“Sonrientes y derrochando simpatía, los astronautas norteamericanos Neil Armstrong y Richard Gordon llegaron a Chile, en una visita propiciada por el gobierno de su país”.

Ese era el inicio del artículo de “El Mercurio” que el 28 de octubre de 1966 dio cuenta de la visita del hombre que tres años más tarde sería el primero en llegar a la Luna.

“Los esperaban el embajador de los Estados Unidos, señor Ralph Dungan, otros funcionarios de la representación diplomática, representantes de las Fuerzas Armadas y el subdirector de Protocolo, don Mariano Fontecilla”, continuaba el texto.

En la losa de Los Cerrillos había cientos de personas, incluidos muchos escolares, quienes agitaban banderitas chilenas y norteamericanas.

Después de los aplausos, las primeras palabras que Armstrong dijo al público, haciendo un esfuerzo por hablar en español, fueron: “Buenos días, amigos. Estamos muy contentos de estar en Chile y en Santiago. Agradecemos a tantos niños por venir al aeropuerto y por su alegre bienvenida. Esperamos conocer a muchos chilenos durante nuestra visita aquí. Muchas gracias”.

Firmando autógrafos

Presentó luego a su acompañante, “el comandante de Corbeta Richard Gordon”, quien también dio palabras de agradecimientos. Y se quedaron largo rato firmando autógrafos y saludando a los niños.

Armstrong habló también con la prensa. “Interrogado sobre sus impresiones en el espacio, declaró que flotar en él “es algo parecido a estar sumergido en el agua. Es una sensación muy extraña y muy difícil de explicar'”, señalaba el artículo de este diario.

Ambos astronautas, junto a sus señoras, se hospedaron en el Hotel Carrera, hoy sede del Ministerio de Relaciones Exteriores. Ahí dieron a conocer detalles de la carrera espacial, mostrando sus equipos y trajes. También hicieron un sobrevuelo en planeador sobre los cerros San Ramón y Manquehue.

Y cuando pasearon por la Alameda Bernardo O'Higgins en una comitiva liderada por un auto descapotable en el que Armstrong y Gordon saludaban al público, una multitud se les acercó deteniendo el tránsito para lograr darles la mano.

En la casa de Frei Montalva

El 28 de octubre de 1966 llegaron hasta la calle Hindenburg, donde estaba la casa del presidente Eduardo Frei Montalva. En el lugar le entregaron al mandatario una serie de obsequios. Entre ellos, una fotografía del histórico acoplamiento del Gemini 11 y otra “a color” de Chile tomada desde el espacio durante esa misión espacial. Incluso una bandera de Chile que había sido llevada en el vuelo.

También llevaban una carta del presidente de Estados Unidos, Lyndon Johnson. “Esta visita me da una oportunidad para expresarle nuestro profundo agradecimiento por la valiosa cooperación que el Gobierno de Chile ha otorgado a nuestros esfuerzos para la exploración espacial”, decía el texto.

Efectivamente, el Gobierno de Chile había aportado a la exploración científica del espacio exterior de la NASA con dos estaciones de rastreo satelital en Antofagasta y Peldehue.

Más tarde, en la plaza de Colina fueron recibidos por el alcalde Rigoberto Fontt, donde les regalaron ponchos, sombreros de huaso y espuelas. “Con estas podremos avanzar más rápido en las cápsulas”, dijo Richard Gordon, sacando aplausos. “El Mercurio” consigna también que les dio a beber chicha en cacho, la que tomaron “al seco”.

Los astronautas visitaron también la estación de Peldehue, inauguraron una exposición sobre ciencia espacial en la Casa Central de la Universidad de Chile, ofrecieron una conferencia en el Cine Ducal y asistieron a un partido de Colo Colo.

Tres años más tarde, un 16 de julio de 1969, se iniciaba el despegue del Apolo 11 que llevaría a Armstrong a la Luna.

Armstrong volvió a visitar Chile el año 2000, ya convertido en leyenda. Y su hijo, Rick Armstrong, estuvo en el día del eclipse solar el 2 de julio pasado. En el Observatorio La Silla, en la Región de Coquimbo, estuvo tocando el bajo junto a su banda durante 30 minutos antes de que comenzara el fenómeno.

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Una tiene que ver con las ciencias duras, y la otra, con el horóscopo. Pero según la astrónoma María Teresa Ruiz, académica de la U. de Chile, en los 60 “la gente confundía astronomía con astrología”.

La disciplina no era tan conocida en el país y solo un plantel —la U. de Chile, que creó la primera licenciatura en 1966— la ofrecía como carrera universitaria. Ella fue parte del primer grupo de alumnos y recuerda que incluso cuando regresó de su doctorado en el extranjero, “recibía llamados de papás que me decían ‘mi hijo quiere ser astrónomo y va a ir hablar con usted, por favor dígale que no'”.

Hoy, la científica ve otro panorama y afirma que “es considerado un súper buen plan de vida para un joven”. Cifras del Consejo Nacional de Educación (CNED) confirman ese giro y muestran que entre 2005 y 2019 los estudiantes de pregrado en este tipo de programas pasaron de 1.246 a 2.165.

“Ánimo del eclipse”

En 1998, la UC siguió los pasos de la U. de Chile y abrió la carrera. Para Márcio Catelan, académico UC y vicepresidente de la Sociedad Chilena de Astronomía (Sochias), “el caso fue de mucho éxito y abrió las puertas para que esto se expandiera a otras universidades”.

Andrés Escala, director del Departamento de Astronomía de la U. de Chile, atribuye el alza de estudiantes a que más instituciones empezaron a ofrecer alternativas. “Hace 10 años, se empezó a abrir en universidades en regiones, en instituciones privadas”, apunta.

Y proyecta que se podría ver un nuevo crecimiento, pero esta vez motivado por fenómenos como el reciente eclipse solar. “Con todos estos niños que hoy ven astrónomos en televisión, se va a producir un peak en una década. Veremos lo que se siembra con la popularización de la ciencia”, anticipa.

“Quizás hay que hacer un mea culpa porque la astronomía está muy alejada de la población. Lo que pasó ahora fue especial, y ese ánimo del eclipse ojalá que se mantenga”, añade, desde Paranal, el astrónomo Maximiliano Moyano, académico de la UC del Norte,

Sochias compila cada año la llamada “lista blanca”, que contiene los nombres de quienes pueden acceder al tiempo de observación con telescopios. Cada institución envía su nómina, en la que hay investigadores, académicos y algunos estudiantes de posgrados. El listado suma unos 450 profesionales y es lo más cercano a una suerte de censo de astrónomos.

¿Son muchos o pocos? A juicio de Catelan, hay espacio para crecer más. “Si consideras que en algunos años más del 70% de toda la infraestructura astronómica del planeta va a estar instalada en Chile, y que nosotros tenemos acceso preferente, te das cuenta de que la población que podríamos tener de astrónomos, aquí en el país, podría ser bastante más grande”, plantea.

Para Ricardo Demarco, director del Departamento de Astronomía de la U. de Concepción, los proyectos que se están desarrollando exigirán “gente muy capacitada y un cierto número de personas para hacer un uso eficiente de todo, o va a haber muy poquitos astrónomos, y demasiada investigación muy buena por hacer”.

Los expertos coinciden en que se requieren profesionales flexibles, ya que el campo laboral de los astrónomos sería amplio en disciplinas como la ingeniería y el manejo de datos. “Se vienen nuevos puestos para gente que sea astrónoma, pero que también sepa hacer cosas de big data, por ejemplo”, dice Amelia Bayo, docente e investigadora de la U. de Valparaíso.

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2.165

estudiantes están en programas de pregrado universitario relacionados a la Física, Astronomía y disciplinas similares, según el Consejo Nacional de Educación (CNED).

1.246

jóvenes cursaban este tipo de estudios en 2005.

Una

sola opción tuvo el país por décadas. La U. de Chile fue pionera al abrir un Departamento de Astronomía en 1965. En 1998, la UC lanzó la carrera.

Diez

planteles tienen hoy carreras ligadas a esta área, de acuerdo al CNED.

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En la creación de la primera licenciatura en Astronomía, en 1966, una mujer fue clave: Adelina Gutiérrez, quien trabajó junto a su esposo, Hugo Moreno, en los inicios del programa. Sin embargo, hoy solo 615 mujeres estudian carreras ligadas a física, astronomía y disciplinas similares, según el Consejo Nacional de Educación.

Los expertos afirman que la brecha de género se visibiliza sobre todo en el mundo académico. En la UC, por ejemplo, Márcio Catelan cuenta que, hasta hace un tiempo, solo había una mujer en el Instituto de Astrofísica. Tomaron una decisión drástica y definieron que “en el último concurso académico íbamos a contratar a una. Hicimos el anuncio así: contratamos astrónomas”.

Recibieron críticas “incluso de mujeres que se sentían discriminadas porque no querían entrar en un concurso donde no les dieran la posibilidad de competir con hombres”. Para Amelia Bayo, de la U. de Valparaíso, es clave empoderar a las jóvenes: “Una chica puede y debe, si está en su carácter, aspirar a ser la mejor, no a que ‘puede entrar porque no es tan complicado'. Es complicado, pero puedes entrar porque eres buena”.

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