“Desde chiquitito fue un niño súper especial. Y sobre todo muy amado, porque cuando yo estaba embarazada, me dijeron que él no iba a nacer”, recuerda hoy Marcela Palma, mamá de Joaquín Bustos, el joven de 27 años cuyos órganos no pudieron ser trasladados a Santiago para ser donados luego de su muerte. Eso sí, sus riñones fueron usados para un paciente en Temuco.

Cuando Palma tenía más de 10 semanas de embarazo, no había latidos. El feto parecía muerto y le indicaron inducir el aborto. “Yo no quise. Le dije que yo iba a esperar. Me lo lloré todo, estuve en cama una semana y media y fui a hacerme una eco a otro médico. Y ahí estaba el Joaquín. Desde que nació, yo no me movía del lado de él. Imagínate lo regalón que era que le di pecho 4 años”, cuenta.

Todavía vivía en la casa con su madre y su hermano menor, Martín, de 18. “Era mi compañero, mi brazo derecho; si me caía, me levantaba. Y yo, al mismo tiempo, lo regaloneaba mucho. Él sabía que la mamá le iba a cocinar lo que a él tanto le gustaba: camarones”.

Al salir del colegio, Joaquín estudió Kinesiología. Se tituló, pero se fue a trabajar con su papá a su taller de cueros. Y lo que empezó como un pasatiempo se convirtió en su principal ocupación. “Empezó a hacer proyectos nuevos. Hacía pecheras para los asadores, posavasos, estuches para los cuchillos”, cuenta Marcela. Ahora, de hecho, estaba en la última etapa de postulación de un proyecto Sercotec.

Pero su verdadera pasión seguía siendo el deporte. De niño hizo karate, y ahora jugaba tenis día por medio. Y practicaba el ciclismo. “En agosto le llega su bicicleta de descenso súper top que se había comprado. Estaba ansioso”.

La noche del viernes Joaquín salió a la casa de su polola. En la madrugada, mientras dormían, ella sintió que se movía: su novio estaba convulsionando. “Había perdido la consciencia ya. Nunca la volvió a recuperar”, explica Marcela.

Ella había perdido a su único hermano a los 30 años, intoxicado con monóxido de carbono. Cuatro meses después de eso murió su padre. “Pero esto es distinto. Yo todavía estoy como en un sueño. La psiquiatra me dijo: todavía viene lo peor, cuando realmente te des cuenta de que él no va a volver”.

“Hace mucho tiempo Joaquín había manifestado su voluntad de ser donante. Pero este último tiempo, yo no sé a raíz de qué, estuvieron conversando mucho el tema de la donación de órganos con la polola. Y empezamos a hablarlo en la familia. Ahora me doy cuenta de un montón de detalles. El Joaco anduvo extremadamente cariñoso este último tiempo, me andaba abrazando. Siento como que hubiera sido un aviso”.

Un aneurisma cerebral le quitó la vida a Joaquín Bustos a los 27 años. Fue repentino, asintomático e inevitable. Y en la misma clínica donde había trabajado de enfermera durante años, a Marcela le tocó estar del otro lado, cuando después de varios exámenes se confirmó la muerte cerebral de su hijo. “Fue algo casi inmediato. Todos juntos como familia decidimos que había que donar los órganos”, explica Marcela. Pero el avión que debía trasladar los órganos a Santiago nunca llegó.

“Mañalich fue indolente”

En mayo de 2011, Jaime Mañalich acababa de asumir el mando del Ministerio de Salud durante el primer gobierno de Sebastián Piñera cuando su esposa, María Cristina Raffo, ingresaba a la lista de espera para recibir un trasplante de pulmón.

Luego de seis meses recibió un órgano. El ministro y su esposa plantaron un árbol en nombre de Maritza Pávez, la víctima de femicidio que había donado sus órganos y estaba dando a María Cristina Raffo una segunda oportunidad de vivir. Desde ese día, ambos llevaron una pulsera con la leyenda “Donar órganos es donar vida”.

Ocho años después, a Marcela Palma no le pareció que tuviera la misma sensibilidad con su hijo recién fallecido: “Mañalich es un privilegiado, su esposa está viva. Su actitud con todos nosotros fue muy inhumana, indolente. Yo me pregunto qué sienten esas seis personas que encabezan la lista de prioridad y que podían haber recibido los órganos”.

Hoy en Chile, más de 2.500 personas esperan un trasplante para poder seguir viviendo. Marcela reclama que, a pesar de lo que declaró el Ministro, sí hubo suficiente tiempo para enviar los órganos a Santiago. “Podría haber sido un poco más humilde y decir: no sé lo que pasó, voy a averiguar. Nada más que eso. Ni siquiera nos dio el pésame”.

A las 14:45 hrs. la familia de Joaquín Bustos firmaba los documentos para hacer efectiva la donación. La FACh declaró que a las 22:41 recibieron el requerimiento para el viaje, pero una hora más tarde, el mismo Ministerio de Salud canceló la solicitud. Aunque el ministro del Interior admitió una falla de Estado, Mañalich negó que se haya cometido algún tipo de negligencia y dijo que “en cualquier parte del mundo se pierden órganos por temas logísticos”.

De Joaquín se perdieron muchos órganos sanos”, dice su madre. “Pero sus riñones sé que fueron donados de manera exitosa en Temuco. El tema de la mala gestión en la donación en Chile se puso de alerta a nivel nacional y el Presidente prometió un centro de trasplantes en Temuco”.

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