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La saga cinematográfica de “Angry Birds”, estrenada en 2016, nació del éxito del videojuego homónimo. Esto implicó una misión difícil para sus realizadores: definir la personalidad de pájaros que hasta entonces estaban despojados de un desarrollo dramático. Si la adaptación funcionó fue porque los realizadores Clay Kaytis y Fergal Reilly la construyeron al calor de la Nueva Comedia Americana que brillaba por esos tiempos.

Esta segunda parte resulta, sin embargo, una empresa un poco más forzada por operaciones de marketing. La trama es simple y funciona como una extensión de los conflictos de la precuela. Esta vez los pájaros —liderados por el sarcástico Red— se tendrán que unir a los cerdos, sus viejos enemigos, para combatir un mal mayor: una amenaza de bombas para destruir las islas donde habitan estos animales. Aunque la cinta resulta innecesaria y plana, los nuevos realizadores a cargo (Thurop van Orman y John Rice) entienden que para sobrellevar el encargo deben acudir al espíritu de la apuesta anterior. Es decir, la sátira constante pero para toda la familia, el gag humorístico y la música ochentera para no aburrir a los adultos acompañantes.

“Angry Birds 2: La película”. Dirección: Thurop van Orman y John Rice. Finlandia/EE.UU., 2019. Duración: 1 hora 36. ENTRETENIDA.

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En el contexto de una cinematografía aún adolescente como es la chilena, “Homeless” parece un territorio inexplorado. No solo porque sabemos que la animación local ha tenido un desarrollo reciente y a contracorriente, sino que también porque hasta ahora no habíamos visto muchos casos de incorrección política dentro de un género que generalmente se divide entre la experimentación (liderada por la rigurosa obra de Tomas Welss) y las réplicas a formatos importados de estudios como Pixar (“Historia de un oso”).

Esta rara avis, transmitida sigilosamente como serie por La Red en los trasnoches de 2015, pertenece a otras latitudes creativas. Coproducida por Fábula, se familiariza con ofertas de humor negro y absurdo como “Ricky y Morty”, “South Park” y las irreverencias animadas del canal Adult Swim, pero sus trazos esperpénticos y grotescos remiten también a los trabajos de dibujantes contraculturales como Robert Crumb y el gran Gilbert Shelton (“Fabulous Furry Freak Brothers”).

Con este espíritu adoptado del underground, “Homeless” sigue a un grupo de vagabundos que deambulan por una ciudad que podría ser Santiago. A uno le faltan las piernas, otro padece de gonorrea, otro tiene vocación de líder anti-sistema; por ahí vemos también al recordado Anticristo de Lastarria como parte del grupo de marginales. Son seres invisibles en una sociedad injusta que pronto se verán envueltos en un conflicto de alcances mundiales que involucra a hackers, un adolescente inseguro e ingenuo de clase alta, la ONU con Trump, Merkel y Putin, ciborgs, hippies fumones, un villano con cara de rata y un enemigo mayor para coronar la jerarquía de antagonistas: Waldo Alegría, elegante y ambicioso magnate, dueño del parque Felicilandia. La inspiración es, por supuesto, Walt Disney en tiempos en que la compañía del ratón se ha apoderado de la industria (léase Lucasfilms, Marvel, Pixar, Fox).

Es interesante que una película animada sudamericana se burle de Disney. “Homeless” lo hace cargando la paradoja de sus anhelos de internacionalización. Eso potencia su universalidad, pero, al mismo tiempo, desperdicia una corrosión local que hubiese sido interesante apreciar. Después de todo, Chile se ha vuelto un territorio fértil para la sátira.

“Homeless”. Dirección: Jorge Campusano, José Ignacio Navarro, Santiago O'Ryan. Chile, 2019. Duración: 1 hora 25. INTERESANTE.

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“La serie documental ‘Losers', en Netflix. Describe las historias de deportistas enfrentados a

vivir ascensos espectaculares en sus carreras y, al momento de consagrarse, sufren impases que inevitablemente viven como un fracaso rotundo”.

El cantante y actor prepara el disco “Canciones con mi viejo”, construido sobre grabaciones encontradas de su padre: el fallecido Willy Oddó.

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Al Bob Fosse cineasta le gustaba contar tragedias bajo las luces del gran espectáculo. Así lo demuestran especialmente “Lenny” (1974), centrada en la vida del malogrado comediante Lenny Bruce, y “All that jazz” (1979), autorretrato amargo y vibrante construido como un musical. El cóctel temático ofrecido por ese clásico incombustible (adicciones, sexo, muerte) está presente en “Fosse/Verdon”, serie que retrata la compleja relación personal y creativa entre el coreógrafo y Gwen Verdon, considerada hasta hoy como la mejor bailarina en la historia de Broadway. Con buen pulso, saltos temporales, coreografías fascinantes y las brillantes actuaciones protagónicas de Sam Rockwell y Michelle Williams, “Fosse/Verdon” se acerca, con actitud y sensibilidad, a una figura capital dentro del género musical y el cine contemporáneo.

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