“Se dice que le gustan las mujeres hermosas tanto como a mí, y muchas de ellas son más jóvenes”, decía sin tapujos en 2002 el por entonces empresario Donald Trump a la revista New York.

El aludido era su “amigo hace más de 15 años” Jeffrey Epstein, quien por entonces también solía prestarle su Boeing 727 a Bill Clinton para que viajara por todo el mundo.

Multimillonario de 66 años, y uno de los inversionistas más reconocidos e influyentes en Estados Unidos, Epstein fue detenido el sábado por el FBI en un aeropuerto en Nueva Jersey y, a comienzos de esta semana, imputado por la Fiscalía de Nueva York por cargos de tráfico sexual y pedofilia.

Y el mismo Trump que en esa entrevista lo definía como “un gran tipo”, ahora no sólo está tratando de distanciarse de él —argumentando que hace años que no hablaban ni tenían contacto—, sino que además le costó la renuncia de su secretario del Trabajo, quien supuestamente participó en un complejo entramado de encubrimientos y trato preferencial que se venía arrastrando hace décadas.

“La Isla de los Pedófilos”

En marzo de 2005, una mujer llegó al departamento de policía en Palm Beach para denunciar que su hijastra de 14 años había recibido 300 dólares por desvestirse y masajear a Epstein en su mansión en Florida. La posterior investigación reveló un patrón de solicitación de menores de edad, de las que tenía archivos fotográficos y audiovisuales. Además, muchas de esas jóvenes eran “cedidas a gente importante”; uno de ellos, se filtró muchos años después, el príncipe Andrés, Duque de York.

En mayo de 2016 fue procesado, pero la policía local denunció el “inusual comportamiento” del Departamento de Justicia, muy llano a cederle las riendas del caso al FBI. Con un equipo de abogados estelar que incluía a Alan Dershowitz y Ken Starr, Epstein se declaró culpable para llegar a un acuerdo, que le permitió cambiar lo que podría haber sido una sentencia de por vida por apenas 18 meses de cárcel.

Período que, por cierto, pasó en un ala privada de la Prisión de Palm Beach, con acceso a seguridad personal y permisos para ir seis días a la semana a su oficina. Beneficios que según la prensa local, y otros medios internacionales como The Guardian, fueron gracias a la diligente gestión de Alexander Acosta, fiscal para el distrito sur de Florida… y hasta hoy secretario del Trabajo de Trump.

Según Acosta, en el momento se le dejó bien en claro que el caso Epstein estaba “muy por sobre su rango salarial” y que sería mejor para su futuro que “lo dejara en paz”, sin revelar la fuente de tales presuntas presiones.

Tras su liberación, luego de sólo 13 meses, el inversor quedó registrado como “depredador sexual de nivel 3” en los Estados de Florida y Nueva York, donde tenía fijada su residencia antes de mudarse definitivamente a las Islas Vírgenes, por razones fiduciarias.

Ahí, una mansión que compró por casi 8 millones de dólares ubicada en un islote privado llamado Pequeña Saint James, era conocido por los lugareños como “La Isla de los Pedófilos”, según le dijo un operador local de embarcaciones a Associated Press, uno de los pocos residentes en la zona que no había firmado acuerdos de confidencialidad.

El rol de la prensa

En líneas generales, el caso Epstein quedó en el olvido. Salvo por algunas nuevas acusaciones y nuevos recursos legales que eran desechados rápidamente.

En 2015, una mujer identificada como Virginia Roberts testificó bajo juramento que, cuando tenía 17 años, se había transformado en “una verdadera esclava sexual” de Epstein, con quien llegó a un acuerdo extrajudicial.

Y en 2016, semanas antes de la elección presidencial, una testigo anónima clave en una acusación de abuso que unía a Trump y Epstein no quiso dar su testimonio; luego su abogada reconoció que había recibido “ciertos beneficios” por su silencio.

Pero sobre todo, el seguimiento de la prensa local y de la reconocida investigadora del Miami Herald Julie K. Brown, que durante años siguió publicando historias en su contra y entrevistando a decenas de víctimas de abuso y explotación sexual, en su mayoría con menores de edad.

Y las 80 mujeres a las que identificó en sus reportajes no solo mantuvieron el escándalo vivo, sino también sirvieron como antecedentes para rearmar el caso contra Epstein, que ahora está en manos del juez Kenneth Mara, quien tiene en su despacho 40 casos de mujeres menores de edad que fueron utilizadas por el millonario para fines sexuales e incluso está considerando reabrir el acuerdo al que llegó en 2005.

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