“En nuestro país, las élites vienen adquiriendo visos oligárquicos. No se trata de una descomposición completa, pero sí grave”.

Cuando se habla de la crisis de nuestra institucionalidad, manifiesta en el anquilosamiento de nuestra organización centralista, en casos de corrupción en el Ejército y Carabineros, en los partidos políticos (ahora el PS); cuando se atiende al desajuste que existe entre el pueblo, las clases medias emergentes y el entramado discursivo e institucional que lo expresa, hay un factor usualmente desatendido en su importancia: las élites devienen oligárquicas.

En todos los sistemas políticos y económicos de masas es inevitable la existencia de élites, grupos dirigentes que, además de ejercer el poder, concentran ciertos privilegios. Es menester limitarlas y controlarlas. Pero ningún límite o control es eficaz cuando el espíritu, la cultura, las fuerzas prospectivas que constituyen a esos grupos decaen. Entonces, las élites se vuelven oligarquías; es decir, conjuntos de personas desligadas de su responsabilidad.

Lo que se pide de las élites es la capacidad, en definitiva, de identificarse con la situación nacional, comprenderla, y darle a esa situación nacional cauces, expresión por medio de actos, de obras y discursos que se plasmen en una institucionalidad adecuada a los anhelos y pulsiones populares.

En nuestro país, desde hace tiempo, las élites vienen adquiriendo visos oligárquicos. No se trata de una descomposición completa, pero sí grave. Se manifiesta en la ausencia de poderes de conducción en el largo plazo; en la pérdida de productividad de un modelo eminentemente rentista y extractivo; en la acumulación de reformas institucionales por hacer; en la rencilla de todos los días que se advierte entre bandos crecientemente fragmentados.

Los factores son varios y conviene revisarlos en detalle. Probablemente esté incidiendo en el problema la escasa renovación de cuadros en los partidos más moderados o cercanos al centro. El envejecimiento masivo de las élites les priva de cercanía con los asuntos que irrumpen desde el nuevo presente. El incrementado centralismo coincide con la pérdida de lucidez de los grupos dirigentes con el territorio y el pueblo que tímidamente se despliega por él. La escisión entre el sistema educativo e investigativo y las exigencias y necesidades del país impiden que en las dirigencias se encienda orgánicamente el compromiso con el destino de la patria.

En fin, aunque probablemente este factor sea descollante, tanto a la izquierda como a la derecha influyen aún discursos extremos: en la izquierda, el de la emancipación como deliberación pública y desplazamiento total del mercado en áreas enteras de la vida social; en la derecha, el liberalismo de cuño friedmaniano unido al pensamiento de la despolitización. Ambos son demasiado abstractos como para desencadenar en las capas dirigentes una comprensión pertinente del devenir nacional.

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Conmoción ha causado el eclipse total de Sol que apreciaremos este martes. Miles de visitantes se ven por La Serena y sus alrededores, muchos de ellos extranjeros, y es natural preguntarse el origen de este verdadero fenómeno social. En mi opinión, se debe a dos razones: pocas veces los eclipses se dan en lugares donde hay observatorios de primer nivel mundial, lo que se suma al boom que ha experimentado la difusión de la astronomía en el país.

Hace más de medio siglo, Federico Rutllant, siendo director del Observatorio Astronómico Nacional Cerro Calán de la U. de Chile, logró convencer a influyentes astrónomos estadounidenses para instalar el Observatorio Interamericano en Chile, precisamente en Cerro Tololo, uno de los mejores lugares donde observar este eclipse total. Décadas más tarde, gracias a esa pionera semilla, Chile se ha convertido en la capital mundial de la astronomía, con los principales telescopios del mundo. En la actualidad, casi la mitad de la luz analizada con fines astronómicos se hace desde Chile.

En el caso de la difusión de la astronomía en Chile, el fenómeno es de más reciente data. Hoy es común ver astrónomos hablando en medios de comunicación y muchos libros sobre el tema son superventas, algo impensado hace unas décadas. Y si bien este boom tiene como ícono a José Maza, académico de la U. de Chile, para este eclipse son decenas los astrónomos profesionales, de diversas instituciones, repartidos por el país dictando charlas y guiando observaciones.

Las consecuencias de este boom social de la astronomía son aún inciertas, aunque podrían ser determinantes para nuestro país. Gracias a esta disciplina se ha logrado despertar el interés y acercar a la ciencia a miles de niños y niñas en el país, por lo que podemos estar esperanzados en que en las próximas generaciones el interés por estudiar carreras científicas sea mucho mayor a las cifras históricas.

En dicho escenario estaremos mucho más cerca de subirnos al tren del desarrollo tecnológico y la innovación, algo necesario para lograr el tan anhelado desarrollo. Para garantizar que aquello ocurra debemos hoy empezar a invertir para que los científicos del mañana tengan las herramientas básicas para desarrollarse, y la tarea no es nada fácil: quintuplicar lo que invertimos en ciencia y tecnología en las próximas décadas, para así recién llegar al nivel de los demás países de la OCDE.

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“Nótese que, sin darnos cuenta, pasamos del ‘ante la duda abstente' a la imposibilidad de gritar un gol tranquilos”.

Hay hechos de la vida cotidiana que a primera vista parecen anecdóticos o triviales, pero —bien miradas las cosas— manifiestan algunas tendencias de época. Es lo que ocurre en el fútbol con el videoarbitraje o video assistant referee, más conocido como VAR.

En principio, es lógico pretender reducir los márgenes de arbitrariedad e injusticia con ayuda de la tecnología. En general y en el deporte. En el fútbol en particular, sin duda. Basta recordar que en el mismo partido en que Diego Armando Maradona anotó su gol más memorable, el argentino también pasó a los anales con la “mano de Dios”, una de las trampas más burdas de la historia deportiva. Sobran motivos para intentar evitar esa clase de engaños. Pero no a cualquier costo.

El problema, desde luego, no es utilizar la tecnología, sino usarla en forma irreflexiva, como si se tratara de un instrumento neutro y autosuficiente, capaz de reemplazar al imprescindible juicio humano. Piénsese en el primer gol anulado a Chile el viernes pasado. Mientras la toma oficial que exhibió la Conmebol —la del VAR— muestra a Alexis milimétricamente adelantado, en otras tomas de cámara (como la de Canal 13) sencillamente no se observa fuera de juego. Ninguna máquina logrará resolver estas dudas por nosotros.

Cuando se cree lo contrario, se actúa como lo hizo Néstor Pitana. Asumiendo una neutralidad e infalibilidad que no son tales; el árbitro argentino ni siquiera fue a revisar las imágenes del supuesto off side de Alexis. Lo creyó innecesario, pues ya había recibido el veredicto del VAR por auricular. Según el reglamento, él tenía la última palabra; sin embargo, Pitana se creyó liberado de toda responsabilidad. Pero aquí el verbo es preciso: lo suyo era una simple creencia, un acto de fe, y sin fundamento en este caso. El insumo técnico siempre necesita posterior interpretación.

Detrás del VAR también asoma un afán de uniformidad. Si contamos con tecnología, ocupémosla en todo y con toda la intensidad posible, sin importar las consecuencias. No hay diferencia entre deportes, ni entre ellos y otros ámbitos. Es una paradoja de nuestro tiempo. En la retórica sacralizamos la diversidad, pero en los hechos rechazamos una vieja lección aristotélica: es absurdo pedirle la misma exactitud a todas las realidades. El básquetbol no es fútbol y el juego no es aritmética. Olvidarlo no es gratis, pues se desnaturalizan las cosas.

¿Exageración? Nótese que, sin darnos cuenta, pasamos del “ante la duda abstente” a la imposibilidad de gritar un gol tranquilos. Todo depende del VAR. ¿Y qué es el fútbol, qué es un juego sin un mínimo de espontaneidad? La “mano de Dios” fue lamentable, sí, pero peor habría sido no poder gritar el gol más hermoso en la historia de los mundiales.

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