Los aviones sin duda han marcado su vida. Cuando tenía 10 años, su familia sufrió un grave accidente aéreo. El padre, la madre y su hermano menor se salvaron de milagro. Él estaba en ese minuto en el campo de su abuelo, en Villarica, donde se produjo el accidente.

El avión que piloteaba el abuelo se fue contra unos árboles y se cayó a un barranco. Afortunadamente, la nave perdió el motor de cuajo y los sobrevivientes cayeron sobre zarzamoras que estaban en un risco. De lo contrario, la historia habría sido muy distinta. Y Axel Kaiser (37) habría quedado huérfano a muy temprana edad.

El susto fue muy grande, y ese tipo de hechos te enseña que la vida es extremadamente frágil. Es una de las cosas que uno se olvida a veces y que hay que recordarlas para tomarse la existencia un poco más liviana”, afirma el abogado y director ejecutivo de la Fundación para el Progreso (FPP), conocido polemista, autor de libros, cuyos títulos hablan por sí solos, como “La miseria del intervencionismo” y “La tiranía de la igualdad”.

Crítico del estado de bienestar y de las banderas del progresismo, considerado un ultra por sus adversarios, sus encontrones con gente de izquierda y derecha han hecho noticia, como cuando le dijo a Mario Vargas Llosa que había dictaduras, como la chilena, mejores que otras, como la cubana. El autor peruano le contestó, indignado, que ninguna dictadura era buena.

—Recién hablabas de la fragilidad de la vida. ¿Te tomas las cosas en forma relajada?

—Sí, yo intento tomarme las cosas no tan en serio, no caer demasiado en el juego de los egos.

—Pero eres súper tajante en tus columnas, extremadamente duro.

—Tengo posiciones claras y bastante convicción y formación en las cosas que digo. No es que no analice las alternativas, simplemente que las he estudiado bastante a fondo y tengo la posibilidad de discutirlas también. Mi espíritu es más gringo en esa materia o tal vez más alemán. Y siempre he sido muy respetuoso. En términos generales, no caigo en descalificaciones, a diferencia de lo que ha pasado con mucha gente respecto de mí, que sí lo hacen. Una cosa es atacar ideas y otra cosa es atacar a la persona. Eso no es una buena forma, porque intoxica a la opinión pública.

“Las críticas son un halago”

Su labor como director de la Fundación para el Progreso le ha permitido convertirse en un viajero frecuente, pues cada año las millas aumentan en su cuenta, producto de los innumerables vuelos que realiza para dictar charlas sobre sus libros y sobre el rol de este think tank liberal en el que militan los exministros Mauricio Rojas, Roberto Ampuero y Gerardo Varela.

Pero la razón de sus vuelos no es solo profesional: su polola es argentina y durante un año al menos se lo pasó viajando al país de Maradona mientras ella terminaba la universidad.

En enero volverá a subirse a un avión, pero esta vez lo hará para ausentarse de Chile durante ocho meses del 2020, ya que tiene decidido irse a la Universidad de Stanford a estudiar y dar clases, pero no lo hará solo, sino con su pareja, con quien mantiene una relación desde hace dos años.

—Algunos dicen que más que un intelectual, eres un provocador.

—Sí, yo he oído eso, pero yo te diría que en general todas las persona que hacen pensar son provocadoras.

—¿Lo ves positivamente?

—Sí, porque las cosas que defiendo son ideas, estudios que se han publicado en varias partes, en Estados Unidos, y que tienen una tradición muy antigua, no son cosas que se me ocurrieron a mí de la nada. Hay muchos grandes pensadores que están detrás de esto, partiendo por Adam Smith o por Milton Friedman. Nadie puede decir que son personas completamente arbitrarias y provocadoras por ser provocadoras, aunque de eso también los acusaban.

—¿Te molestan las críticas?

—Ese tipo de acusaciones lo veo como un halago, porque evidentemente cuando cuestionas ciertas cosas que están establecidas en el discurso público, académico, estás provocando que la gente piense y que se haga cargo de una opinión que no le agrada emocionalmente. Tienes que hacer un esfuerzo doble por considerar su opinión y no descalificarla inmediatamente. Entonces, si tú te enfrentas con una opinión que te desagrada y estás dispuesto a considerar sus méritos, estás ejerciendo el discurso racional que permite que las sociedades avancen.

“No soy populista”

—¿Te consideras un populista de derecha?

—No, me considero un libertario. Los populistas de derecha desconocen en muchos casos evidencias empíricas respecto de varios temas, como la misma migración, y exageran la falta de integración real de parte de estos grupos. Pero también la izquierda asegura que no hay ningún problema y que los migrantes siempre serán una contribución. En ambos extremos hay una retórica que no mira los datos. ¿Qué está pasando? Efectivamente. en qué regiones la migración está provocando problemas. Si es verdad o no la criminalidad de ciertos migrantes.

—Como libertario, deberías defender el libre tránsito.

—Yo soy un liberal clásico. El liberalismo clásico, lo que defiende es una fuertísima presunción en favor de la libertad, y quienes pretendan restringirla, más allá de toda duda razonable, deben justificarla desde el punto de vista de la supervivencia de la sociedad, del bien mayor.

—A propósito de bien mayor en tu sector político, ¿por quién votarías en las presidenciales, por Joaquín Lavín o José Antonio Kast?

—Tendría que ver cuáles son los proyectos de gobierno, que para mí es lo que más importa. Lo que sí tengo claro es que trabajaré para que salga alguien que no sea de izquierda, porque temo que un gobierno con la ex Nueva Mayoría o el Frente Amplio en el poder, podría generar un deterioro totalmente irreversible en este país, institucional, económico y político. Hay que intentar ganar nuevamente el gobierno, sea quien fuera el candidato. Antes con la izquierda se podía dialogar y había técnicos que tenían peso y su opinión era respetada.

—¿Te gustaba Ricardo Lagos?

—Sí, la verdad que Lagos era una persona muy razonable y lo sigue siendo. Yo estoy lejos de su filosofía en muchos temas, pero se podía conversar con él; no como ahora en su sector, porque la izquierda es demasiado ideológica.

—¿A cuál izquierda te refieres?

—Al Frente Amplio, en general.

—Pero el Frente Amplio tiene muchos sectores. ¿Qué te parece Beatriz Sánchez?

—A mí me cae muy bien personalmente la Beatriz Sánchez, le tengo simpatía. Me entrevistó una vez y fue muy agradable. No tengo ningún problema; al revés, tengo cierta sensación de amistad cívica con ella. Pero creo que en sus ideas está muy equivocada y temo que también sea difícil persuadirla de principios o realidades contrarias a las que ella ya cree, incluso con todas las evidencias frente a sus ojos. Entonces, ese es el tipo de política que no te asegura un futuro constructivo, sino más bien un futuro conflictivo, polarizado, donde los argumentos técnicos no pesan, no cuentan. Y entonces no hay discusión racional posible.

—Últimamente esa es la lógica mundial. Donald Trump, por ejemplo, asegura que no hay cambio climático.

—Trump es un problema precisamente por eso. Él tiene distintos discursos, y lo que ha hecho no ha sido tan terrible como muchos anunciaron y creímos. Pero efectivamente es más difícil dialogar con un Trump que con un Mitt Romney o un Joe Biden.

—En Brasil, con Jair Bolsonaro está pasando lo mismo que en EE.UU.

—No, Bolsonaro tiene un programa económico muy bueno, y esa es la verdad de las cosas. La reforma de pensiones está siendo aprobada en este minuto en Brasil, porque ese es un país que está arruinado precisamente por su sistema de pensiones. Y la mayor parte de la clase política brasileña sabe que si no lo corrige tendrán una deficiencia fiscal catastrófica. Bolsonaro está avanzando con eso y está reformando la economía brasileña, incrementando los niveles de libertad económica. Más allá de que él ha dicho cosas escandalosas, va en la línea correcta en materia económica.

—Pero no en materia de libertades personales.

—Pero en materia de libertades personales no veo que haya hecho absolutamente nada en contra de ellas.

—Se opone a las marchas gay.

—Pero hasta lo que yo sé no ha prohibido ninguna. En esto hay mucha histeria mediática respecto a la figura de Bolsonaro, como la hay ante la figura de Trump, como la hay respecto del Brexit. Esa misma histeria y exageración también se dan con los gobiernos de izquierda. En México con López Obrador, que es un populista de izquierda, también se dijo que si salía elegido, México se acabaría y se convertiría en Venezuela. Aunque las últimas decisiones que ha ido tomando AMLO no son buenas y estén generando nerviosismo en los mercados internacionales, ese nivel de análisis es exagerado.

—¿Te animas a ser candidato parlamentario?

—No, para nada. A mí me gustan las ideas y me encanta ver cómo tantos cabros jóvenes de colegios y universidades me escriben en redes sociales, me los encuentro en la calle y muchas veces me felicitan, me agradecen a mí y a la fundación por lo que hacemos. La política partidista en sí misma no me interesa para nada, no quiero hacer un pacto con el Diablo. Como decía Max Weber, las políticas son otras reglas.

—¿Y cuáles sería “los diablos” que podrías estar considerando? ¿Qué partidos políticos?

—Siempre he tenido más afinidad por Evópoli, discrepo tal vez en algunos planteamientos que se realizan ocasionalmente, pero ese podría ser un espacio. Pero no lo estoy planteando, no es mi objetivo, no le estoy diciendo a Felipe Kast que me invite a ser parte.

—¿Qué harías para mejorar la actividad política en el país?

—Yo comenzaría con un test de conocimiento para todos los que quieran ser candidatos al Parlamento y a la Presidencia de la República. Que aprueben un test de conocimiento fundamental de economía, derecho, cosas que son mínimas y básicas para estos parlamentarios que hacen las leyes y que deberían saber y no estén copiando proyectos de ley de Wikipedia.

—Eso lo podrían hacer después de ser elegidos.

—No, porque no lo van hacer. Les pedimos exámenes a jóvenes de 18 años para entrar a la U, y aquellos que deben dirigir el país en las próximas décadas no tienen que dar ningún examen.

—¿Estás proponiendo una especie de PSU parlamentaria?

—Yo lo llamo el test de calificación representativa. Si usted quiere ser representante de la ciudadanía, muestre que tiene el mínimo de conocimientos para decidir por los temas que va a enfrentar. Debiera entender, por ejemplo, la ley de oferta y demanda, y la mayoría de los políticos no lo saben.

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