Es 23 de julio de 2011. Son las 15:45 y la policía acaba de recibir un llamado denunciando el hallazgo de un cadáver en Camden, al norte de Londres.

Cuando los oficiales llegan a la casa de tres pisos, los invade una amarga sensación. En el dormitorio principal está Amy Winehouse tumbada sobre su cama, sin vida. Cientos de veces aquellos oficiales escucharon y cantaron sus canciones... incluso alguno la vio tocar en vivo. Pero ahora deben levantar su cuerpo inmóvil, meterlo adentro de una bolsa y llevarlo a la unidad de medicina forense, conscientes de que al día siguiente los diarios de todo el mundo harán eco de esta noticia.

Afuera de la casa los vecinos comienzan a instalar velas, peluches, fotos y todo tipo de objetos para honrar y llorar a una de las residentes más populares de Camden y su barrio estrella: Camden Town.

Si Liverpool es sinónimo de Los Beatles, Camden Town lo es para Amy Winehouse. Tras su muerte, la cantante inglesa dejó un legado que incluye un set list de canciones memorables, seis premios Grammy, un inconfundible registro de voz y una actitud que colindó más con el punk que con el soul. Pero también dejó una huella profunda en uno de los barrios más alternativos de Inglaterra, donde los mercados callejeros, la música y los bares son el punk de cada día.

Amy no fue la primera ni será la última. Camden tiene un prestigio pop ligado a un variopinto catálogo de artistas como Charles Dickens, George Orwell, Pink Floyd, Sex Pistols, Bob Marley, por nombrar algunos. ¿Qué tipo de magnetismo tiene Camden Town, que logra cautivar a millones de turistas todos los años?

Diversidad por todas partes

Si hay que buscar una palabra que condense el ADN de este barrio, debería ser diversidad. Diariamente sus calles se convierten en una amalgama donde circulan personas de distintas etnias, géneros, estilos y que son el resultado de una historia tan intensa como Inglaterra misma. Camden Town —ni más ni menos— fue testigo directo del estallido punk en los 70, con Ramones, The Clash y Sex Pistols abarrotando el Roundhouse, uno de los escenarios más icónicos de la década. Y 40 años después, los herederos del punk se resisten a permanecer en el olvido y siguen aderezando el rico paisaje que caracteriza a Camden, aunque con un discurso menos incendiario que la década de oro. Pero ¿por dónde partir? Hay que advertir que los primeros minutos en este lugar no son tranquilos. Cuando salimos de la estación de metro Camden Town, la primera sensación es la de un lugar caótico. La segunda, también y la tercera no cambia. Porque precisamente esa es la gracia: fachadas victorianas barrocas, tiendas con vitrinas gigantes, músicos tocando en la calle, aromas a comida callejera, moda inclasificable y todo adornado por Regent's Canal, un bello canal navegable, caminable y bicicletable. Lo más recomendado es atrincherarse en uno de los incontables cafés y planificar la visita. Una buena opción es The Little Wall. Es pequeño, pero con un gran prestigio y una gran repostería, así que después del expreso y el muffin de chocolate sin azúcar, usted estará está listo para la diversión.

La estrella inconfundible de la zona es Camden Market, un colectivo que reúne a seis mercados urbanos y se ha convertido en el corazón que bombea creatividad e innovación a la comuna. En total, son más de mil tiendas para comer, bailar, comprar ropa, encontrar antigüedades y un sinfín de productos y servicios... algunos inimaginables.

Por ejemplo Cyberdog, que se especializa en ropa de baile de neón y moda futurista. Está ubicada en un pequeño y elegante edificio, que entre los años 1976 y 1979 fue la casa y sala de ensayo de The Clash. En su fachada se levantan dos androides gigantes, que rinden culto a la película “Metrópolis” de Fritz Lang, donde los turistas con cara de hashtag suben sus historias y se toman las selfies de rigor. Con esa bienvenida, es muy difícil oponer resistencia a la tentación de entrar. Adentro los robots y la estética futurista se multiplican y el visitante ya no sabe si está en una tienda de ropa o en un videoclip de Lady Gaga. Para comer el asunto no es fácil. Hay más de 70 opciones de todo tipo de especialidades y velocidades: comida rápida, lenta, cruda, cocida, vegana, tradicional, hamburguesas, tacos, curries, churros, arepas y podríamos seguir.

Los rincones de Amy

Como residente, Amy Winehouse conocía todo el tejemaneje de Camden Market. Era común verla con bolsas de compra o visitando sus bares y restoranes. A tan solo tres minutos caminando desde Cyberdog está The Hawley Arms, el pub que ningún amante de la música o la buena cerveza debe perderse. No solo era el bar que frecuentaba como clienta; también era habitual encontrarla atendiendo la barra, sirviendo al público las cervezas de barril o improvisando canciones en el escenario. Así era Amy, una celebridad comprometida con su vecindario, una “Camden girl”, como solían llamarla. Tras su muerte, sus padres quisieron dejar un legado para homenajear su relación con el barrio y el 14 de septiembre de 2014 (el día de su cumpleaños) inauguraron allí una escultura de bronce a escala real. El escultor fue Scott Eaton, un artista norteamericano que la esculpió con tanta verdad que emociona: tiene la mano en la cintura, lleva taco alto y luce su clásico cabello vertical en forma de cono. “Camden es el lugar de Amy y es ahí donde ella pertenece”, fueron las palabras que pronunció Janis Winehouse —su madre— durante la inauguración de la estatua, un memorial ineludible para los peregrinos de Camden.

El 23 de julio se cumplirán ocho años de su muerte y cientos de personas se congregarán afuera de su casa o alrededor de su escultura. Se fue con tan solo 27 años, edad requerida para ingresar al triste y célebre “Club de los 27”, que integran Jim Morrison, Janis Joplin, Jimi Hendrix y Kurt Cobain. Pero a pesar de su partida, sigue habiendo Amy para rato. Quedan sus canciones, queda su voz y también quedará Camden, el templo urbano que guardará su legado y mantendrá su memoria más viva que nunca.

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