A las 11 y media de la mañana el señor Juan Esteban Montero llamó a su despacho a todos sus ministros de Estado y con ellos celebró un largo Consejo de Gabinete que se prolongó hasta la 1 y media de la tarde. El objeto de este Consejo fue para dar a conocer a sus ministros la resolución de retirarse de La Moneda, en virtud de haber aceptado la candidatura a la Presidencia de la República que le ofrecían los partidos y profesionales de todo el país.

En primer lugar se tratan otros asuntos

En el Consejo de Gabinete se trató, en primer lugar, el sensible fallecimiento de la señora Carmela Carvajal, viuda de Prat, la esposa del héroe y de la participación que tomaría el gobierno en sus funerales. Quedó resuelto rendirle honores extraordinarios.

Enseguida se resolvieron otros asuntos, para pasar después a tratar de lleno sobre la situación del momento.

“Renuncio a la vicepresidencia”

Fueron las palabras que el señor Juan Esteban Montero pronunció en ese momento solemne en el que estaba rodeado de todos los secretarios de Estado.

“Hace un momento he aceptado la candidatura a la Presidencia de la República y en tal situación mi deber es declinar mi calidad de vicepresidente, y, desde luego, renuncio a ese alto cargo”.

Los ministros escucharon atentamente las palabras del actual Primer Mandatario de la Nación.

La renuncia será presentada mañana

Los secretarios de Estado entraron entonces a estudiar la situación que se presentaba con la resolución del señor Montero, produciéndose de inmediato la perfecta unanimidad respecto del procedimiento al frente de los hechos producidos. Podemos anticipar que la renuncia oficial del Excmo. señor Montero se producirá mañana, aún cuando nada raro sería que la presentase esta misma noche.

Si grande es Montero, ¿qué decir de su esposa?

Obligados por los imperiosos deberes del período, por esos deberes que nos impone el ansia de escudriñar, de apreciar todos los detalles que pueden tener alcance público, vamos a cometer algo que de ser calificado de impertinencia pedimos, desde luego, perdón.

Llegamos hoy hasta el hogar del Vicepresidente de la República, señor don Juan Esteban Montero, para presentar nuestros respetos a la distinguida esposa, señora Graciela Fehrmann de Montero. En un ambiente apacible, acogedor, un ambiente que es fiel reflejo de la personalidad de su jefe y de su digna compañera, la señora de Montero nos recibe con afabilidad.

Después de expresarle las congratulaciones por la admirable personalidad de su esposo, le preguntamos:

—Señora, se dice que ha sido usted quien ha pedido a su esposo que no acepte la candidatura presidencial.

Vacila, se enternece y nos responde con encantadora sencillez:

—Es cierto. Para nosotros, que no hemos ambicionado nunca nada, que sentimos como un tesoro la tranquilidad de nuestro hogar y de nuestras costumbres, esto representaba una revolución. Y estimábamos que debía declinar ese honor.

—Se dice que ha sido usted también quien en definitiva ha influido en la reconsideración de la negativa del señor Montero.

—También es cierto. Se ha invocado el patriotismo de Juan Esteban. Se debe hacer este sacrificio por la felicidad de la patria y le he dicho que no puede resistirse. Que debe ir a ese sacrificio. Si ustedes pudieran penetrar en el fondo de mi alma, podrían apreciar lo que esto significa para mi condición de esposa.

“Pero me queda una esperanza”, nos agradece sonriéndose.

¿Cuál? preguntamos.

—Que lo derroten en las urnas.

En ese instante llegaban mensajes y visitas, y grandes canastillos de hermosas flores hasta ese hogar mostrando el afecto y el homenaje a la dama, digna compañera del hombre eminente en quien sus conciudadanos han puesto las más altas esperanzas de felicidad para la República.

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