“El conservadurismo es mucho más complejo que una simple disposición contra el cambio o a favor del nacionalismo”.

Juan Luis Ossa Santa Cruz

Hace unas semanas publiqué en El Mercurio una columna sobre los orígenes históricos de las distintas fuentes liberales y sus influencias en Chile desde, al menos, la implementación del régimen republicano en la década de 1820. Mi principal argumento es que es infructuoso arrogarse la propiedad exclusiva del liberalismo, pues diversas escuelas coinciden en la importancia de las libertades individuales y en el papel que el propio Estado puede jugar en su salvaguarda.

También planteé que el liberalismo no va a contrapelo del cambio social, así como que uno de sus principios centrales —la igualdad ante la ley— está relacionado con la expansión progresiva de los derechos políticos. Ambas cuestiones no parecen haber generado mayor ruido en los comentarios que recibí. Otras, sin embargo, provocaron algunas dudas.

Se me criticó, por ejemplo, que hablar de liberalismos (en plural) encierra el “riesgo de vaciar de contenido el ideario liberal”. Esta opinión, propongo ahora, podría ser pertinente solo si a aquel lo entendemos desde un prisma normativo. Hay quienes sostienen que hay liberalismos más acertados o correctos que otros, una opinión que entraña, a mi manera de ver, un problema disciplinar: la historia enseña que los conceptos no son más o menos acertados, sino herramientas metodológicas que deben ser historizados y no dados por sentado. De otra forma, es probable que nuestra preconcepción normativa nos lleve a análisis presentistas o a explicaciones teleológicas.

Por otro lado, se me cuestionó mi afirmación de que muchos conservadores chilenos han adoptado, a pesar de que pueda pensarse lo contrario, posiciones efectivamente liberales. Aquí es importante no confundir “conservadurismo” con “conservador”. En mi columna utilicé la palabra “conservadores”; esto es, políticos con una afiliación específica (i.e. Partido Conservador chileno). En el caso que cité, los conservadores chilenos en el siglo XIX adoptaron posturas liberales que hoy denominaríamos “clásicas” (el sostén de la libertad de enseñanza es el ejemplo más claro).

El conservadurismo, por lo demás, es mucho más complejo que una simple disposición contra el cambio o a favor del nacionalismo, como muchas veces se sostiene. Pensadores como Burke, Oakeshott y Scruton nos han enseñado que, al igual que el liberalismo, el conservadurismo es mucho más rico y diverso. Reformistas antes que revolucionarios, en estos autores no se aprecia una desconfianza hacia el cambio, sino una defensa del gradualismo. De hecho, en esto no se diferencian mayormente de liberales como Hayek, para quien los cambios revolucionarios son propensos al constructivismo y a la ingeniería social.

Complejizar los conceptos y a aquellos que los utilizan es una forma de dar dinamismo a lo que muchas veces se concibe como algo inmutable.

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Felipe Ward Ministro de Bienes Nacionales

En su recordado discurso previo al plebiscito de 1980, el expresidente Eduardo Frei Montalva se autoproclamó como la continuidad histórica de Chile. Más allá de la validez o no de sus palabras, estas son útiles para reflejar lo que hoy está llamado a representar Chile Vamos: la continuidad histórica de Chile.

Luego de la derrota electoral de la extinta Alianza por Chile en 2013, destacados dirigentes de nuestro sector sugirieron la necesaria actualización del discurso de la centroderecha. La emergencia de una nueva cuestión social, como se la ha llamado, que se nutre de los costos asociados al proceso de modernización experimentado por el país, invitaba a la centroderecha a reconectar con nuestra amplia clase media. La prioridad de la infancia, junto con el necesario manto protector que acompañe la profundización de las libertades en Chile y el mejoramiento de las economías familiares, entre otros valores, fueron la fragua que dio lugar a Chile Vamos, primero y, posteriormente, a la exitosa candidatura del Presidente Sebastián Piñera.

El compromiso con la seguridad ciudadana, la modernización tributaria y las urgentes reformas a las pensiones y a la salud atestiguan que la preocupación por la clase media está más vigente que nunca.

Hace algunas décadas nuestro país escogió la ruta del progreso, que solo abandonó durante la segunda administración de la expresidenta Bachelet. Mirado así, Chile Vamos asoma como la continuidad histórica de la Concertación. Nuestra coalición ha asumido un pluralismo ideológico amplio, que ha sido acompañado de una moderación política que ha facilitado, primero, un gran apoyo ciudadano en la elección y, ya durante el transcurso del presente gobierno, mayor capacidad para lograr acuerdos con sectores moderados de la oposición. Esta combinación de amplitud y moderación entrega al Gobierno del Presidente Piñera la estabilidad que permite asegurar el éxito de esta administración así como su proyección futura.

El compromiso asumido con la ciudadanía y la certeza de representar las ilusiones de los sectores moderados de nuestro país constituyen la palanca de la responsabilidad de Chile Vamos. Es la oportunidad de nuestra generación, y no la podemos dejar pasar.

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Existen planes

de estos seguros internacionales que son hasta 33% más baratos que los ofrecidos por las Isapres.

Felipe Sepúlveda y

María Valentina Konow

FK Economics

Este año el Gobierno presentó una reforma al sistema de isapres, la que busca abordar varios de los problemas que Este ha mantenido en el tiempo. Pretende, entre otras cosas, reducir las diferencias de precios asociadas a los distintos tramos de edad mediante un esquema de “compensación solidaria”, y terminar con la discriminación por sexo y estado de salud, igualando el precio de planes entre hombres y mujeres, y eliminando la declaración de salud. Esta registra las carencias y preexistencias de las personas, lo que encarece la salud para ciertos grupos de la población (mujeres y enfermos).

Si bien la reforma es un avance respecto del sistema actual, en nuestra opinión no aborda dos elementos muy relevantes para mejorar la cobertura de muchos ciudadanos: la inclusión de enfermedades raras o complejas que hoy no están consideradas y el incremento de los topes de cobertura para enfermedades catastróficas.

Existe una alternativa aún no mencionada en el debate que podría hacerse cargo de estos problemas: permitir la entrada de aseguradoras internacionales al sistema privado y dar a los ciudadanos chilenos la posibilidad de elegir dónde destinar su 7% de salud entre más (y mejores) actores en el mercado.

La entrada de empresas de calidad ampliaría la oferta potencial de aseguradores de salud, lo que agregaría competencia al sistema —hoy concentrado en seis aseguradoras—, pondría presión a la baja en los precios y aumentaría el “surtido” de servicios ofrecidos. En otras palabras, generaría mayor cobertura e inclusión de prestaciones que hoy no están en el sistema.

Adicionalmente, podría aumentar la calidad de los servicios ofrecidos mediante el acceso a prestaciones de salud en los mejores centros médicos internacionales y con médicos en la frontera del conocimiento de ciertas enfermedades complejas.

En cotizaciones que hemos realizado encontramos que existen planes de estos seguros que son hasta 33% más baratos, para una mujer adulta en edad fértil, que los ofrecidos por las isapres, y de costo similar para una familia con un hijo. En ambos casos el seguro posee topes muy superiores —del orden de 2 a 5 millones de dólares—, cubre prestaciones hoy excluidas del sistema chileno, y permite libre elección de establecimientos de salud nacional e internacional, entre otros beneficios.

El problema es que hoy solo es posible acceder a estos seguros después de pagar 7% a Fonasa o una isapre. Optar por uno de estos de forma complementaria genera una carga monetaria no menor.

El principal desafío de incluir a aseguradoras internacionales es definir cómo podrían ingresar al engranaje del actual sistema. Puede parecer difícil, pero estudiar su factibilidad es necesario y urgente, ya que sus efectos irían en beneficio directo de miles de familias chilenas.

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