Pedro Lizana tiene dos flancos a los que históricamente le ha costado resistirse: el cigarrillo y las mujeres.

El extimonel de la Sofofa, hoy concejal de Providencia, en el último tiempo aguantó seis meses sin fumar, pero lo retomó hace poco. “Tengo los pulmones buenos; funcionando a capacidad normal”, afirma.

A sus 81 años recalca que sigue tan activo como a los 40. “No tengo ninguna gana de jubilarme. Acabo de dar el examen para la licencia de conducir y los resultados salieron mejor que hace 4 años. Hasta me levantaron la restricción que tenía para manejar de noche”.

—Tal vez influyó ser concejal de la comuna donde hizo el examen.

—Nooo, si son súper estrictos acá —contesta mientras abre la ventana para dejar salir el humo de la oficina que ocupa a un costado de la casa municipal—. Voy al campo, que queda a 200 km, y me muevo en auto para todos lados. Con la tecnología me mantengo al día; uso WhatsApp como loco.

“Tengo un desorden importante”

Separado dos veces, padre de tres hijos y con 6 nietos, Pedro Lizana cuenta que vive solo “en una parcela por el camino a Colina pa' arriba. Ahí hago de todo: lavo mi ropa, plancho. Tengo un desorden importante, pero los miércoles va una señora a hacer el aseo. Cocinar es facilísimo: compro comida en frasco o de esas conservas que veden en el supermercado y puedo hacer alubias a la jardinera, comida española rica y fácil. Para mí, vivir solo es una necesidad”.

—Aunque parece que solo nunca ha estado. Dicen que ha tenido varias pololas en sus dos décadas de soltería.

—No las he contado, pero ha habido... Aunque yo de galán nada. Me he casado dos veces y con la actual (pareja) son varios años, aunque con interrupciones. No quiero decir más para no echar a perder el currículum, cosa muy importante.

—Así que le ha ido bien en ese aspecto.

—Soy un agradecido; estoy dispuesto a socorrer a cualquier polola que haya tenido si ellas me lo piden. También a mis exseñoras. Tengo una deuda de gratitud con ellas. Las separaciones son accidentes y luego hay que olvidarse de lo que pasó y seguir tan amigos como antes. Claro que algunas no lo soportan, son resentidas.

—Tal vez estén dolidas porque usted no se portó bien…

—Seguramente, pero esos son accidentes del camino nomás, baches. Es que soy amistoso y tengo muy buen genio. Pero desgraciadamente hay mujeres que quedan enrabiadas y se toman como una agresión cuando uno dice: esto se terminó.

—¿Qué puede llevar una relación al punto final?

—El reclamo, la queja. Yo no me quejo de nada ni entro en conflicto, pero cuando empiezan a reprocharme por cosas insignificantes, hasta ahí llego… ¿Sabe cuál es la queja moderna? “No me contestaste el WhatsApp”. Hay mujeres a las que se les puede responder al día siguiente y ni un problema, pero hay otras quienes a la hora de haber visto el mensaje te dicen “¿y, qué pasó?”. Te arman un escándalo. Levantan cargos sin siquiera preguntarte. Eso es lo que más me irrita: “¡Apuesto que estabas con tus amigotes! O peor, ¡con alguna amigota!…”. Culpable hasta que no pruebes lo contrario. Me molesta, porque soy de los que beben poco. Nunca me he curado. En un asado al que fui hace poco tomé un puro pisco sour. Pero las mujeres son así, demandan atención, y cuando uno no las corresponde como quieren, lo toman como un descariñamiento terrible.

—¿Qué le atrae de una mujer?

—Lo primero en que me fijo es en los ojos; me encandilan, partiendo por los verdes, luego azules y al final los café… Después, pongo atención a la altura. Mi mamá era muy buenamoza y tenía los ojos verdes. En cuanto al carácter, me gustan las mujeres vivaces, con puntos de vista, directas. Tuve una polola argentina que decía que las chilenas son como “gatas”: “recoveteadas” para decir las cosas, no van de frente, y es verdad.

“No hay pega suficiente”

—Con tantas mujeres en su familia (dos hijas y 5 nietas), ¿cómo ve lo que está pasando con el feminismo?

—Cómo todos los “ismos”, parten exagerados y se transforman en un combate en lugar de un abuenamiento con el otro sexo; tal vez esté bien reclamar por más cooperación, pero las protestas no creo que sean una buena vía en comparación con trabajar juntos y buscar acciones en común.

—Suena lindo, pero ha funcionado poco.

—Ha ido mejorando; hoy las mujeres tienen más participación; antes eran un cero a la izquierda nomás; ninguna trabajaba. En los años 40 empezó con algunas próceres, como María de la Cruz y Amanda Labarca: ellas fueron el embrión.

—Hoy prácticamente equiparamos a los hombres en el mercado laboral, pero ganamos mucho menos. ¿Cómo se explica?

—Que hay una oferta insatisfecha: muchas mujeres dispuestas a trabajar, pero no hay pega suficiente.

—Los hombres siguen ganando más, ¿por qué?

—Por la oferta y la demanda.

—¿En qué sentido?

—El asunto está desbalanceado: el mercado es mayor para los hombres que para las mujeres. La discriminación es tan antigua que está incrustada en el ADN y para mutar se requieren varias generaciones. Pero gracias a la tecnología y el progreso, las mujeres se están tomando muchas áreas.

Las famosas 40 horas

De la guerra de los sexos, Lizana se pasa a otro tema que lo apasiona, pero que lo pone de mal humor: la situación económica y política del país.

“En Chile todos reclaman: los trabajadores contra los empresarios, los empresarios contra los políticos, pero no hay cooperación. No existe. Además, esto de que el gobierno y los políticos se conduzcan por los votos ha llevado a una enfermedad que hoy afecta a varios: el populismo”.

Molesto, enciende otro cigarrillo y prosigue:

“Esta cuestión de las horas de trabajo (dice por el proyecto presentado por el PC de reducir el horario laboral y frente al cual el Gobierno respondió con una ley similar). ¡La compró todo el mundo, hasta el Presidente! Todo por ganar puntos en las encuestas, que se nota que le duelen. Cómo sale con una proposición de 41 horas para competirle al PC cuando él estudió en Harvard y ha sido un gallo brillante. Él sabe que esa cuestión no tiene respaldo económico. Es una inconsciencia, sabiendo que no tiene fundamento, que no se puede respaldar con la triquiñuela del horario flexible”.

—El Presidente se defendió y dijo que ese proyecto estaba en su programa de gobierno.

—Sí, pero lo podría haber hecho paulatinamente a medida que aumenta la productividad, pero no poner la carreta delante de los bueyes. Todos sabemos que el chileno tiene la costumbre de sacar la vuelta y de no concentrarse en el trabajo.

—Según el índice global, la productividad cayó del puesto 19 al 42, en 15 años.

—Antes se pasaban horas hablando por teléfono, y ahora son las redes sociales que, como además son gratis, fomentan el ocio. Los países que tienen menos horas de trabajo es porque antes consiguieron ser más eficientes. No al revés.

—¿Dónde más ha visto populismo?

—Entre los dirigentes empresariales que se acoplan (al proyecto) y dicen que se puede corregir, en vez de recoger la experiencia internacional y abogar por que simplemente las cosas se deben hacer de otra manera.

—¿Cree que los empresarios deben hacerse escuchar como en los 90?

—Lo que pasa es que los dirigentes de los gremios no son necesariamente empresarios, sino ejecutivos o dueños que están en los puestos más altos de la empresa, pero que jamás han dirigido gente de forma directa. Yo he sido el único presidente en la historia de la Sofofa que fue pyme (dice por su empresa de globos, Impol, que cerró hace años).

—¿Le ha faltado carácter, fuerza, a la Sofofa para imponerse?

—Como dice un senador: les ha faltado calle.

Los años en el gremio

Pedro Lizana está molesto con la entidad (Sofofa) que presidió entre 1993-1997, y de la cual hoy es consejero emérito. “Iba a todas las reuniones, hasta el último cambio (cuando fue elegido Bernardo Larraín Matte, en junio de 2017), que no me gustó nada. Fue una manipulación de última hora; bajaron al otro candidato (Rodrigo Álvarez) y yo traté de levantar otra carta, pero no encontré eco. Le dije en su cara (a Larraín) que no resultaba presentable que alguien que ha estado en la empresa que se coludió (el escándalo del Tissue donde la CMPC fue una de las empresas coludidas) se ponga en la primera línea de la Sofofa. Además que históricamente en la directiva hubo siempre empresarios, jamás directores ni grandes ejecutivos como ocurre hoy”.

—¿Se desvirtuó la asociación?

—Se fue a otro nivel nomás: el de los ejecutivos. Se convirtió en un centro de opinión que no tiene planteamientos fundados en la realidad concreta y no han conseguido nada. Fueron cooptados por los grandes grupos económicos, que siempre buscan tener más influencia. Es sabido que el que tiene poder siempre quiere más, y eso es lo que pasó con la Sofofa.

—Tras dejar su cargo, se ha enfocado el tema municipal.

—Ser concejal tiene la gracia de que se hacen cosas concretas, pero la función del cargo, si bien no es estúpida, es muy parcial: los concejales son fiscalizadores y no aportadores. Si se funcionara como un directorio de empresas, sería otra cosa. Para hacer un proyecto que uno quiere, la burocracia se demora ‘ene' y siempre cuando haya buena voluntad. Hace como 10 años se me ocurrió una comisión de seguridad, que no había, y desde entonces que peleo para que pongan más cámaras, que es la herramienta moderna para disminuir la delincuencia; hoy Providencia tiene 51, de las cuales funcionan unas 47; Colina tiene 150 cámaras. En la municipalidad dicen que son muy caras cuando se gasta mucho más en guardias. Pero como la alemana es alemana, es porfiada. Así que mejor me callo, no digo más.

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