metabolismo. Llegué a pesar casi 100 kilos, estaba hinchado, con una calidad de vida horrible”, cuenta Alfaro.

El diagnóstico fue radionecrosis: una lesión cerebral grave producida por la radioterapia. Para tratarlo le indicaron terapia hiperbárica, lo que realizó en el Hospital de la FACh y que consiste, básicamente, en ingresar a una cámara hiperbárica, es decir, con una alta presión ambiental —de entre 2 y 3 atmósferas, equivalentes a estar entre 12 y 18 metros bajo el mar—, donde mediante una mascarilla el paciente respira oxígeno puro, al 100%.

“Estaba incapacitado física, psíquica e intelectualmente. Me llevaban en silla de ruedas, casi no podía caminar y no me daba cuenta de nada. Después de 40 sesiones, salí caminando y ahora camino largas distancias sin problemas. Bajé de peso y llegó un minuto, en 2015, en que dejé los medicamentos”, afirma.

Alfaro volvió a tener una vida activa. “Los más sorprendidos —dice— fueron mis vecinos, porque vieron un cambio tan grande que dicen que fue un milagro”.

Pero no se trata de una cura mágica, sino de una terapia basada en leyes de la física, explica la doctora Tania Capote, jefa de Medicina Hiperbárica del Hospital FACh: “En la cámara se aumenta la presión con aire y así se consigue un incremento importante del oxígeno disuelto en el plasma”.

El oxígeno hiperbárico, que posee propiedades regeneradoras, antiinflamatorias y bactericidas, “provoca la formación de nuevos vasos sanguíneos —base de la cicatrización de heridas— y moviliza células madre hacia los sitios del organismo donde se necesita (inflamaciones, quemaduras, fracturas, infecciones)”, señala Capote.

En la cámara hiperbárica del Hospital de la FACh atienden a pacientes crónicos y también urgencias, como intoxicaciones con monóxido de carbono. “En esos casos, si se actúa a tiempo, el resultado es espectacular. La persona llega inconsciente, con 90% de probabilidad de muerte y al día siguiente está consciente y sin consecuencias neurológicas”, relata Capote.

Situación en Chile

La medicina hiperbárica —también llamada oxigenoterapia hiperbárica o baromedicina— es poco conocida en Chile, pero ampliamente reconocida en otros países. El doctor Yury Salinas, médico evaluador de la Unidad de Medicina Hiperbárica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, comenta que en Estados Unidos la FDA (agencia que valida las terapias médicas) acepta 14 enfermedades a tratar de preferencia en cámaras hiperbáricas, y la Sociedad Europea de Medicina Hiperbárica (EUBS) valida 22.

“No existe para todas las patologías el mismo grado de evidencia que confirme su efectividad. Sin embargo, puede ser considerado un tratamiento de primera línea para los accidentes de descompresión, intoxicación por monóxido de carbono, lesiones tardías y graves por radiación en tejido blando y tejido óseo (osteoradionecrosis), infecciones necrotizantes de tejidos blandos, osteomielitis refractaria, lesiones por quemaduras térmicas, heridas por insuficiencias vasculares, isquemias traumáticas agudas por aplastamiento”, explica Salinas.

A juicio del académico, en Chile hay al menos tres tareas pendientes en relación con la medicina hiperbática: informar a los médicos especialistas que necesitan indicar la terapia; preparar a personal de la salud en la selección y preparación de pacientes; y abordar los problemas de cobertura de esta terapia —que no está en Fonasa— para enfermedades prioritarias de salud pública, como la radionecrosis en pacientes oncológicos y los problemas de pie diabético.

Un indicador de lo poco conocida que es la baromedicina en el país es que no se enseña en el pregrado en las escuelas de Medicina y solo hay un posgrado en la Universidad San Sebastián. El director de ese programa, doctor Andrés Llarena, considera que con los conocimientos sobre “los mecanismos de acción de la medicina hiperbárica y de sus fundamentos fisiológicos están las condiciones para enseñarlo a la comunidad médica y que este conocimiento quede a disposición del público en general”.

“Se trata de terapias médicas que deben ser indicadas, efectuadas, supervisadas y monitorizadas por especialistas”, y explica que “no cualquier dispositivo presurizable donde se introduzca una persona es una cámara hiperbárica. Si no cumple con condiciones mínimas (presión sobre 2 atmósferas), no proporcionará resultado clínico alguno y pondrá en riesgo al paciente”, afirma.

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