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Luc Besson (“El perfecto asesino”, “Azul profundo”), el más “americano” de los directores franceses, se ha convertido en el equivalente a un escritor de best seller que no tiene interés en replantearse sus fórmulas, con la salvedad de que sus películas dejaron de llenar cines desde hace muchos años. “Anna”, de hecho, puede ser considerada como una suerte de remake de “Nikita” (1990) con la modelo Sasha Luss haciendo de una joven que es reclutada en Moscú para que forme parte del mundo de la alta costura. Lo que no sospecha es que se verá peligrosamente involucrada con la KGB. Así, se convertirá en una sicaria que tendrá que poner a prueba su destreza en medio de un entramado internacional construido sobre las tensiones de la Guerra Fría.

No es de extrañar que Besson saque de la manga un par de escenas de acción bien diseñadas ni tampoco que rompa la linealidad con unos saltos temporales que vuelven la experiencia algo tediosa. Frente a este caos narrativo, nos quedamos con la plasticidad de un espectáculo que, como es habitual en Besson (recordar “El quinto elemento”), tiene siempre un aire a desfile de modas. “Anna” es un thriller de pasarela, el 18º largometraje de un realizador que en algún momento, específicamente a fines de los 90, se cansó de innovar.

“Anna”. Dirección: Luc Besson. Con Sasha Luss, Helen Mirren, Luke Evans, Cillian Murphy. Francia/EE.UU., 2019. 1 hora 59. REGULAR.

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“Araña”, la nueva película de Andrés Wood, declara sus intenciones y su tono desde la primera escena. En una calle de Santiago llena de inmigrantes, un hombre (Marcelo Alonso) persigue a un ladrón en su viejo Chevy y lo aplasta violentamente contra un muro. La sangre sale expulsada contra la pared; la agente aplaude. La noticia llega hasta Inés (la argentina Mercedes Morán, “La ciénaga”), mujer de la alta sociedad chilena que intentará acercarse al asesino en la cárcel. ¿Qué podría unirlos?

Wood entrelaza la cotidianidad gris del Santiago de 2019 con las esperanzas coloridas de 1971. Esta vez lo hace desde el corazón de la juventud radical de Patria y Libertad donde, entre purgas callejeras, asambleas y fiestas roncanroleras, narra la historia de un triángulo amoroso. Se trata por supuesto de los mismos personajes que ahora naufragan por un país que amenaza sus viejas consignas. Lo interesante del planteamiento es que le toma el peso a las consecuencias de una ideología. El decadente y psicopático personaje de Alonso es, de alguna manera, fiel a las luchas de antaño (el movimiento defendía el nacionalismo y se manifestaba en contra del capitalismo y el comunismo al mismo tiempo), mientras que Inés y su marido parecen -al menos públicamente- funcionales al sistema. El contenido de fondo es, sin embargo, el mismo: un discurso de intolerancia que puede cobrar fuerza en el Chile de hoy. Wood parece decirnos que los ideales de Patria y Libertad siguen vigentes, tanto en la esfera pública como en la privada. La diferencia está en las formas en que esos ideales se han canalizado en sus miembros.

Aunque el director no deja de manifestar un punto de vista, se esfuerza en empatizar con estos nacionalistas heridos y desencajados a través de una Morán que funciona como personaje eje. Gélida y calculadora, la argentina está tan perfecta en el papel como el acento chileno que replica inmejorablemente.

“Araña” es una película tan conmovedora como furiosa. Hacia el cierre nos espera una escena brutal que refleja el pesimismo del retrato. A Wood le gusta apretarnos la garganta hacia el final. No olvidemos que “Machuca” termina con una población arrasada y “Violeta se fue a los cielos” con un disparo letal.

“Araña”. Dirección: Andrés Wood. Con Mercedes Morán, Marcelo Alonso, Felipe Armas. Chile/Argentina/Brasil, 2019. 2 horas. BUENA.

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“La serie ‘Euphoria', en HBO. Tiene una cosa decadente que en una primera instancia choca porque la protagonista es una chica ultra drogadicta, pero a medida que avanzan los capítulos uno se va enamorando de los personajes. Además, la estética es profundamente bella”.

La actriz es parte de “Ema”,

la película que Pablo Larraín estrena en el Festival de Venecia.

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Los ingredientes de “The Righteous Gemstones”, la nueva serie de HBO que se estrena este domingo, son irresistibles: John Goodman como un “telepredicador” evangélico viudo que ha armado un imperio millonario y Danny McBride (responsable de la serie de culto “Vice principals”, ahora también a cargo de los guiones y la dirección) en el papel de su hijo mayor. Ellos lideran una familia mediática que también está integrada por una hija que está al borde de la disidencia y otro hijo que se relaciona estrechamente con un exsatanista en busca de redención.

El fervor religioso, la doble moral y el negocio de la espiritualidad son develados por McBride a través de un humor caricaturesco que tiende a derrumbarse por sus propios excesos. Afortunadamente, la comedia no se queda en el costumbrismo. En medio de la sátira se alzará una trama inclinada a la negrura cuando la extorsión por un polémico video azote a la familia de predicadores.

El primer capítulo, de una hora de duración (los siguientes no superarán los 30 minutos), es más que llamativo.“The Righteous Gemstones” promete risa y reflexiones en tiempos de fanatismo.

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