106

millones de dólares

en impuestos para los contribuyentes, entre traslados y gasto en seguridad, han costado los juegos de golf desde que asumió en 2017.

El domingo, el golfista estadounidense Jim Herman ganó en Bedminster, Nueva Jersey, el segundo título de su modesta carrera en el circuito PGA. Y según reconoció luego, clave fue un llamado con consejos que recibió la noche del viernes.

Al otro lado de la línea, nada menos que Donald Trump, quien no le habló como presidente de Estados Unidos, sino que como su compañero en decenas de torneos de exhibición.

Dieciséis de los últimos 19 presidentes norteamericanos jugaron al golf pero, según Golf Digest, Trump es el mejor, seguido por Kennedy y Eisenhower.“Ama el juego del golf más de lo que ama el dinero”, dijo alguna vez Jack Nicklaus, con quien ha jugado varias rondas. Igual que con Tiger Woods, a quien considera su amigo y al que en marzo le otorgó la Medalla Presidencial por su histórico triunfo en el Masters de Augusta.

Pero aunque todos coinciden en que su pasión es genuina, desde que llegó a la Casa Blanca se han investigado y descubierto varios mitos sobre cómo y cuánto juega.

“Trampa al más alto nivel”

En abril, el reconocido cronista deportivo Rick Reilly publicó “Commander in cheat” (“Comandante en la trampa”), donde cuenta y detalla cómo Trump “hace trampa al más alto nivel (…) hace trampa porque así es como juega golf”.

En la investigación de 257 páginas hay de todo, desde tácticas sucias como que, si su pelota se va al agua, sin tapujos tira otra aunque sepa que lo están viendo, o hace que su caddie disimuladamente la coloque en una mejor posición.O aún peor, es capaz de tomar la bola de un rival y lanzarla lejos para tomar ventaja.

Y también otras más curiosas, como no quitarse el sombrero al llegar a la “Casa Club” —una regla sagrada del golf— supuestamente “para no revelar los estragos que causó el juego en su cabellera”.

¿Sin tiempo para jugar?

“Estaré trabajando por ustedes, no voy a tener tiempo para jugar golf”, dijo Trump durante su campaña. Una promesa que la prensa se ha dedicado a desenmascarar.

Existe una plataforma online llamada “Trump Golf Count” que lleva el registro de cuánto ha jugado golf desde que está en la Casa Blanca. Y según ellos, a la fecha ha ido “por lo menos” 91 veces (la última este domingo), con un costo estimado de 106 millones de dólares en impuestos para los contribuyentes, entre traslados y gasto en seguridad. Según la Casa Blanca, el objetivo es “desarrollar una mejor y más profunda relación con miembros del Congreso con el afán de empujar la agenda presidencial”. Pero según CNN, sólo 7 de las 92 visitas a una cancha de golf que le han registrado fueron con parlamentarios.

De hecho, el USA Today asegura que, en sus 31 meses como presidente, decenas de lobistas y ejecutivos de grandes compañías han comprado membresías en sus canchas —que suelen costar más de 100 mil dólares— con el fin de “ganar favores o estar en contacto” con Trump. El Post, y varios expertos en ética, también han denunciado que detrás de esta afición está el fin promocionar sus canchas, para así aumentar la cantidad de socios.

Vale recordar que al asumir la presidencia Trump no renunció a sus propiedades, incluyendo sus clubes de golf, que hoy están a cargo de su hijo mayor, Donald John Junior.

La polémica de sus canchas

Donald Trump empezó a jugar golf en los 60, mientras estudiaba economía en la Universidad de Pensilvania.

Y nunca lo dejó: ha ganado 19 competencias amateurs y según la Asociación de Golf de Estados Unidos tiene un índice de handicap de 2.8, pero parece exagerado y se duda que sea legítimo.

Como en la política, prefiere actuar por instinto. “Para mí, el golf es más que un juego, es una pasión”, escribió en 2005 en la introducción de su libro “El mejor consejo de golf que jamás recibí”.

De acuerdo a Golf Digest, promedia unas 230 yardas en sus tiros de salida (100 menos que los profesionales) pero es por elección, ya que prefiere ser más certero que largo, y “se defiende en y alrededor del green, aunque no tiene mucha creatividad”.

Sin embargo, muchos cuestionan que sus registros datan apenas desde 2009, y que solo juega en sus propias canchas. Y ahí empiezan las sospechas.

Trump inauguró su primera cancha en 1999 en West Palm Beach, cerca de Miami.

Hoy tiene 16 en todo el mundo —todas se llaman “Trump National Golf Club”— y no ha escatimado en gastos, contratando a los mejores diseñadores del planeta, como Pete Dye para la de Los Angeles o Tom Fazio en la de Filadelfia.

En una de esas, en Virginia, puso una placa conmemorativa entre los hoyos 14 y 15 para honrar a los soldados caídos durante la Guerra Civil, aunque varios historiadores aseguran que en ese lugar nunca ocurrió una batalla.

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El exfiscal especial Robert Mueller enfatizó esta mañana que nunca exoneró a Donald Trump de obstrucción a la justicia y que las aseveraciones del mandatario al respecto están equivocadas. “El presidente no fue exonerado de los actos de los que se acusa”, declaró Mueller en la Comisión de Asuntos Jurídicos de la Cámara de Representantes, respecto a los lazos de la campaña republicana y Rusia. Cuando uno de los parlamentarios le preguntó a Mueller si, según la investigación, el Kremlin percibía que habría un beneficio propio con la victoria de uno de los postulantes en las elecciones de 2016, Mueller respondió: “Sí”. “¿Cuál candidato?”, insistió el congresista. “Ese sería Trump”, contestó exfiscal.

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