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“Había una vez en… Hollywood” llega precedida de controversias. Por un lado, la hija de Bruce Lee se quejó por el retrato caricaturesco que la cinta hace de su padre; por otro, el crítico estadounidense Jonathan Rosenbaum comparó la nostalgia de Quentin Tarantino con el discurso nacionalista de Donald Trump. A esto sumémosles un par de reclamos relacionados con la falta de veracidad del filme en relación con los crímenes de Charles Manson. Lo cierto es que nadie puede pedirle sutilezas ni rigor histórico a un cineasta que no tiene interés en ser fiel a los hechos y cuya melancolía no remite a otra cosa que al arte que lo obsesiona. Para Tarantino la vida pareciera ser una suma de películas. Toda su inspiración viene de ahí. “Había una vez en… Hollywood” es un homenaje a ese viejo cine que hoy parece enterrado bajo las nuevas tecnologías y la volatilidad del streaming. Ni siquiera podríamos decir que el 1969 de Tarantino tiene la vocación de reconstruir la escena cultural de una época. No hay aquí rastros de los orígenes del New Hollywood, ni postales de efervescencia política, ni guiños a la contracultura. Tarantino selecciona lo que quiere para pintar su fresco, desde películas como “Death on the run” (Sergio Cornbucci, 1967) hasta canciones como “California Dreamin'”, según la versión de José Feliciano.

El factor Manson —es decir, la tragedia anunciada— le permite al director jugar con los tiempos y eludir el conflicto para concentrarse en los sets cinematográficos, las marquesinas, los automóviles, los búnkeres, las calles de una ciudad que pareciera funcionar para las películas. Por estos parajes deambulan los tres personajes principales: Rick Dalton, un actor en el ocaso que busca no desaparecer de la escena; Cliff Booth, su inseparable doble de riesgo, y su vecina Sharon Tate, quien comienza a brillar en la industria.

Por ahí merodea también Charles Manson, quien ha armado su secta en un rancho que antes se utilizaba para filmar westerns. Este detalle pareciera enfurecer a Tarantino: un par de hippies despreciables (el cineasta los odia) han alzado su imperio sobre las cenizas de uno de los géneros cinematográficos más importantes de Hollywood. La violencia, por supuesto, explotará hacia el final, pero no vale la pena espoilear un cierre que vuelve a demostrar el poder redentor que para Tarantino tiene el cine. “Había una vez en… Hollywood” es otra lúdica y bella ucronía. Una comedia iluminada y libre que es lo mejor que ha hecho el cineasta después de “Perros de la calle” y “Pulp Fiction”.

“Había una vez en… Hollywood”. Dirección: Quentin Tarantino. Con Leonardo DiCaprio, Brad Pitt, Margot Robbie. EE.UU./Reino Unido/China, 2019. Duración: 2 horas 41. Muy buena.

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El director chileno Felipe Ríos debuta con una película cargada de silencios y paisajes sobrecogedores. Elena (una convincente Antonia Giesen) escapa de una vida convencional en Cochrane para seguir su sueño de escalar en el mundo del boxeo femenino. Su padre biológico, Michelsen (José Soza), emprende su último viaje como camionero antes de jubilarse. Elena es transportada por Cuatro Dedos (Roberto Farías), un camionero que, de alguna forma, ocupa el rol de Michelsen, mientras que éste lleva a una adolescente argentina (María Alche) que le hace recordar a su hija.

“El hombre del futuro” —cinta que compite por estos días en Sanfic, al mismo tiempo que aterriza en salas comerciales— parece dos road movies intercaladas que pronto serán una cuando los caminos que separan a Elena de Michelsen se crucen y llegue la hora de sanar viejas heridas. Ríos teje las situaciones con sutileza y lejos de cualquier tipo de juicio. Porque esta es una película sobria, modesta y sensible sobre hombres solitarios que emprenden rutas y mujeres marcadas por carencias afectivas. Una crónica de reencuentros imposibles en medio de una geografía que funciona como personaje principal.

“El hombre del futuro”. Dirección: Felipe Ríos. Con Antonia Giesen, José Soza. Chile, 2019. Duración: 1 hora 36. Interesante.

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“Los deseos concebidos”, de Cristián Sánchez (en la plataforma online de la Cineteca Nacional). Es una joyita del cine chileno, para muchos desconocida. Un viaje desolador de un adolescente llamado Erre que es casi invisible para el resto, pero en quien Sánchez fija una mirada profunda y viva.

El director de “Y las vacas vuelan” prepara su cuarto largometraje, “La hierba de los caminos”, co-escrito con Alejandra Zambra.

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No es casual que Netflix haya hecho coincidir el estreno de la segunda temporada de la serie “Mindhunter” con el de “Había una vez en… Hollywood”, de Quentin Tarantino. La figura del psicópata delirante que murió en el año 2017 ha regresado además porque este año se cumplió medio siglo de los crímenes que aterraron a California en las postrimerías del sueño colectivo de paz y amor.

La serie se centra en un trío de agentes que entrevistan a criminales para crear perfiles psicológicos y así poder entender sus motivaciones. Es la historia de la psicología criminal en tiempos en que los asesinos en serie comenzaban a proliferar en Estados Unidos. La guinda de la torta de este ciclo es, por supuesto, Charles Manson, pero también hay otros villanos de la vida real, como Dennis Rader (mató a diez personas sin desechar su imagen de ciudadano modelo) o el “Hijo de Sam”, la peor pesadilla para los neoyorquinos entre 1976 y 1977. Con dirección de David Fincher (“Zodiaco”), “Mindhunter” atrapa por sus atmósferas, su ritmo y la oscuridad de su objeto de estudio.

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