Mi Primera vez

De la mano de mi madre salimos de la casa de Nataniel Cox 1754, cruzando entre tierra y adoquines para llegar a la calle Arturo Prat, por donde transitaba el carro 36, tranvía que nos llevaba hacia el centro de Santiago.

Ese pequeño tren nos trasladaba a la calle Ahumada, donde bajábamos siempre frente al Banco de Chile. Temeroso y siempre de su mano caminaba entre gigantes hacia el viejo edificio Gath&Chaves, lugar donde visitaba en diciembre al Viejo Pascuero. Hoy ese edificio, por supuesto, ya no existe. Fue remplazado por la galería España. Justamente la calle Huérfanos, corazón de la ciudad en aquel entonces, era la que visitaba asiduamente, y lo que hice hasta mi adolescencia.

Esta calle, la Broadway chilena, donde pululaban decenas de cines y teatros, desde el Lido, casi al llegar al cerro Santa Lucía, para bajar hacia el poniente donde se encontraban el Rex (…), el Victoria, el Ópera, el Astor, el Central, el Huérfanos, el Roxy, el Gran Palace y el Pacífico, el que recuerdo muy bien porque ahí se exhibían las famosas películas francesas de la Brigitte Bardot y Alain Delon, y porque en esa sala trabajó mi padre.

Recorríamos esta arteria comercial en la que gozaba subiendo y bajando por una escalera automática, de las pocas que existían en la ciudad. Otra, de madera, estaba en el edificio del frente, en el salón Goyescas, donde se ofrecían grandes espectáculos con artistas internacionales. Estado esquina Huérfanos, pleno corazón de la ciudad.

Al salir, ya en la calle, se veía un gran gentío. Muchas personas miraban una vitrina de una tienda que quedaba en la entrada de la Galería Alessandri.

—Mamá, están pasando una película, parece que es de guerra, porque vi a dos militares con su uniforme.

—No —me respondió—, es algo que parece que se llama televisión.

Lo que ocurría, en verdad, no era la exhibición de una película, sino una transmisión en circuito cerrado de Radio Belgrano Televisión de Argentina, con motivo de la visita al país del presidente Juan Domingo Perón. Él había viajado a Chile en tren desde Buenos Aires hasta la Estación Mapocho y era recibido en La Moneda por el presidente chileno Carlos Ibáñez del Campo.

Era febrero de 1953. Mi primera vez frente a ella: la televisión.

Pioneros

(…) Estudiando Periodismo fuimos invitados junto a (Fernando) Alarcón a participar como animadores en todas las fiestas, con las que se daba la bienvenida a los alumnos nuevos. Éramos solicitados desde Derecho, Pedagogía, Ingeniería, Servicio Social, Arquitectura y Medicina, donde nuestros chistes y barrabasadas hacían las delicias de nuestros compañeros. Así creamos las semanas mechonas.

La Universidad Técnica Santa María de Valparaíso realizó en esos años un Encuentro Nacional de Espectáculos Artísticos Estudiantiles. Juntos, como los Paparazzi, y en calidad de estudiantes de Periodismo, representamos a la U. Allí conocimos a Alberto Maturana y a Jaime Román de la Escuela de Medicina, quienes presentaban el espectáculo musical La Posta Negra. Alberto, luego médico, fue un destacado director de la ONEMI.

Un periodista de espectáculos de un diario de la capital vio el show y nos recomendó a Buddy Day, importante empresario artístico de Santiago, creador del BIM BAM BUM, famoso lugar de revistas del Teatro Ópera de la calle Huérfanos. Era el más importante sitio de espectáculos de la capital.

Fuimos a la cita. Buddy nos pregunta.

—¿Qué hacen?

—Bueno, nosotros entramos y él me cuenta sobre….

—¿Qué hacen, repito?

Nosotros tratábamos de explicar el show y él nos empujaba a que lo hiciéramos.

Con mucha timidez, casi con vergüenza, subimos al escenario y empezamos nuestra rutina, mientras Buddy y dos o tres personas se sentaban en el medio de la platea y observaban (…).

Súbitamente la sala del teatro comenzó a llenarse de murmullos, risas y carcajadas. Eran coristas, vedettes y artistas que reían con las locuras juveniles de este dúo cómico.

—¡Alto!, ya está bueno. Bajen y vengan a mi oficina —dijo seriamente Buddy.

Lo seguimos. Él se sentó en su escritorio y nosotros lo observábamos de pie.

—Está bien. ¿Algún problema para empezar en dos semanas?

Nos miramos perplejos. Estaban ofreciéndonos trabajo en el BIM BAM BUM. Andábamos al tres y al cuatro y necesitábamos dinero. Asentimos al unísono.

—¿Cuánto quieren ganar?

—¿Podría darnos un minuto para ponernos de acuerdo? —salimos al pasillo excitados.

—¿Qué crees? Pienso que con 300 mil está bien y repartimos mitad y mitad.

—Pidamos 400 mil por si nos rebajan.

Entramos nuevamente a la oficina. Dimos nuestra cifra y Buddy sin inmutarse aceptó.

—Están contratados. Pongan sus datos aquí. Estamos de acuerdo, 400 mil diarios. OK. Esta revista dura un mes como mínimo.

¡Qué! Cuatrocientos mil pesos diarios y nosotros que creíamos que esa plata era al mes.

Así fue nuestro primer contrato de artistas profesionales.

Dos semanas después, con chaquetas amarillas con una letra P en el pecho y unos jockeys verdes nacen Los Paparazzi en la revista del BIM BAM BUM con Eugenio Retes, Iris del Valle, Los Tres Diferentes, Gastón Moreno, Pitica Ubilla, Tati Segura, el mimo Oberón, Paty Cofré, que en ese tiempo era una estupenda corista del ballet del teatro (…).

Ir a Sábados Gigantes, Sábados Alegres, San Lunes Show, programas estelares de la televisión de esos tiempos, se hizo habitual para nosotros.

En nuestras visitas al Canal 13 un día conozco a un libretista, Néstor Castagno, que me invita a participar como actor en programas infantiles.

Disfrazados de animales, príncipes, magos (…) empezamos a salir en pantalla Alfredo Lamadrid, compañero de la universidad, César Antonio Santis y yo.

Estábamos pasando de curso en esta incipiente televisión universitaria.

A comienzos de 1964 Fernando viaja a EE.UU. becado a la U. de Austin, Texas. Al año siguiente parto yo también.

La FECh (…) quiere participar en esta televisión. (…) nos contactamos con Antonio Freire, periodista y director de la televisión, ex borgoñino, y con Rodolfo Tosto, director argentino que en el Canal 9 hacía El velero musical.

Nace U 65, programa de televisión de la FECh, animado por Sergio Riesenberg, quien (…) estudiaba Teatro. Con Fernando actuamos como productores. ¿Adivinen quién era ayudante nuestro y cablista de cámaras? Nada menos que Gonzalo Bertrán, joven inquieto al que le dimos un pequeño trabajo (…).

Después de Viña 78, el color nos abría una gran perspectiva. Los Paparazzi, Fernando, Eduardo y ahora Jorge (Pedreros) se unían a (…) Gloria y Maitén discurriendo sobre una loca idea.

Desmitificar, romper los cánones de seriedad mal entendida, con el uso de un lenguaje sofisticado que merecía muchas objeciones, nadie hablaba como los animadores y locutores. La idea es rechazar el acartonamiento, satirizar, parodiar, y usar en forma profesional el lenguaje audiovisual (…).

Happening, evento, suceso, era una expresión habitual y muy usada en mi forma de hablar. Me pareció que podía servirnos si sacábamos la primera letra y en su reemplazo poníamos una jota. Jappening me suena bien.

Mientras lo repetía varias veces, Yussef Daruich, asistente de dirección, me comenta: —¿Y por qué no con ja?

—¿Cómo? ¿Jappening con Ja, en vez de con jota? Excelente, se timbra y se patenta —y con Fernando inscribimos el nombre (…).

Grabamos un piloto de 45 minutos (…). Se lo presentamos a Raúl Matas, director artístico del Canal 7, y a Guillermo Blanco, gerente de Programación.

En ese primer programa del Jappening, lo primero que se vio fue un sketch que mostraba a Maitén realizando un estriptis, arrojando su ropa a dos parroquianos del bar, que éramos Jorge y yo. Ella termina sacándose la pierna ortopédica y luego la placa de su dentadura.

Tres días después nos llama Raúl Matas, contento y expresivo, diciéndonos que esto hay que hacerlo de inmediato. Firmamos un primer contrato por trece capítulos y el 16 de abril de 1978, un domingo, con todas las esperanzas y deseos de romper con los cánones tradicionales de la televisión, comienza una jornada que dura casi treinta años.

Los Domingos Dominicales, con Bernardata Zapata y Pronunciano Perfecto, Ele Jota, Silverio Silva, Susana Cecilia, La Mansa Woman, La Oficina, Pepito Tv, Pindi, Piti y Poty comienzan a ser compañeros habituales de las tardes de domingo en la pantalla chica.

(…) Éramos seres con distinta opinión, con diferentes visiones que no coincidían frente a las tensiones de Chile. (…) Decidimos no comprometernos en una sola voz, porque no podíamos. La idea era no vincularnos políticamente y por ningún motivo manifestar nuestro pensamiento individual. Entonces, redactamos un documento y lo firmamos ante notario en el que expresamente nos autoprohibíamos nuestro parecer ante la situación política del país.

En el grupo convivían demócratas cristianos, pro militares, izquierdistas y, en alguna oportunidad, del MIR. Éramos una Torre de Babel política. Sin embargo, acatamos esta decisión y así pudimos subsistir durante largos años en los tiempos de la dictadura (…).

A través de un relato coloquial, el autor recuerda en este libro su trayectoria profesional, mientras en un riel paralelo va reconstituyendo el camino de los sesenta años de la televisión en Chile. De esta manera, Eduardo Ravani coincide con el nacimiento de TVN, la llegada del color, la aparición de la televisión privada en el país y la agonía actual de la industria.

Eduardo Ravani Vergara (Chile, 1941) es periodista, actor comediante, empresario y director de televisión. Se inició en la televisión universitaria y fue comisionado para integrarse al proyecto SINATE de televisión educativa del Ministerio de Educación del gobierno de Eduardo Frei. Creó productoras que dieron vida a decenas de programas de televisión, entre ellos el emblemático

Jappening con Ja.

Editorial: Paparazzi Ediciones

Páginas: 260

Fecha de lanzamiento: Mayo 2019

Precio referencial: $14.000

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