Cusco no sólo es la capital turística de Perú. También fue la capital de una cultura que trascendió sus fronteras hasta nuestro país.

La imagen era surrealista: corría el año 1981 y un helicóptero de la Fuerza Aérea peruana aterrizaba sobre Machu Picchu, transportando nada menos que un piano de cola blanco. Los turistas —gobernados por la curiosidad— trataban de acercarse lo más posible. Del helicóptero bajaron unas siete personas y, cual procesión religiosa, cargaron el piano entre todos hasta llegar a una explanada. El piano era de Los Jaivas. La banda chilena había llegado a la Ciudadela para grabar un programa de televisión, en el que tocarían parte del disco “Alturas de Macchu Picchu”.

El espacio, producido por Canal 13 y conducido por Mario Vargas Llosa, había sido pensado para conmemorar los 100 años del descubrimiento más famoso del Imperio Inca.

Machu Picchu sigue siendo uno de los destinos más populares del mundo, pero la experiencia incaica no se inicia ni termina en este lugar. Todo comienza en Cusco, uno de los lugares más cosmopolitas de Sudamérica.

Partamos aclarando: ¿Cusco o Cuzco? Ambas están correctas, aunque es más frecuente usar Cusco, sobre todo para sus residentes. Si bien Lima es la capital de Perú, Cusco es la capital turística y cuenta con un currículo que ya lo quisiera LinkedIn: ni más ni menos fue la capital del Imperio Inca, ha sido declarada “Capital Arqueológica de América”, “Herencia cultural del mundo” y “Patrimonio de la Humanidad”.

Otra aclaración: cuando pensamos en el pueblo inca se habla comúnmente de “los incas”, pero lo correcto es hablar de “los quechuas”. El inca es uno solo, en este caso el rey, mientras que el resto del pueblo son quechuas.

La Última Cena

Por sus estrechas calles se respira el sincretismo quechua-español, cuyo matrimonio tuvo más bajos que altos. Un ejemplo: a sólo 4 minutos caminando de la Plaza de Armas se encuentra la “Piedra de los 12 ángulos”. Construida durante el período incaico, está bordeada por 12 ángulos de perfecta simetría y ha soportado estoica todo tipo de sismos. Y al frente hay un muro colonial construido por los españoles, que ha sufrido bastante por las vicisitudes del tiempo. Pues bien, para referirse a la piedra originaria, algunos cusqueños hablan de una construcción hecha por los “incas”. Y para referirse al muro español, hablan de una construcción hecha por los “inca-paces” (siempre con humor más que ofensa). Otro ejemplo: en la catedral de Cusco, que fue construida por los españoles sobre un palacio prehispánico, se encuentra una pintura que sorprende. Su título: “La Última Cena”. No la pintó Leonardo, por cierto, sino que el peruano Marcos Zapata, de la famosa Escuela Cusqueña (siglo XVI). En este lienzo gigante se ve a Jesús y sus 12 apóstoles alrededor de la mesa comiendo un cuy, el roedor más apetecido de la cocina peruana. Y hay otro detalle: el único personaje del cuadro que tiene la piel mestiza es Judas, lo que ha sido objeto de diversas interpretaciones.

La catedral de Cusco en sí misma es una obra de arte. De estilo renacentista y barroco, sus 14 capillas laterales albergan una colección de pinturas, objetos y esculturas de gran valor. Entre ellos el Cristo Negro, cuyos clavos de manos y pies son de oro puro. Y ojo: en su interior están prohibidas las fotos, así que el deleite puede ser archivado sólo en la retina de los visitantes. Y si tiene suerte, puede presenciar algún matrimonio cusqueño. Como buen pueblo religioso, este sacramento se celebra en las iglesias como una fiesta, en la que los niños, los colores y la música son los protagonistas principales... incluso más que los novios.

De pantano a plaza

La Plaza de Armas de Cusco es un delirio. En el pasado era un pantano que fue secado durante el gobierno de Pachacútec, convirtiéndolo en el centro religioso, militar y cultural de los quechuas. Y si antes desfilaban sacerdotes y soldados, hoy desfilan visitantes de todos los continentes ávidos de historia, arqueología o simplemente en busca del mejor pisco sour o el mejor ceviche de Perú. En la antigüedad, las plazas y las ciudades estaban rodeadas por fortalezas para defenderse de los enemigos; en la actualidad esta plaza también está rodeada, pero de tiendas y restoranes, donde el enemigo es el hambre y la sed. Comer aquí con vista a la plaza es una muy buena idea, aunque hay que decirlo: es más caro que otros lugares.

Sexy woman

Cusco es una ciudad amable y caminable. Tiene algo de Roma, por la cantidad de ruinas arqueológicas que conviven con su arquitectura moderna. Y si bien no hay un Coliseo Romano, hay lugares que no tienen nada que envidiarle. Uno de ellos es Sacsayhuamán. Si usted no lo pronunció bien, imagínese lo que es para un angloparlante. Para ellos hay una solución: los guías turísticos hablan de “Sexy woman”, que tiene mayor recordación. En fin, “sexy woman” o Sacsayhuamán (como quiera) es uno de los parques arqueológicos más grandes de Perú, con más de 3 mil hectáreas de extensión. Fue una fortaleza ceremonial inca, usada para fines religiosos y se ubica a tan solo 15 minutos caminando desde la plaza. Y como todo sitio arqueológico, está rodeado de mitos y leyendas. Para su construcción se usaron enormes bloques de piedras, encajados perfectamente entre sí y sin ningún tipo de amalgama. Algunos bloques alcanzan los nueve metros de altura ¿Cómo lo construyeron? La misma pregunta aplica para las pirámides de Egipto.

Sea como sea, Sacsayhuamán es un lugar ideal para invertir varias horas. Y si va con niños, qué mejor. En su interior se formó una curiosa formación rocosa conocida como el Rocadero y que no es otra cosa que toboganes naturales. Aquí es común ver a niños y no tan niños tirarse por estas cascadas de piedra o corriendo a lo largo de todo el parque.

Tan lejos tan cerca

En quechua, la palabra Cusco significa ombligo. Y precisamente para los quechuas este lugar era el ombligo del mundo, el centro de todo. Hoy un vuelo directo desde Santiago nos deja en este ombligo del mundo en tan solo 3 horas y media. Tan lejos y tan cerca de los retazos de una cultura que llegó hasta Chile Central. Uno puede leer libros sobre Cusco o visitar Wikipedia, pero jamás se va a comparar con la experiencia de haber estado en cuerpo y alma en la capital del Imperio Inca. Es una ciudad tan enigmática que resulta ser “inca-lificable”. Y como dijo Les Luthiers: Puse el pie en tierra de Incas… o sea: hice “hincapié”.

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